Conozca a Maritza Díaz Morejón, la única villaclareña galardonada, hasta el momento, con el Premio Nacional a la Conservación del Patrimonio Documental de la Nación Cubana por parte del Citma.
«La superación constante es la clave para seguir avanzando», confiesa Maritza Díaz Morejón, quien dedicara los últimos 12 años de su vida laboral a la gestión documental, específicamente a la atención y control de la actividad estatal. (Foto: Ricardo R. González)
Ricardo R. González
@riciber91
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13 Junio 2022
13 Junio 2022
hace 2 años
¿Quién dice que a los 53 años es imposible graduarse en la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas? Pregúntele a Maritza Bernarda Díaz Morejón, que obtuvo su título de licenciada en Estudios Socioculturales luego de asistir, cada sábado, a los cursos por encuentros en la prestigiosa institución.
A veces cansada, en ocasiones con múltiples tareas por hacer; sin embargo, emprendía el largo camino que separa a la ciudad del recinto universitario, y en 2013 cumplió otra de sus tantas aspiraciones al graduarse, porque es de esas mujeres que contemplan la vida con optimismo.
Todavía recuerda cuando en 1987 llegó al Archivo Histórico Provincial (AHP) como auxiliar de servicios. Ha llovido mucho desde entonces, pero aquel mundo llamó su atención y, poco a poco, encontró en la superación cotidiana el camino que la llevó a descubrir su universo.
«Pasé cursos en la Biblioteca Provincial Martí, hasta que en 1992 alcancé el técnico medio en Bibliotecología y entré al Departamento de Procesos de Documentos Antiguos del propio AHP, en el fascinante trabajo con las actas capitulares ».
Cuando se habla de Maritza hay que destacar su cualidad investigativa sobre personalidades de la localidad, como el caso del escritor y periodista Florentino Martínez.
«Ya de Manuel García-Garófalo se había hablado bastante, al igual que de Francisco López Leyva, coronel del Ejército Libertador, entre otros; sin embargo, la obra y todo el valor de Florentino quedaban un poco en penumbras, a pesar de su relevancia cultural extraordinaria y de haber sido cuatro veces alcalde de facto, con una vida respetable en Santa Clara.
Por ello me adentré en sus aportes, sus escritos, en publicaciones como La Publicidad y El Villareño, y ello suscitó varios trabajos investigativos, incluso una tesis universitaria que abordó su faceta periodística ».
Sin dudas, existe una marcada tendencia personal que llama a la investigación. ¿Cómo llegó a su vida?
La adquirí a través de los años, las actas capitulares me despertaron esa vocación al encontrar la maravilla de la historia, pues desde la fundación de Santa Clara, en 1689, se plasmaba el acontecer político y socioeconómico de la villa, y ello me permitió revivir, imaginariamente, aquella etapa con sus costumbres y tradiciones, como si me llevaran de la mano por la villa. Entonces mi compañera de labores, Adela González, me invitó a presentar trabajos conjuntos.
Ante tanto tesón, ¿qué cualidades deben caracterizar a un buen investigador?
Debe poseer una cultura general, dada la necesidad de ubicarse en diferentes períodos y conocer de cultura, de historia, sin dejar de relacionarse con el caudal existente en el AHP, que tiene un valor extraordinario.
¿Considera que todo el arsenal disponible en ese centro está plenamente utilizado?
A mi modo de ver, resulta inconcebible que tanto caudal de conocimientos allí existente aparezca subutilizado. Quien realice una investigación y no pase por el Archivo, puede estar seguro de que el trabajo quedará incompleto.
Luego de tantos años en el AHP, ¿cuál resultó la faceta más difícil?
Trabajar en el Departamento de Procesos Técnicos con documentos que datan de 1700 y presentan bastante deterioro. Había que tocarlos con sumo cuidado, pero ello me permitió adquirir muchos conocimientos que no tenía. En ellos descubrí detalles extraordinarios.
