Renacer

Este 2 de noviembre se conmemoró el aniversario 123 del natalicio del destacado intelectual y luchador revolucionario Juan Marinello.

Compartir

Juan Marinello, destacado intelectual y luchador revolucionario, nació el 2 de noviembre de 1898, en el poblado de Jicotea, antigua provincia de Las Villas. (Foto: Tomada de Internet)
Juan Marinello, destacado intelectual y luchador revolucionario, nació el 2 de noviembre de 1898, en el poblado de Jicotea, antigua provincia de Las Villas. (Foto: Tomada de Internet)
Cecilia Mederos
1001
03 Noviembre 2021

«Y no podréis quitarme la sonora soledad en la noche / ¿Cómo impediréis que (…) rompan su cautiverio los sentidos / y que emprenda yo mismo, hecho mil, por senderos (....) desconocidos ».
                                                                                                                                 Juan Marinello

 

He ahí­ lo más difí­cil para el ser humano, después que la maternal naturaleza le da la enorme gracia de la vida: volver a nacer y hacerlo en cada acto, en cada acción, en cada obra, gesto, palabra y pensamiento, aun cuando ya no son cenizas sus cenizas. El mérito del parto es de la madre, pero el constante renacer es su legado.

Y es que aquel Juan, nacido en Jicotea el 2 de noviembre de 1898 con nombre tan común y simple, el que perdió a su madre cuando apenas cumplió los dos años, volvió a nacer en brazos de una negra, madre de crianza, que lo vacunó con generosa pasión contra todos los prejuicios raciales. Y al crecer, Juan tuvo una vida tan plena y alcanzó la altura de hombre de vastí­sima cultura y de intachable trayectoria polí­tica, dejando para la eternidad su ejemplo de intelectual revolucionario que puso su talento y sus conocimientos al servicio de las causas justas.

Juan Marinello
Figura cimera de nuestro continente, contribuyó con su obra a la historia americana de las letras, al encarnar la más pura actitud de vanguardia en la creación artí­stica de su tiempo. (Foto: Tomada de Internet)

Cuando todaví­a era Juanito, observaba con mirada profunda el entorno feudal del ingenio Pastora y la certera fe en el mejoramiento humano le permitió conocer la sociedad socialista, cuya realización y perfeccionamiento contó con el amor infinito de la labor incansable del Juan Marinello que conocí­.

Antes de leer sus poemas de original aliento supe de su empuje por el estudio penetrante de la historia, para que «se conozcan, dijo, las raí­ces de malos hábitos (...) y para que se advierta la abismal diferencia entre lo de ayer y lo de hoy ». Aún sin sumergirme en su prosa supe del joven que fue uno de los 13 en protestar por la corrupción imperante, miembro del Grupo Minorista, fundador de la Revista de Avance y hasta uno de los jóvenes que trasladaron las cenizas de Mella a suelo patrio.

Cada paso que dio fue un renacer constante. Delegado a la Asamblea Constituyente de 1940, candidato a la alcaldí­a de La Habana, representante a la Cámara en 1942, ministro sin cartera en 1943, senador en 1944, candidato a la presidencia en 1948 por el Partido Socialista, miembro del Consejo Mundial de la Paz desde el primer congreso en 1949, rector de la Universidad de La Habana en 1962, embajador de la Uesco, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, electo el 2 de noviembre de 1976, a sus 78 años.

Fue por esa fecha cuando lo conocí­. En ese entonces me dio una muestra de su talento, su voz, su conducta. Marinello se reveló, con su legado imperecedero y actuante, como un hombre de talla excepcional. Aquella mañana se constituí­a la Asamblea Nacional del Poder Popular, y frente a las cámaras de la televisión, imponiéndose a su dolor, sin que lo traicionara un solo gesto emotivo, Juan Marinello, el hombre que acababa de perder a su amada esposa, ocupó su puesto en la presidencia, y condujo con acierto y seguridad la sesión constituyente. Nos mostraba que era su deber de comunista anteponer al propio dolor personal el cumplimiento del deber para con la sociedad.

Marí­a Josefa Vidaurreta fue su compañera de toda la vida, aquella a la que habí­a dedicado sus versos, sus libros y las cartas de amor más bellas que se puedan conocer. Era, además, la mujer que le ayudó en todas sus tareas, la que le acompañó en su ideologí­a y en sus afanes, por la que sentí­a un amor tan grande, que en menos de cuatro meses, aquella pérdida abrevió su existencia. Y así­ se fue Juan, hecho mil, por senderos desconocidos, como él mismo evocara a la muerte en su poesí­a.

Juan Marinello y Fidel
Fidel y Juan Marinello, dos revolucionarios de todos los tiempos. (Foto: Tomada de Internet)

No fue menor su quehacer cultural. Figura cimera de nuestro continente, contribuyó con su obra a la historia americana de las letras, al encarnar la más pura actitud de vanguardia en la creación artí­stica de su tiempo. Su prosa vibró al impulso de cuanto proclamara en su poesí­a, y así­ mismo ejerció el periodismo, la crí­tica, la investigación.

Ahora, cuando cumplirí­a 123 años, en este mundo tan patas arriba, entre pandemia, guerras de última generación y agresiones desmedidas contra el ecosistema, Marinello anda entre nosotros, rotos ya los cautiverios de los sentidos, hecho mil entre los jóvenes universitarios que acompañan a la máxima dirección de nuestro paí­s perfeccionando el trabajo social y la atención a las comunidades más desfavorecidas. Marcha con los artistas y los intelectuales con sus criterios orientadores, y sus ideas claras y profundas, en un renacer sin lí­mites con su obra perdurable y su ejemplo inextinguible.

Comentar