Villa Clara cerró el pasado año con una tasa de mortalidad infantil de 7,4 por cada 1000 nacidos vivos, superior a los resultados de períodos anteriores, en tanto Cuba concluyó con 7,6, también por encima de lo alcanzado en años precedentes.
Según fuentes consultadas, todas las provincias finalizaron con estadísticas que marcan incrementos, excepto Artemisa, que detuvo su indicador en 3,9.
Entre los factores aparecen, fundamentalmente, las complejidades de un escenario epidemiológico marcado por el SARS-CoV-2, que influyó en los grupos de alto riesgo, incluidas las gestantes.
Nacimientos prematuros, retardo en el crecimiento uterino y bajo peso al nacer condicionaron, entre otras, las pérdidas en menores de un año. Aun así, 23 municipios del país no reportaron pérdidas en este grupo, entre los que figuran Quemado de Gí¼ines y Cifuentes.
Respecto a la mortalidad materna, se registraron 81 en Cuba, pero ocho territorios villaclareños concluyeron en cero: Corralillo, Placetas, Santo Domingo, Manicaragua, Ranchuelo, Caibarién, Remedios y Cifuentes.
La COVID-19 incrementó el número de embarazadas positivas que derivaron hacia un estado crítico, por lo que en muchos casos fue imposible salvarles la vida. A ello se suman las neumonías vinculadas a la pandemia, las hemorragias posparto y la hipertensión arterial, condicionante de afecciones cerebrovasculares hemorrágicas, por citar algunas.
En medio de todo, la vacunación anti-COVID detuvo las pérdidas humanas y no pueden minimizarse los esfuerzos titánicos de los integrantes del Programa de Atención Materno-Infantil (PAMI), los hogares maternos, las instituciones ginecobstétricas villaclareñas y el resto de los componentes que enfrentaron los tiempos adversos.