El 25 de marzo se decidió que la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Héctor Ruiz Pérez, de Villa Clara, fuera un centro de aislamiento para recibir a los viajeros de otros países para su cuarentena, como parte del enfrentamiento a la COVID-19. Desde entonces, en este centro docente se escribe día a día, con letras de amor, una obra inédita en su historia.
Hoy están ingresadas 55 personas, de diferentes edades, que son contactos de aquellos que lamentablemente resultaron positivos al virus.
Vanguardia realizó un recorrido por todas las instalaciones del centro para conocer in situ la altruista y permanente labor, no solo del personal de la Salud, sino también de los cuadros de dirección, los profesores, entrenadores y metodólogos del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) y la EIDE. Algunos pacientes ofrecieron el criterio franco sobre esta residencia.

Después de las imprescindibles medidas de protección desinfección, batas, guantes, gorro, nasobuco, llegamos al área de ropería, donde tres enfermeras se encargan de toda la ropa que se utiliza. Allí reciben de la lavandería y se esteriliza todo lo que se usó cada día.
Milenys Rojas es la jefa de turno; la acompañan su hija Daniela Cabrera, estudiante de quinto año de enfermería, y Dunié Rojas. Trabajan 24 horas y descansan 72. A pesar de la inesperada visita, el nerviosismo es mínimo. Me percato de que se «asustan » con la cámara, pero tras el breve saludo y la presentación, continúan su trabajo. Se constata la organización y la existencia de todos los medios de protección requeridos.
Todas están aquí desde el inicio y responden unánimemente que permanecerán hasta que la epidemia termine. Resulta difícil, pero el agradecimiento de los pacientes las reconforta. Tres veces al día les miden a todos los ingresados los signos vitales, y hasta han hecho la función de psicólogas al dar el ánimo necesario. Aplauden la presencia y el apoyo constante de la Dra. Marta Reguera, directora del Centro de Medicina del Deporte villaclareño.

En el área administrativa se controla toda la estadística. Los ingresos, las altas, las camas disponibles y el seguimiento a cada paciente en su evolución epidemiológica. El Dr. Jesús Ríos, especialista en Medicina del Deporte, está al frente de esta tarea. Se encuentra aquí desde el 25 de marzo. Lo acompaña Wilfredo Mesa, informático que se presentó como voluntario para ayudar en este frente. Al inicio tuvieron 94 personas ingresadas, todos viajeros.
Los médicos y enfermeros tienen un local donde duermen y disfrutan del limitado receso diario. El Dr. Edgardo Martínez, especialista en Medicina del Deporte, refiere que tratan de dar el máximo cariño a todos los pacientes, funcionan como un equipo con toda la responsabilidad. Cada uno, dondequiera que esté, dispone de los medios de protección necesarios en estas áreas restringidas las 24 horas.
También el Dr. Leonel Sánchez residente de la misma especialidad ratifica la gestión que realiza junto a Reyler González, Vladimir Mesa y Víctor Machín, estudiantes de cuarto año de Enfermería que aprovechan esta experiencia única e inolvidable para aprender.
Otro especialista en Medicina del Deporte, el Dr. Jesús Guzmán, responsable de asistencia médica en este centro de aislamiento, cuando ve acercarse a Lorenzo Quintana, metodólogo de alto rendimiento, y Luis Fernández, comisionado de tiro compañeros del Inder que están en esta llamada «zona roja », me pide que no olvide a los otros diez que también luchan desde el primer momento, como Manuel, Guevara, Yausvel, Lisván, Luis, Omar, Yaser y Mayito.
«Todos ellos parecen trabajadores de la Salud por su atención a los ingresados, les suben la comida, las meriendas, están en la primera línea de fuego ».

