Zona costera, ecosistema herido

La erosión, las huellas de contaminaciones, el desmonte de los manglares, y el incremento de asentamientos humanos o recintos institucionales mal ubicados dañan el entorno. 

Compartir

Consturcciones en zona costera de Villa Clara.
Construcciones muy cercanas a la costa contaminan con sus residuales zonas de baños y playas, y están sometidas al embate del mar, en ocasión de vientos hidrometeorológicos severos con fuertes marejadas.
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
4517
28 Mayo 2019

Un impresionante semicí­rculo teñido de azul hace que la vista se pierda en el infinito. Es el mar, apacible y caprichoso a la vez, bondadoso, y temible cuando desata su furia.

Una porción de agua salada es herida en muchos casos por los holocaustos naturales, y en otros, por acciones humanas indiscriminadas que también afectan la llamada zona costera. Esta cuenta pendiente a lo largo de la historia ha sido definida por el máster Luis Orlando Pichardo Moya, coordinador provincial de los estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo (PVR) en el Ministerio de Ciencia, Tecnologí­a y Medio Ambiente (Citma), a partir de la franja de interacción entre el mar y la tierra en la que influyen, de manera conceptual, los deltas del rí­o, los pantanos, las ciénagas, los manglares, los acantilados, las terrazas marinas, las playas, y el resto de las formas de relieve originadas en el litoral en ví­nculo con el mar.

Máster Luis Orlando Pichardo Moya y el licenciado Manuel Garcí­a Castro.
Construcciones muy cercanas a la costa contaminan con sus residuales zonas de baños y playas, y están sometidas al embate del mar, en ocasión de vientos hidrometeorológicos severos con fuertes marejadas.

No hay que tener una extrema cultura cientí­fica para razonar que el concepto varí­a según esos accidentes geográficos. Tampoco podemos dudar  de la importancia de ese espacio, al constituir el hábitat de un número significativo de especies marinas, terrestres o que interactúan en ambos ambientes. Entonces se complica el rompecabezas, ya que los efectos de la erosión, las huellas evidentes de contaminaciones, el desmonte de los manglares, y el incremento de asentamientos humanos o recintos institucionales mal ubicados dañan ese entorno.

Para Pichardo Moya, también especialista destinado al control de la ciencia y la tecnologí­a en el Citma, el espectro resulta más amplio, y por su propia experiencia sitúa como elementos nefastos las construcciones sobre dunas, la irracional actividad marí­timo-portuaria, la siembra de plantas inapropiadas, la extracción de áridos destinados a las edificaciones, el relleno de lagunas costeras, y la sobrexplotación de los recursos marinos, entre otros factores.

«Todo ello conduce a modificaciones que provocan la pérdida de la diversidad biológica o el detrimento de las innumerables variedades de formas de vida allí­ existentes, y la adaptación de los organismos al ambiente ».

Zona costera de Villa Clara, Cuba.
El 82% de las 430 playas arenosas de Cuba sufren erosión, y según estudios del Citma se confirma la desaparición de 10 de ellas debido a la acción del hombre y el efecto destructivo del oleaje de los huracanes. Nótese, además, la pérdida de la lí­nea costera.

Popularmente algunos consideran la zona costera como el punto de unión de la tierra y el mar sin más explicación…

No es exactamente el punto. Las zonas costeras presentan amplitud. Varí­an, incluso, en el perí­odo histórico geológico, y con el paso de los años. Hay territorios en Cuba donde las penetraciones del mar por fenómenos hidrometeorológicos o debido al ascenso del nivel del mar a causa del cambio climático (CC), deben estudiarse de conjunto con las tasas de velocidad de ascenso y descenso de los bloques geológicos que conforman el archipiélago cubano, un fenómeno a incluir en las investigaciones a realizar por otras instituciones cientí­ficas a fin de ajustar cálculos de peligro previstos a largo plazo.

¿Puede hablarse de flexibilidades?

No se pueden establecer parámetros fijos para los objetivos de Planificación Fí­sica; sí­ hay que definir determinada lí­nea de la costa a fin de evitar complicaciones desde el punto de vista legislativo. De aquí­ se derivan los distintos tipos de zonas costeras establecidos en el Decreto Ley 212 con diferentes lí­mites, áreas, y aspectos vinculados a la protección costera.  

