Pedacitos de Cuba

Hasta Arroyo Bermejo, una de las comunidades más hondas del Escambray villaclareño, llegó Vanguardia para reencontrarnos con un pueblo maravilloso que aporta, late y merece muchí­sima atención.

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Paisaje de Arroyo Bermejo, comunidad montañosa en el Escambray, provincia de Villa Clara, Cuba.
(Foto: Carolina Vilches Monzón)
Mónica Sardiña Molina
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
6224
02 Marzo 2022

¡Cuánta maravilla se teje entre montañas! Sin más testigo que la manigua, el cielo y las piedras de un camino empinado como pocos, el periplo hasta Arroyo Bermejo parece una aventura de descubrimiento.

Salimos desde Manicaragua, bordeando las laderas del Escambray villaclareño al pasar por La Piedra, Herradura y Cordovanal, para iniciar el ascenso de nueve kilómetros hasta una de las comunidades más hondas de Cuba.

Roberto Peña, chofer en las montañas de Manicaragua.
Roberto Peña es de los pocos choferes que se atreven a desandar el camino de Arroyo Bermejo. En 36 años nunca ha tenido accidentes. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

Viajamos en un conocido Kamaz azul; no todos los vehí­culos tienen la potencia para enfrentar la cuesta hostil, y pocos choferes se atreven. Pero Roberto Peña ha pasado 36 años subiendo y bajando estas lomas detrás del timón y nunca ha tenido accidentes. Nació en Cienfuegos, pasó unos años en el ejército, combatió en Angola y se quedó en este lomerí­o, al cual lo atan, con la misma intensidad, las fuerzas del amor y la costumbre.

El paisaje regala una fiesta a los sentidos: los zumbidos del monte, el frescor del aire en la piel y en los pulmones, las cimas perdidas entre las nubes y la palma real como centinela de todos los puntos cardinales. Manicaragua parece la maqueta de un pueblo si se mira desde la altura, y cuando el cielo está despejado, la costa sur salta a la vista.

Más de una hora después, el olor de la leña nos da la bienvenida a un poblado de 28 casas habitadas, y entre 50 y 60 vecinos. La escuelita, la carpinterí­a, la panaderí­a, la bodega, el consultorio y la farmacia integran la red de servicios.

Arroyo Bermejo se mueve al ritmo de la actividad cafetalera en la UBPC que preside Jorge Luis Bermúdez Carpio y exhibe resultados económicos muy alentadores. Durante la cosecha, el médico, el enfermero, el bodeguero y otros muchos pobladores se unen a la fuerza de trabajo de la cooperativa para recolectar el grano destinado, en su mayorí­a, a la exportación.

José Felipe Maceda, fundador de la comunidad de Arroyo Bermejo.
José Felipe Maceda Medina es uno de los fundadores de la comunidad. A los cafetales ha  entregado  su vida, pero ya no se siente en condiciones para vivir solo en la montaña.  (Foto: Carolina Vilches Monzón)

La entidad cuenta con 42.02 hectáreas: 38 de café arábica y 4.02 de robusta. Actualmente, el rendimiento promedia 0.54 toneladas por hectárea y se pretende aumentar la siembra a 5000 plantas por hectárea.

Al concluir el 2021, registraron una ganancia de 782 000 pesos y, terminado el mes de enero, sumaron otros 265 000 pesos. Ello asegura suficiente liquidez en las cuentas, evita contraer deudas con el banco y permite distribuir utilidades entre los trabajadores.

Todo ello en medio de un desabastecimiento total de machetes, limas, fertilizantes, herbicidas y demás insumos necesarios para preservar la calidad de un cultivo tan sensible.

Una finca de cultivos varios adscrita a la UBPC garantizó la distribución de 92 libras per cápita de alimentos en la comunidad en el primer mes del año, fundamentalmente de plátanos, cí­tricos y mamey. Asimismo, cuentan con un módulo pecuario para la crí­a de ganado porcino, vacuno y ovino.

Tres carpinterí­as administra la cooperativa. En la situada en Arroyo Bermejo, tres obreros confeccionan taburetes de cuero, juegos de comedor, bates de béisbol y otros artí­culos solicitados por empresas de la provincia.

