Annalie, Abelito y el mandato de vivir

«El 90 % lo pusimos nosotros con la cirugí­a y los cuidados postoperatorios, y el otro 10 % correrí­a a cargo de una recién nacida que, durante 31 dí­as, habí­a guapeado con un teratoma de esa magnitud. ¿Que por qué confié en ella?, ¡porque es una guerrera!».

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Recién nacida sobreviviente a cirugía de teratoma de mediastino anterior
Annalie, a tres semanas de operada, se ha recuperado perfectamente. En la mañana del jueves 10 de febrero regresó a su casa, en Caibarién, tras el alta médica. (Foto: Carolina Vilches Monzón)
Liena Marí­a Nieves Portal y Victoria Beatriz Fernández Herrera
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11 Febrero 2022

Teratoma, del griego teras, teratos, significa «monstruo ». El 20 de diciembre de 2021 fue el primer dí­a de Annalie Torna Marrero sobre este mundo y, a diferencia de la conocida frase de que «cada niño nace con su pan debajo del brazo », lo que traí­a la primera hija de Lisyanet Marrero Pérez y Rafael Antonio Torna Fuentes era un monstruo acechante dentro del pecho.

«La niña milagro », el «hito de la medicina cubana », «la de la segunda vida »: a tres semanas exactas de que se le practicara, exitosamente, una cirugí­a inédita en la historia cientí­fica de Villa Clara y del paí­s, deben ser pocos los que, fuera y dentro de la isla, aún no hayan escuchado o leí­do sobre la increí­ble recuperación de la bebé caibarienense, y del acto de talento y fe en idénticas proporciones que supuso abrir el esternón de una niña de 32 dí­as a la que ya no le quedaba tiempo, para extirparle un teratoma del mediastino que le habí­a desplazado el corazón y comprimí­a su aparato respiratorio y otras estructuras vitales.

Operación exitosa de teratoma de mediastino anterior
Lisyanet, la madre, no tiene palabras suficientes para agradecer al equipo que salvó a su primera hija, nacida el pasado 20 de diciembre. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

Imaginar que, sin siquiera suponerlo, penda una sentencia de muerte sobre un ser tan sagrado como solo lo es un hijo, podrí­a clasificarse como la más cruel de las angustias. Sin embargo, «algo » ayudó a Annalie, y no descubriremos nunca si fue la divina providencia o un flashazo premonitorio del destino; si la naricita húmeda por el catarro no hubiera alarmado a sus padres al abuelo materno se le habí­a realizado un test rápido para detectar la COVID-19 que resultó positivo, no habrí­an llegado, en busca de ayuda, hasta el Hospital Pediátrico   Provincial José Luis Miranda, en Santa Clara.

«Sus dí­as estaban contados. Más temprano que tarde, la encontrarí­an sin vida, quizás, dentro de su cuna, y lo primero que pensarí­a cualquier médico es que se trataba de un fallecimiento por el sí­ndrome de muerte súbita infantil, ya que hablamos de una bebé que nació sana, a término y sin aparentes problemas de salud. Para descubrir la verdad le tendrí­an que practicar una autopsia, y tanto el proceder como el resultado hubiesen sido desgarradores para la familia »: son las palabras con que inició su entrevista exclusiva para Vanguardia el Dr. Abel Armenteros Garcí­a, máster en Atención Integral al Niño, especialista de I Grado en Medicina General Integral, de II Grado en Cirugí­a Pediátrica, y jefe, durante más de 15 años, del Grupo de Cirugí­a Neonatal de la Región Central de Cuba.

«Sin tan siquiera haber cumplido un mes de vida, con el antecedente de ser contacto de un posible enfermo de COVID-19, y tras detectarse que respiraba con cierta dificultad, se le indicó una radiografí­a de tórax que develó un ensanchamiento mediastinal muy preocupante. La primera posibilidad en que se pensó fue que aquella imagen debí­a ser alguna malformación cardiovascular, pero un ultrasonido (US) mostró que las cuatro cavidades lucí­an normales, al igual que los pulmones. Sin embargo, la masa anterior que se observaba con nitidez desplazaba para abajo el corazón y comprimí­a la totalidad de la ví­a aérea, comprometiéndola gravemente, y eso nos corroboró que el problema no era cardiovascular.

«Lo que vimos en el US fueron una serie de imágenes tumorales con calcificaciones. Cuando estas se localizan en un US o una radiografí­a de un niño, solo pueden ser dos cosas: huesos y dientes. Ese tipo de tumor se origina a partir de las tres hojas embrionarias ectodermo, mesodermo y endodermo, que dan lugar a la formación de todos los órganos del cuerpo, y por ello incluye las estructuras de cada una de esas capas, que también contienen pelo. Por el polimorfismo lesional ya pude diagnosticar que se trataba de un teratoma benigno, pero, en este caso, debido a   la edad de la paciente, las dimensiones de la masa tumoral, su localización en el mediastino anterior y el comportamiento, habí­a que asumirlo como maligno. No obstante, hasta que no estuviera el resultado de su PCR, por protocolo, no podí­a hacerme cargo de Annalie. Por suerte, fue negativo.

