¡Abran paso que ahí­ viene Teresa!

En el Dí­a del Trabajador de Servicios Comunales una santaclareña narra sus vivencias en el noble oficio de mantener limpia la ciudad.

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Teresa Vera, barrendera de Santa Clara.
(Foto: Ramón Barreras Valdés)
Idalia Vázquez Zerquera y Omar Ernesto Cárdenas (estudiante de Periodismo)
1715
15 Febrero 2018

Con la cabeza erguida y sin complejos que la hagan desistir de este trabajo que realiza desde hace cuatro años, Teresa Vera Jiménez se acomoda el sombrero, limpia las gafas que la protegen del sol, se coloca los guantes y, escoba y recogedor en mano, comienza su faena, para que Santa Clara luzca pulcra y hermosa.

Sale a cumplir la encomienda de velar por la higiene de la ciudad, en compañí­a del vagón donde deposita los desechos y que jala constantemente en la medida que avanza por los callejones aledaños a las ví­as principales del Consejo Popular Centro.

Su andar por Servicios Comunales comenzó en 1994, cuando se dedicó a custodiar el Parque La Pastora, pero al erradicarse la plaza no desestimó la propuesta de unirse a las mujeres y hombres que dí­a a dí­a contribuyen con el saneamiento ambiental.

Prefiere hacer el segundo turno, que comienza casi al mediodí­a cuando releva a su compañero,   apegado a la tarea desde la madrugada, para regresar a su casa de la calle San Miguel a las 7:00 de la noche.

«Somos pocas las mujeres incorporadas al oficio, pero nuestros compañeros nos respetan y admiran ».

Relata que al principio la familia no veí­a con buenos ojos eso de andar recogiendo basura, en particular, su esposo Guillermo, pero poco a poco se acostumbró a la idea y ahora la ayuda a sobrellevar los quehaceres del hogar con el trabajo.

«Lo importante es sentirme útil y saber que también ayudo con mi salario a aliviar los gastos de la casa », refiere.  

Tras los destrozos causados por el huracán Irma, fue ella una de las primeras en incorporarse a la ardua tarea de retirar de las calles las ramas arrancadas por los fuertes vientos.

Teresa se incomoda cuando los transeúntes dejan caer residuos de comida u otros desperdicios en la ví­a sin importarles el ornato público. Ello la obliga a recorrer una y otra vez las áreas ya barridas, y a llamar la atención a quienes incurren en esta indisciplina social. También se indigna cuando personas indolentes depositan la basura en vertederos improvisados que afean la ciudad.

« ¿Sabe?,   una vez me encontré una agenda cargada de documentos importantes. La miré varias veces y pensé cómo se sentirí­a su dueño al darse cuenta de la pérdida. Fue así­ que me presenté en la recepción de la Emisora CMHW con la intensión de dejarla allí­. De inmediato una muchacha llegó desesperada preguntando si alguien la habí­a traí­do. Al saber de mi gesto, no dejaba de agradecerme. Ese dí­a me sentí­ muy feliz ».

Teresa levanta la vista, mira al sol en el medio del cielo, y se despide sonriente, pues sabe que le queda mucha calle por andar. Entonces, apresura el paso rumbo a la ciudad, para comenzar su habitual rutina en compañí­a de Héctor Aguilar Jiménez y otros colegas que en el anonimato salvaguardan la higiene citadina.  

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