Eduardo López Roque, maestro de la comunidad de Arroyo Bermejo.
Eduardo  López Roque ha dedicado a educar 54 de sus 77 años. En muchas ocasiones recorre a pie el camino de ida y vuelta para dar sus clases en el aula anexa de la  escuela  Mártires de Chile.  (Foto: Carolina Vilches Monzón)

En medio del olor a madera y el polvo de aserrí­n, encontramos al joven Arley Dí­az Rodrí­guez, quien cambió su empleo en el sector del Turismo para aprender el oficio y refugiarse en la calidez del hogar. Por estos meses, también se estrena como padre y como delegado de circunscripción.

Hay en las montañas tantos problemas como en el llano, agudizados por más de dos años sin transporte regular. Existen varios camiones guagua preparados para subir, pero algunos tramos pondrí­an en peligro a los pasajeros y deteriorarí­an mucho los vehí­culos.

No obstante, los conocedores aseguran que el vial ha estado en peores condiciones y abogan por que, al menos, un camión preste el servicio de transporte público un par de veces a la semana. Ni siquiera reclaman comodidad.

Casi todo se resuelve en la cabecera municipal o en Santa Clara. Hay que bajar un dí­a antes, generalmente a pie, y regresar en las mismas condiciones. Los cafetaleros que tienen una vivienda en Manicaragua trabajan arriba de lunes a viernes y bajan el fin de semana, porque el traslado diario resulta insostenible.

Paula Calzada Arboláez, residente en Arroyo Bermejo, Manicaragua.
Paula Calzada Arboláez recuerda sus logros al pie de los cafetales y muestra orgullosa su retrato en el otrora suplemento Arimao. (Foto: Carolina Vilches Monzón)

Abrumados por el aislamiento, parte de los pobladores ha emigrado hacia el valle del Yabú, en busca de un mejor futuro para sus hijos y nietos, u obligados por la vejez, que ya no les permite llenar latas de café ni desandar la pendiente de nueve kilómetros en casos de urgencia.

Paula Calzada Arboláez decidió quedarse. En este lomerí­o nació y creció, se entregó a las demandas de viveros, cafetales o donde hiciera falta, y encaminó a sus cuatro hijos para que estudiaran.

Con orgullo habla de sus reconocimientos a nivel municipal y provincial, de las cinco veces que ganó la condición de Vanguardia Nacional, y guarda como reliquia una edición del otrora suplemento Arimao, donde aparece una fotografí­a suya.

Las enfermedades que le impidieron continuar trabajando cuando aún no tení­a edad para la jubilación endurecen el aislamiento al cual ya está condenada. Tal es así­, que solo ha recibido una dosis del esquema de vacunación contra la COVID-19, porque cuando le correspondí­a la segunda, estaba bajo tratamiento con antibióticos, y después le resultó imposible llegar al área de Salud más cercana para recibir las que faltaban.

David Gallardo Garcí­a, médico de la comunidad de Arroyo Bermejo.
El Dr. David Gallardo Garcí­a llegó hace tres meses a la comunidad, y ya se enamoró de la gente que lo rodea.  (Foto: Carolina Vilches Monzón)

No le parecen pocos ni sencillos los problemas; mas, ratifica la decisión de permanecer en la comunidad donde nació, creció y fundó una familia. Aquí­ mismo quiere que reposen sus cenizas.

Tampoco faltan los visitantes enamorados de estos parajes y de la gente buena que los habita. Uno de ellos viste bata blanca y se llama David Gallardo Garcí­a. Llegó hace apenas tres meses, «con la marcha atrás puesta » cuando vio la lejaní­a del asentamiento y las condiciones del consultorio. Con la ayuda y el cariño de todos, transformó su entorno y hoy se siente «de maravilla ». La especialidad de Medicina General Integral y el sueño de convertirse en cirujano no le permiten quedarse más de un año. Aun así­, no sabe cómo despedirse de estos confines.

Son pedacitos de Cuba, de todas las edades, formas y tamaños. En los picos azules, la leña quemada, el taburete recostado a la pared, la carretera herida por el paso de las aguas, los frutos maduros que doblan las ramas, el pico insistente al borde del camino, los tocororos, la bandera que ondea sobre una escuela rural y los niños sonrientes, late un paí­s.

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