«â€œAhora sí­ es mí­a”, me dije. Ahí­ comenzó el verdadero reto ».

ABELITO Y ANNALIE-2, MUERTE-0

Al Dr. Abel Armenteros Garcí­a lo conocen como «Abelito » hasta en el Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad del Cobre. Por sus manos pequeñas y oscuras como azúcar morena, han pasado miles de niños en las más difí­ciles situaciones. De entre todos, los recién nacidos siempre le han parecido las más extraordinarias criaturas de la creación, «por “duros” y luchadores, es increí­ble verlos batallando por la vida ». Sin embargo, las posibilidades de Annalie se agotaban tras cada minuto transcurrido.            

Dr. Abel Armenteros Garcí­a y la bebé Annalie Torna Marrero
El Dr. Abel Armenteros Garcí­a, jefe del servicio de Cirugí­a Neonatal en la región central de Cuba, junto a Annalie y Lisyanet. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

«Cuando quedé a cargo del caso, la primera indicación fue realizarle un US con el equipo de última generación, que magnifica la imagen y no deja nada a la imaginación. En pleno proceso, que habí­a transcurrido con normalidad hasta ese momento, la radióloga me dice: “Abelito, no encuentro el latido del corazón de la niña”. Como muchos saben, para hacer ese examen se apagan las luces de la habitación, y pedí­ que de inmediato las encendieran. Annalie estaba dentro de la incubadora, cianótica, ya que habí­a hecho una parada cardiorrespiratoria.

«De inmediato comencé a reanimarla y, cuando vi que suspiró, como tomando aire, la cargué en brazos y la llevé, corriendo, para uno de los salones de operaciones. Sin ropa estéril, porque no habí­a tiempo para eso, la terminé de reanimar y, finalmente, reaccionó. Después de canalizarle una venita y ponerle oxí­geno, la trasladamos para la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) ».

Primer combate, ganado.

Sí­, pero a los 10 minutos de estar en la UCI hizo el segundo paro. Respondió de nuevo a la reanimación, y entonces la entubaron para acoplarla al ventilador, que no se le retiró hasta varios dí­as después de operada.

Debió haber sido la alerta definitiva para indicar que la cirugí­a era su única opción. ¿Cuál fue el siguiente paso?

Llamé al Dr. Ramón Villamil Martí­nez, presidente de la Sociedad Cubana de Cirugí­a Pediátrica, y le dije que, de contar con alternativas, la intervención debí­a realizarse en el hospital William Soler, porque dado que el tumor abarcaba la aorta, la vena cava y el corazón, debí­a participar, junto conmigo, un cirujano cardiovascular, además de que precisábamos de un equipo de circulación extracorpórea.

Annalie, Abelito y el mandato de vivir Podcast de Vanguardia.

«Le expliqué también que, debido a la extensión del teratoma, resultaba casi inoperable, y que la paciente tampoco era “evacuable”, o sea, que por su gravedad e inestabilidad no se podí­a transportar hasta La Habana. Indagaron entonces respecto a qué necesitaba para operar aquí­, en Santa Clara: “mándenme a un cirujano cardiovascular, por si ocurre alguna complicación en la que deba intervenir”. Aquella misma tarde me llamó a mi casa el Dr. Eugenio Selman-Housein, director del Centro Nacional de Cardiologí­a y Cardiocirugí­a Pediátricas William Soler. “ ¿Cuándo operamos?”, me preguntó. “ ¡Mañana mismo!”. El sábado 22 de enero, sobre las 10 de la mañana, el Dr. Selman-Housein ya estaba dentro del hospital. Alrededor de las 12 del mediodí­a comenzó la operación; el tiempo quirúrgico fue de una hora y media ».

¿Cómo se preparó, en apenas algunas horas, para un proceder quirúrgico de vida o muerte que jamás habí­a practicado?

Antes que todo, le pedí­ a la presidencia de la Sociedad Cubana de Cirugí­a Pediátrica que me ayudara a localizar algún antecedente similar en el paí­s, así­ como a los cirujanos a cargo en Cuba, el promedio de edad de quienes presentan un teratoma de mediastino es de 33.3 años, según datos de un artí­culo publicado en la Revista Cubana de Cirugí­a (Julio-Septiembre, 2020), pero la respuesta fue desalentadora: «Abelito, aquí­ nadie ha hecho ese tipo de cirugí­a ». En la revisión de la literatura cientí­fica que pude estudiar, los reportes en el mundo sobre recién nacidos con esa patologí­a son muy escasos y, para colmo, con desenlace mayoritariamente fatal.  

