No hay que esperar cada 22 de mayo para saber que existe un algo llamado biodiversidad representativa de uno de los principales equilibrios del Planeta; sin embargo, pocos se detienen a pensar que tanto las generaciones actuales como las que están por venir corren notorios riesgos como consecuencia del deterioro del patrimonio biológico.
Y es que la pérdida de la biodiversidad, sobre la que descansan las disponibilidades de fuentes alimentarias, el potencial farmacéutico y la extensa mayoría de los servicios ambientales, ocurre de manera increíble.
Según estudios «desde el año 1500 el hombre ha propiciado la desaparición de 680 variedades de vertebrados, mientras que un millón de especies de animales y plantas corren la amenaza de extinguirse », de acuerdo con estudios realizados por expertos convocados por la UNESCO y presentado en París.
Pero hay más, de las 48 000 especies de animales evaluadas, unas 18 000 están amenazadas: el 21 % corresponde a los mamíferos, el 30 % a los anfibios, 12 % a las aves, 28 % a los reptiles y 37 % a los peces de agua dulce. Y no hay nada de juego, pues sepa que en los últimos 30 años han desaparecido 21 especies de aves.
¿Quién es el principal encartado? Sin duda recae fundamentalmente en las acciones indiscriminadas de los hombres y las constantes heridas que le ocasionan a la Naturaleza, y vale aclarar que ni el cono antillano ni Cuba escapan de esta coyuntura al estar sometidas a la considerable deforestación durante años.
Si miramos la cobertura boscosa existen evidencias de que desde la llegada de los europeos a la isla marcan su pérdida. En el siglo XVI más de 70% del territorio cubano estaba cubierto de bosques, pero en 1900 se redujo a 41 % de cobertura y en 1959 solo quedaba el 14 %, derivado del desarrollo de la industria azucarera durante aquellos años, unido al crecimiento urbano, la industrialización y el acelerado desarrollo del turismo que produjeron un descenso de la biodiversidad cubana.
Por suerte, hay reportes que indican el incremento de nuestra área boscosa hasta alcanzar el 24,7 %, y si bien la mayor parte estuvo condicionada al aumento de las plantaciones forestales, el área de los bosques naturales creció en 2,4 %.
PARA RECORDAR
El 75 % de los ambientes terrestres y el 66 % de los ecosistemas marinos han sido modificados en el mundo,
Cada año están en riesgo ingresos mundiales procedentes de las cosechas valorados entre 210 000 millones y 515 000 millones de dólares como resultado de la pérdida de polinizadores.
Más de un 40 % de las especies de anfibios, casi un 33 % de los arrecifes coralinos, y una cifra superior a un tercio de los mamíferos marinos se encuentran en evidente peligro.
En 2016, se estimaba que aproximadamente el 10 % de las razas y variedades domesticadas habían quedado extinguidas, lo que indica el declive de la diversidad genética.
Así anda este mundo en que vivimos en donde la destrucción del hábitat resulta la causa principal que amenaza la biodiversidad en todo el Planeta.
El Caribe insular aparece como uno de los 25 sitios de mayor importancia en el mundo en torno a la conservación de la biodiversidad; no obstante, la pérdida continua de los ecosistemas y hábitats naturales, la presión mantenida por las poblaciones humanas, la aparición de especies exóticas de plantas y animales junto a la caza y tráfico ilegal empeoran el panorama de manera crucial, a lo que se suman los efectos del cambio climático con mayores zarpazos sobre las islas.
Y tampoco pueden minimizarse en esta subregión otros detalles que limitan las acciones de conservación como la conciencia ambientalista limitada, la falta de recursos financieros y la capacidad local de algunos para efectuar estudios de monitoreo de los sitios y de las especies más afectadas.
Otro de los peligros potenciales de los ecosistemas acuáticos está vinculado al vertimiento de residuales por parte de las industrias y la población, sin que pasen por ninguna planta de tratamiento. Tampoco se piensa en la existencia de especies en esos cuerpos de agua que resultan necesarias para el mantenimiento del equilibro en estas fuentes.
Mas añada la cantidad de plástico, recipientes de vidrio, metales, plaguicidas, lubricantes y otros desechos que difícilmente se descomponen de forma natural y abren las puertas para el envenenamiento de la flora y la fauna.
En medio de todo el panorama no podrá obviarse la salinización y la desertificación ocasionada en gran parte por la destrucción de la barrera protectora que ofrecen los manglares y la vegetación costera, sin descartar la industria minera que ha arrasado con grandes extensiones de bosques, por un lado, y el proceso industrial devenido contaminante, por otro.
Párrafo aparte para los incendios forestales agudizados en los períodos de sequía y con saldos catastróficos en aquellos ecosistemas de alta diversidad biológica.
Tampoco escapan fenómenos climatológicos a tener en cuenta como los ciclones que hieren, sobremanera, a los bosques, lo que modifica la alimentación y el refugio de muchas especies de animales.
OTROS DETALLES PARA NO OLVIDAR
La degradación de las tierras ha reducido la productividad en un estimado del 23 % en el conjunto de las áreas terrestres.
El 75 % de los ambientes terrestres y el 66 % de los ecosistemas marinos han sido severamente modificados, y la mayoría de ellos continúa sufriendo un proceso de degradación.
La cobertura de corales vivos en los arrecifes se ha reducido a la mitad respecto a los pasados 150 años.
Aproximadamente, el 9 % de las 5,9 millones de especies estimadas que existen (más de 500 000) tienen hábitats tan fragmentados y escasos que son insuficientes para garantizar su supervivencia a largo plazo.
Mucho más pudiera decirse en torno a la pérdida de la biodiversidad, y no todos tienen la suerte de contar con una fortaleza para el trabajo como es el Centro de Estudios y Servicios Ambientales (CESAM) de Villa Clara, perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
Se trata de un grupo de expertos que dirige y ejecuta proyectos e investigaciones en disimiles escenarios para conservar los recursos naturales, incidir en el manejo integral de ecosistemas frágiles, y en el enfrentamiento y mitigación ante el cambio climático.
Su colectivo ve más de cerca el hecho de brindar soluciones a problemáticas originadas por esa relación hombre-naturaleza que no siempre encuentra su equilibrio, y que tanto reclama también del aporte comunitario en general a fin de evitarle mayores grietas a la biodiversidad.
Encontrar el balance entre la necesidad imperiosa de explotar los recursos naturales y la protección del medio ambiente es uno de los grandes retos que enfrenta nuestro país.
En las manos colectivas y, sobre todo, en las actuaciones racionales se concentran, a mi modo de ver, las cartas elementales para proteger la biodiversidad, esa que tanto necesitamos.