Tanto Lorenzo como Luis manifiestan sentirse orgullosos, «es una labor útil y necesaria para el país y los pacientes. Estaremos aquí hasta que esto termine. Hay precaución, pero sin miedo. Tú sabes que la gente del deporte estamos preparados para luchar y vencer, y vamos a ganar, no importa el tiempo y esfuerzo que sean necesarios ».
Adriel Pérez, funcionario municipal de los CDR, está de apoyo en este centro y coincide en que permanecerá aquí el tiempo que se requiera.
Mientras, el director de la EIDE, Grimaldo Pérez Ventura, mantiene junto a sus trabajadores y la estructura de dirección una estancia permanente. Ratifica la disposición de todos a incorporarse a lo que haga falta. En el claustro general, la respuesta fue impresionante.
«Esto nos permitió comprobar el nivel de humanismo de nuestra gente, la unidad que nos ha servido como principio y como medio de actuación hoy . Asumen con valor las tareas. Esto nos prepara, además, para futuras contingencias. Aquí estamos y estaremos ».
El director provincial de Deportes, Arildo Hernández Sánchez, destaca el apoyo del Inder desde la base. «En los 13 municipios nuestros trabajadores ayudan en la pesquisa junto a los compañeros de la Salud. También muchos de ellos les llevan a los abuelitos sus alimentos a las casas. Cinco de nuestros directores están en los consejos de defensa.
«La agricultura es otro frente en el que estamos presentes, en el mantenimiento de nuestras instalaciones y en la entrega pedagógica de los estudiantes. Nos preparamos para si hay apertura de la Serie 60 de Béisbol, que sea un éxito. Tratamos de preverlo todo.
«Todos los días a las 8:00 de la mañana hacemos un chequeo integral, se analiza cada detalle y se da respuesta a las necesidades de los pacientes, para que se sientan lo mejor posible, y se estimula al personal de la Salud. Está claro el compromiso con el país y el pueblo, basados en el sentido de pertenencia que nos caracteriza ».
En este centro la entrega está fuera de dudas y, como todos expresan, así será hasta que se acabe, hasta el último día.
La arquitectura, propia de una escuela, no ha sido impedimento para propiciar las mejores condiciones posibles a los ingresados. En el área restringida cada familia tiene su propio cubículo, ya sean dos o más personas. Se observa una higiene adecuada, buena ventilación, cuentan con sus artículos de aseo personal. Hay un televisor. Aunque deben permanecer en su local, lógicamente, pueden trasladarse para ir a los baños y sanitarios cada vez que lo necesiten.

¿Qué piensan algunos pacientes de su situación actual en este centro de aislamiento?
Javier Muro, de Santa Clara, está ingresado aquí desde hace varios días con su esposa y dos hijas, la menor, de ocho años.
«No tenemos quejas. Hay buen trato, nos chequean varias veces al día, nos atienden y nos apoyan. Por supuesto, quisiéramos estar en la casa, esto no es fácil. Hay algún que otro detalle. Por ejemplo, a veces la comida que viene en cajitas trae todo junto, sería mejor que en lo posible se pudiera dividir. Ya nos dijeron que hoy se va a separar.
«Debería haber más agua para tomar. No falta, nos la traen; pero sería mejor y menos molestia que estuviera aquí. En la pila está sin problemas todo el tiempo ».
La esposa asiente lo dicho por Javier. La hija mayor, una adolescente, no quiere hablar; sin embargo, Lisdey, que con sus ocho años es muy locuaz y bastante inquieta, dice que está muy preocupada.
¿Por qué?, le pregunto, y muy responsablemente me dice: «Es que mi perrita, que se llama Linda, parió siete perritos, bueno, uno macho y seis hembras, pero una se murió y yo tengo deseos de verla, me preocupan todos, yo la quiero mucho ». Su mirada es inolvidable. Atino a decirle que sí los verá pronto. La madre me mira y le dice a ella: «Bueno, mándale un recado a Linda ».
Lisdey piensa unos segundos, me mira y muy decidida dice: «Perrita, por favor, sobrevive ».