La otra cara de la sequí­a

En Manicaragua se hacen ingentes esfuerzos para enfrentar la sequí­a, pero la falta de previsión en en ciertos aspectos han demorado soluciones.

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Francisnet Dí­az Rondón
Francisnet Dí­az Rondón
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23 Julio 2017
(Ilustración: Alfredo Martirena).

Desde finales del pasado año la ausencia de precipitaciones capaces de abastecer los embalses y aliviar la sequedad del manto freático ha afectado a casi todo el archipiélago, aunque hay lugares con los que las nubes se han peleado de mala manera, como el caso de Manicaragua.

En reciente visita a ese municipio pude apreciar el trabajo mancomunado y enrevesado de organismos y entidades para que ninguna zona quede desatendida.

Tanto en la cabecera municipal como en comunidades montañosas la situación está bien complicada, aunque las iniciativas y estrategias buscan desenredar la madeja de problemas, contratiempos, imprevistos y hasta incomprensiones e indisciplinas por parte de algunas personas, pues concientizar es la tarea más difí­cil. Pero, no me detendré en los detalles de las acciones que allí­ se hacen, sino en ciertas inquietudes que afloraron durante la visita.

Llama la atención sobremanera cómo en Jibacoa, desde el primer semestre del 2016 se instala una nueva acometida de 5 kilómetros de largo y 75 milí­metros de diámetro, para tirar agua desde la presa Jibacoa hasta el desabastecido tanque del acueducto de la comunidad. Sin embargo, hace alrededor de unos tres meses se ha detenido la labor porque no aparecen unos 400 metros de tubo para culminar la obra. ¡Increí­ble, pero cierto!

Explicó Longina Brito Navarro, subdelegada técnica de la Delegación Provincial de Recursos Hidráulicos, que el referido   trabajo se realiza como mantenimiento y no califica como proyecto incluido en un plan de inversiones. ¿En qué se diferencian?

Pues el primero se desarrolla sobre la marcha, se van viendo las dificultades en el terreno y, en ese sentido, se ejecuta y avanza la obra, aunque sin garantí­as absolutas en cuanto a la disposición de recursos; mientras, el segundo implica todo un estudio, planificación detallada y, lo más importante, el dinero necesario contemplado dentro del plan inversionista.

Los esperados 400 metros de tubo de 75 mm se han pedido a La Habana, donde dicen los entendidos que se encuentra la fábrica capaz de producirlos. Pero hasta ahora no hay respuesta. Por un detalle técnico entre las categorí­as de mantenimiento y proyecto de plan inversionista, los jibacoenses aún no ven salir agua de sus llaves y duchas.

Evidentemente, la situación con el abasto de agua en esa comunidad y la agudización de la sequí­a conllevaron a hacer la apremiante obra aunque sea con el calificativo de mantenimiento, para darle una solución inmediata al problema. Mas, si el problema no es tan reciente, ¿por qué no se introdujo con antelación dentro de un plan de inversiones?

Por otra parte, se ha vuelto una incertidumbre cómo proveer de manera directa a los habitantes de La Herradura. La solución se halla en la instalación de una caja de agua a 3 kilómetros de la comunidad, para que el lí­quido baje por gravedad hasta allí­. Mas, esa gestión no acaba de concretarse desde hace años.

Argumenta Omar Martí­nez, director de Acueducto y Alcantarillado de Manicaragua, que la institución no tiene incidencia directa sobre el asunto, aunque sí­ pueden apoyar con las brigadas de técnicos y trabajadores, pero no les corresponde ejecutar la obra. Y, al parecer, ninguna otra entidad lleva sobre sí­ la responsabilidad de hacerse cargo de ello, en fin, se encuentra en tierra de nadie. Solo queda que se concrete la unidad entre varios organismos, encabezados por el Gobierno, para terminar de resolver el problema. Pero ¿cuándo?

Otro detalle llamativo radica en cómo se ha ido perdiendo la tradición dentro del campesinado de hacer pozos en el lugar donde deciden vivir. Anteriormente, las personas en los campos se preocupaban por tener agua a su disposición, pues era (es) una cuestión vital.

Aunque la ciencia y la técnica han avanzado, y los sistemas de acueducto y alcantarillado han llegado a los lugares más recónditos, no debe desecharse la construcción de pozos artesanales, más aún en las zonas rurales, pues muchas veces lo tradicional puede resolver mucho mejor que la tecnologí­a, sobre todo cuando esta última falla.  

El enfrentamiento a la sequí­a conlleva a agudizar esfuerzos e inteligencia para resolver contratiempos. Sin embargo, no concretar gestiones, o posponer planes necesarios, a la larga originan un problema mayor que, como la sequí­a, nos puede dejar con la lengua afuera.

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