Heridas sin suturas  

Los estudios realizados durante años por hombres que hacen de la Naturaleza una parte de sus vidas llevan a determinaciones concluyentes. Las agresiones significativas en la zona costera villaclareña son causadas por la contaminación y las construcciones.

Las primeras, porque la provincia se caracteriza por su esencia agroindustrial y azucarera, mientras las áreas llanas cercanas a las costas figuran entre las más idóneas para la siembra de caña.

Y cuando no existe buen funcionamiento de las lagunas de oxidación o se incumplen las normas técnicas, ¿hacia dónde van a parar esos residuales?   No hay alternativas. Hacia los afluentes y el mar.

En el caso de las construcciones persisten lugares en que la indisciplina y violación de lo establecido constituyen un punto histórico, como en Caibarién e Isabela de Sagua; en menor cuantí­a, La Panchita, Carahatas, Nazábal, y en una etapa pasada, Sierra Morena, El Salto y Ganuza.

Playa Uvero, en Villa Clara.
Inconcebible. Esta imagen pertenece a la playa Uvero luego del paso de un huracán ¿Cómo es posible que existan tantas viviendas construidas en la zona costera?

La mirada del licenciado Manuel Garcí­a Castro, especialista del Centro de Estudios y Servicios Ambientales (Cesam) en Villa Clara, le permite afirmar que Uvero es un ejemplo de cómo ha aumentado la violencia de los huracanes y las tormentas en los últimos tiempos.

«Muchas de estas zonas fueron incorrectamente diseñadas a la hora de construir casas de verano o residencias permanentes, y llegaron a convertirse en barrios playeros ».

Nadie pensó que luego el mar, como resultado de esas construcciones, comenzarí­a a rescatar lo que en un tiempo fue suyo e inició sus agresiones.

Tanto Pichardo Moya como Garcí­a Castro coinciden en que en Uvero se hicieron casas sobre las dunas, y al ver que el mar invadí­a, las levantaron en pilotes. «Son detalles a tener muy en cuenta, a tenor de que esa masa de agua «trabaja » sobre lo más expuesto, y a ello se agrega el ascenso de su nivel atribuible al cambio climático ».

Los estudios indican que la subida del nivel medio del mar, estimado en 27 cm para 2050, inundarí­a de forma permanente el 2,45 % del archipiélago cubano; en tanto los pronósticos de ascenso de 85 cm para 2100 afectarí­an, aproximadamente, 112 491 ha, de tierras cultivables en Cuba, El fenómeno se agravarí­a localmente ante la presencia de un huracán de gran intensidad, según las premisas del nuevo proyecto «Construyendo resiliencia o capacidad de las comunidades, y ecosistemas de sobreponerse a peligros y problemáticas que los afectan ».    

El azote de los peligros  

Si una luz sumamente acertada tuvieron los expertos villaclareños, fue la de adelantarse con los estudios de PVR. Ello impidió que los daños ocasionados por los fenómenos meteorológicos de los últimos tiempos resultaran mayores. Estas observaciones y recomendaciones llegan hasta los consejos populares al ser conocidas las particularidades de cada territorio.

De manera sintética PELIGRO es dónde, cuándo y cómo puede ocurrir un evento que exige sistemática actualización según el fenómeno. VULNERABILIDADES son los objetos de la sociedad, de la economí­a y medios de vida expuestos a los peligros y que varí­an de acuerdo con los estados de sequí­a, deslizamiento de tierras, inundaciones, incendios en áreas rurales, entre otros que resultan de interés municipal, mientras se evalúan como RIESGO aquellas pérdidas esperadas ante un fenómeno en determinado lugar que no escapan de la valoración económica.  

En Isabela de Sagua, ante los embates del huracán Irma, los pobladores se evacuaron, pero atenido a una incorrecta percepción del riesgo muchos confiaron y dejaron sus pertenecí­as y medios de vida que el mar destruyó o desapareció, a pesar de que estaban los planes de traslado y previsto el programa de evacuación.

