Allí­, entre los que asistieron a las citas

Los jóvenes revolucionarios Fructuoso Rodrí­guez, Mario Cazañas y Blas Arrechea fueron activos partí­cipes en acciones de la lucha estudiantil.

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osé Antonio Echevarría en una de las acciones realizadas por los jóvenes revolucionarios en el estadio. (Foto: Tomada de internet)
osé Antonio Echevarría en una de las acciones realizadas por los jóvenes revolucionarios en el estadio. (Foto: Tomada de internet)
Cecilia Mederos
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05 Diciembre 2021

                                                                                                  «....Y era una joven generación heroica ».
                                                                                                                                          Eduardo Franco

Cuando en ví­speras de las fiestas de fin de año de 1955 la lucha estudiantil contra el régimen batistiano se agudizó y los acontecimientos se sucedieron, casi diariamente, en batalla desigual pero heroica, con puños y piedras contra pistolas y escopetas, allí­, entre los que asistieron a las citas estaban los dominicanos, valerosos jóvenes nacidos en el municipio Santo Domingo en la entonces provincia de Las Villas.

Entre aquellos hechos uno de los que mayor repercusión alcanzó fue sin duda el disturbio ocurrido en el Estadio del Cerro, el 4 de diciembre del ya citado año. El apaleamiento realizado por las fuerzas represivas del régimen no llegó al pueblo a través de periódicos ni de revistas, ni siquiera por la denuncia de periodistas en la radio, sino en vivo y en directo a través de las pantallas de los televisores.

Fructuoso Rodrí­guez, mártir dominicano (de Santo Domingo, antigua provincia de Las Villas) del Directorio Revolucionario. (Foto: Tomada de Ecured)
Fructuoso Rodrí­guez, mártir dominicano (de Santo Domingo, antigua provincia de Las Villas) del Directorio Revolucionario. (Foto: Tomada de Ecured)

Toda Cuba presenció la bestialidad, los atropellos y los desmanes de los hombres vestidos de uniforme, y Santo Domingo salió a los portales horrorizado por la golpiza y el temor de perder a uno de sus hijos. Ese año, la conmemoración del 27 de noviembre se habí­a convertido en el inicio de una secuencia ininterrumpida de actos, manifestaciones, mí­tines y protestas que ya vení­an enlazadas codo con codo con la lucha obrera y campesina acrecentada por la demanda del pago del diferencial azucarero.

Fructuoso Rodrí­guez habí­a logrado que la huelga azucarera en su terruño natal se convirtiera en una de las más sonadas, y ese dí­a 27 bajó las escalinatas universitarias entre los primeros, caminando cuadras compactas y diciendo con su presencia la única palabra. Tres dí­as después estaba entre la masa estudiantil frente al Instituto del Vedado y el 2 de diciembre, tras el grito de José Antonio Echeverrí­a: ¡A la calle! como respuesta a las provocaciones de Salas Cañizares, los tres dominicanos estuvieron a la vanguardia. Eran ellos: Fructuoso, Mario Cazañas y Blas Arrechea.

Ese dí­a la violenta esquina de San Lázaro e Infanta guarda en las imágenes de archivo el cuerpo de José Antonio herido sobre la acera, y protegido por el cuerpo de su hermano Alfredo y la patética figura de Fructuoso con la cabeza sangrante a la puerta de un bar, mientras el joven Fulgencio Oroz intenta sostenerlo. Heridos y presos ambos lí­deres estudiantiles, la efervescencia revolucionaria no se detiene. Un grupo se va la noche del 3 de diciembre hacia el Coney Island y el otro, el dí­a 4, hacia el Estadio del Cerro.

Era domingo de doble juego, el segundo entre Habana y Almendares, los eternos rivales de la pelota de aquellos tiempos. La enorme concurrencia estaba garantizada de antemano, también la policí­a triplicó su presencia, pero tal   como estaba previsto, los estudiantes se lanzaron al terreno al finalizar el primer juego por las zonas de tercera y primera base, corriendo hasta el center field para regresar con una tela consigna desplegada.

A pocos metros de donde cayó herido José Antonio, Fulgencio Oroz ayuda a Fructuoso Rodrí­guez, quien fue derribado por los golpes de la Policí­a en la calle San Lázaro casi esquina a Infanta. (Foto: Tomado de revista Bohemia)
A pocos metros de donde cayó herido José Antonio, Fulgencio Oroz ayuda a Fructuoso Rodrí­guez, quien fue derribado por los golpes de la Policí­a en la calle San Lázaro casi esquina a Infanta. (Foto: Tomado de revista Bohemia)

Al terreno se lanzaron también policí­as, guardias y hasta marineros, para comenzar una ola de atropellos que antes no se habí­a visto públicamente. Los aficionados comenzaron a protestar desde las gradas, y si los del Canal 6 de televisión, en actitud servil al régimen comenzaron a desconectar sus cámaras, los del Canal 4 se mantuvieron firmes trasmitiendo a toda la isla semejante atropello. En aquella cita y en primera plana de los celuloides, el estudiante de Derecho Blas Arrechea Gutiérrez es golpeado hasta la saciedad. Luego los condujeron a la estación del Cerro, donde continuaron las torturas.

José Antonio Echeverrí­a en la ocasión en que fue detenido por la Policí­a el 30 de noviembre de 1955. (Foto: Tomada de revista Bohemia)
José Antonio Echeverrí­a en la ocasión en que fue detenido por la Policí­a el 30 de noviembre de 1955. (Foto: Tomada de revista Bohemia)

Dos años más tarde, Mario caerí­a ascendiendo las escaleras del Palacio Presidencial; Fructuoso fue acribillado en Humbolt 7 y quedarí­a Blas, quien luego dirigió la revista Alma Máter primer director de la etapa revolucionaria y que nos representarí­a dignamente hasta su jubilación en las Naciones Unidas. Los tres, como dijera el poeta, jóvenes de su tiempo, de cuando el tiempo era una afrenta y ellos una joven generación heroica.

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