«â€œPues yo me voy a poner las botas y, si hay que caer, que sea con las botas puestas”; ese fue mi único pensamiento. Si la aorta o la vena cava hubieran estado englobadas, las posibilidades de éxito habrí­an sido nulas. Sin embargo, lo que si no iba a permitir era que perdiéramos a la niña por no operarla. Entramos a ese salón dispuestos a batirnos; solo habí­a un camino: hacia adelante. Por fortuna, la extirpación total del tumor fue técnicamente posible. Ahí­ llegó mi primer momento de alivio, cuando, al sacar aquella masa enorme, comprobé que ningún órgano interno sangraba y que Annalie se mantení­a estable.

«Todos estuvimos sometidos a mucho, mucho estrés. A nivel personal, sabí­a que el Programa de Atención Materno- Infantil (PAMI) seguí­a cada paso desde el Ministerio de Salud Pública. Encima, compartirí­a el salón con un gran cirujano cardiovascular al que no conocí­a, una persona de avanzada edad que, aunque me proporcionó tranquilidad profesional, también fue para mí­ una fuente añadida de temor, pues me preocupaban los efectos de la ansiedad sobre él. Por tal razón, le pedí­ a mi profesor y colega de tantos años, el doctor villaclareño Pedro Fernández Buzó, que permaneciera conmigo en aquel salón. Aní­micamente, necesitaba del apoyo de un amigo.

Dra. Florinda López
La Dra. Florinda López de la Cruz, especialista en II Grado de Anestesiologí­a y Jefa de Servicio de Anestesia, dirigió el suministro del anestésico y la relajación muscular de la bebé. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

«Fue una intervención muy compleja, en un ser pequeñito que se someterí­a a riesgos y posibles complicaciones graves, sin referencias de sobrevida, con estructuras vitales bajo amenaza… Un desafí­o, en toda la extensión de la palabra ».

¿Cuáles eran las posibilidades reales de que Annalie sobreviviera a la cirugí­a?

Estimamos un 90 % para el no, porque era totalmente probable que falleciera dentro de la unidad quirúrgica e, incluso, antes de que comenzara la intervención, o que no superara la etapa de recuperación. Esa fase es tan crí­tica como la operación misma, pues las complicaciones no solo derivan de la cirugí­a, sino de los efectos de la ventilación mecánica y de la descompresión, que ocurre cuando los órganos intentan regresar a su lugar, y en esa «lucha » de espacios pueden ocurrir fallos hemodinámicos que llegan a ser fatales. Annalie, sin embargo, no tuvo ninguna complicación.  

¿Y cómo se le mira a los ojos a una familia desesperada cuando los vaticinios son tan grises?

Con la verdad por delante. Después de ponerlos al tanto sobre el pronóstico negativo, les pedí­ que, junto a los médicos y el resto del equipo que intervino en el proceso, también ellos se aferraran al 10 % de éxito. Se trataba de la primera hija de unos padres muy jóvenes, pero ambos me comprendieron, ya que les hablé con realismo, pero sin privarlos de esperanzas.

«â€œAbelito, yo se la pongo a usted en sus manos”, me dijo la mamá. Cuando todo terminó y salí­ del salón para ir a verlos, parece que me notaron la alegrí­a en los ojos, pues lo primero que casi gritó fue que ellos sentí­an que todo habí­a salido bien. A partir de ese momento se invirtieron las probabilidades de antes: el 90 % lo pusimos nosotros con la cirugí­a y los cuidados postoperatorios, y el otro 10 % correrí­a a cargo de una recién nacida que, durante 31 dí­as, habí­a guapeado con un teratoma de esa magnitud. ¿Que por qué confié en ella?, ¡porque es una guerrera! ».

¿Cómo definirí­a esta experiencia, profesional y humana, que acaba de vivir?

Como un acto creativo. A esta cirugí­a le puse mis mejores pensamientos y energí­as positivas, pues creo que el estado de ánimo del médico también influye sobre los resultados.

«En pocos dí­as, Annalie regresará a su casa, en Caibarién. Todo el seguimiento postoperatorio se le realizará acá en Villa Clara, dado que su corazón está perfecto. No le quedarán secuelas,   al tratarse de un tumor benigno que se pudo extirpar por completo, ni correrá riesgos de que el teratoma se reproduzca o lo herede a sus futuros hijos ».

Dr. Abel Armenteros Garcí­a
«Al concluir la operación, yo también pude volver a respirar », cuenta Lisyanet, la madre de la bebé. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

¿Acaso no siente que tiene algún tipo de «derecho » sobre ella?

Ya se lo dije a los padres: me la tienen que traer cuando sea más grande, para que conozca a todos los que la hemos cuidado tanto, no sea que no sepa quién soy y un dí­a me tire una piedra (risas). Si en un futuro fuera a exigirle algo a Annalie, serí­a que viva, solo eso.

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