«Desde 2012 los resultados de los estudios de PVR se entregaron a los Consejos de Defensa en múltiples formatos. Después se han ido perfeccionado acorde con el paso de los diferentes fenómenos que conllevaron a la creación de los centros de gestión de riesgo de desastres en los municipios, pero no están constituidos en la totalidad ni con buen funcionamiento en todos los existentes.

«Ahora transitamos por un proceso de socialización en las localidades, bajo la dirección de la Defensa Civil, para que todos los sectores y la población conozcan los principales peligros, sus vulnerabilidades », agrega Pichardo Moya.

La salud de las playas

Lamentablemente, las playas interiores de la costa norte villaclareña y aquellas de la cayerí­a con fines turí­sticos sufren los efectos adversos del CC, a tal punto que las arenosas o naturales, en la medida que pasa el tiempo, van perdiendo su espacio y ya cuentan con proyectos de rehabilitación, a partir del vertimiento de arena para recuperar y mantener lo que fueron en su momento.

Los expertos aseveran que más del 80 % de arena queda retenido en los frentes de la cayerí­a, por lo que se hace necesario recuperar y mejorar la calidad estética a partir de la arena existente en la plataforma o la que está fuera de los cayos, siempre que se encuentre en profundidades factibles de extracción y con la granulometrí­a adecuada para no afectar el balance ecosistémico.

Como resultados de la aplicación de la ciencia, las playas y zonas de baño de Juan Francisco, Caibarién, El Salto y Ganuza disponen ya de proyectos de vertimientos de arena y rehabilitación, a fin de ejecutarlos. Son pretensiones que llevan el empleo de remolcadores, patanas, grúas, y resultan acciones muy costosas, precisan los entrevistados.

En medio de estas realidades y de todo lo ocurrido, ¿existe percepción de riesgo en las poblaciones de esos asentamientos?

Se ha ganado algo, pero aún estamos distantes de lo necesario. Los isabelinos, con todo lo sucedido, siguen aferrados a la idea de permanecer cerca del mar, en un pueblo donde las mareas equinocciales (aquellas más pronunciadas cuando nos acercamos a los equinoccios) invaden el área de este punto geográfico de Cuba situado en la desembocadura del rí­o Sagua, el más grande del archipiélago por la parte norte, por lo que requiere programas estratégicos de adaptación.

¿Solo en Isabela?

 Las zonas costeras de Villa Clara, consideradas sumamente bajas, también requiere de medidas y soluciones locales, con fundamentos ingenieros en unos casos, y en otros con la concientización de alejarse del peligro, por lo que todo demanda un balance.

¿Cuáles serí­an las acciones más racionales?

No fomentar más construcciones ante las vulnerabilidades de mayores penetraciones del mar, más tormentas, y perí­odos intensos de sequí­a con énfasis en la zona costera, al salinizarse los acuí­feros.

Zonas costeras priorizadas en Cuba.
íreas priorizadas en Cuba en torno a las zonas costeras.

Si bien existen acciones con el manejo integral, la Tarea Vida, y los resultados de los estudios de PVR, los expertos consideran que falta mucho para que la salud de esta área sea óptima.

«La zona costera del norte villaclareño tiene casi 200 km. Hay que lograr la creación de plazas de especialistas afines al trabajo en la costa, que sepan de contaminación, así­ como de otras contingencias en el propio municipio, y de la envergadura que puedan tener ».

Tampoco puede darse la espalda al desarrollo local, con la máxima de sentir, pensar y hacer por cada localidad y resolver desde esta los tantos problemas acumulados de saneamiento y encharcamiento en zonas bajas. Ello implica trabajar en la sostenibilidad de cada solución, para que no resulten efí­meras.

Entre los asuntos pendientes está el abasto y calidad de agua de las zonas costeras, la protección con los manglares y la reforestación, sin descuidar los arrecifes coralinos, entre otros tantos que conciernen a la totalidad de los organismos involucrados en la Tarea Vida, a fin de maximizar la resiliencia de nuestros sistemas y comunidades y en el afán de evitarle más heridas a nuestros ecosistemas.    

Comentar