Maritza Díaz detesta la pasividad, y por ello participó en talleres, concursos e investigaciones. Recuerda los tantos cursos impartidos por la historiadora de la ciudad, Hedy íguila Zamora, con énfasis en las aristas locales.
¿Ello reforzó la inclinación hacia la Licenciatura en Estudios Socioculturales?
Era el afán de abrazar más conocimientos. La práctica ya la tenía, me faltaba la teoría, y la completé con las nociones de cine, de teatro, del panorama de la cultura nacional, que redondearon lo ya aprendido en el Archivo.
Un día llegó la noticia de que era Premio Nacional a la Conservación del Patrimonio Documental de la Nación Cubana, el único existente en Villa Clara hasta este momento…
Fue un reconocimiento del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (Citma). Me pidieron un currículo y lo entregué sin imaginar para lo que era. Un día, Carlos Coll Ruiz, el director del AHP, me dijo que había asistido a un evento en Sancti Spíritus y le habían dado un reconocimiento para mí, sin ofrecer muchos detalles de lo que se trataba.
Un tiempo después, en el Balance del Citma en el Gobierno Provincial, la viceministra del organismo, Dra. Adianez Taboada Zamora, me lo entregó. Fue una sorpresa porque siempre me ha caracterizado la sencillez.
La vida hogareña, ¿un freno o todo el apoyo hacia Maritza?
No me puedo quejar. Mi vida en el hogar no se separa del ambiente cultural. Me casé a los 16 años, tengo dos hijas, tres nietas y dos bisnietos. Mi esposo, Gustavo Gutiérrez, cantó en el Coro de Santa Clara durante muchos años, después fundó un cuarteto, es compositor y premiado en varios festivales Gustavo Rodríguez in Memoriam, por lo que nunca se opuso a mi superación; al contrario, me apoyaba en algunas tareas para que nuestra hija fuera a la escuela.
¿Es cierto que aBeethoven, Mozart y Strauss los investiga y disfruta en casa?
Así es. Nauta Hogar ha sido otra posibilidad de aprendizaje, y sugiero a quienes lo tengan que no se encasillen en determinadas cosas, que abran el espectro y no se aparten de la historia de Cuba y de la localidad.
Hace unos años se abrió el Departamento de Gestión Documental y Archivo de la Delegación Territorial del Citma en Villa Clara. ¿Una nueva experiencia?
Fue mi último trabajo antes de jubilarme. Era necesario supervisar los archivos existentes en las distintas instituciones y organismos de alcance nacional, provincial y municipal, a partir de un diagnóstico realizado, para conocer cómo se comportaba la gestión documental en el territorio. Ello implicaba el traslado a municipios y entidades laborales.
Por qué la jubilación?
Hace algo más de un mes que me acogí a ella. Le agradezco mucho al jefe del departamento, Alexis Manuel Díaz Artiles, toda su atención. En realidad no quería hacerlo, pero los años no perdonan, aparecen los achaques, y sin que nadie se entere... son más de 30 años de servicio de los 64 de vida. Eso sí, cuando me necesiten pueden contar conmigo, porque todavía me levanto y me apuro como si tuviera que ir a trabajar.
Cuando pasa revista, ¿qué enseñanzas le han dejado tantos años de entrega?
Me acuesto por la noche y comienzo a repasar el tiempo, y me parece revivir cada momento. Aprendí mucho de mis compañeras de trabajo, aunque perdimos a Carmen Lamadrid con la COVID; fue un ser humano extraordinario y eso nos duele.
«No siempre la vida laboral es color de rosa, tuve disgustos y alguna que otra incomprensión, pero el camino cotidiano era más grande que el resto de las pequeñeces surgidas.
¿Puede hablarse en su caso de la «utilidad de la virtud »?
Pienso que sí. Aun jubilada me siento útil, porque transmito conocimientos. Les sugiero a las nuevas generaciones y a los adultos que nunca dejen de abrirle las puertas al conocimiento, ya que lo aprendido jamás se olvida. ¿Quieres mayor satisfacción que cuando una de mis nietas, de sexto grado, me pregunta, pueda responderle? Eso me da un placer enorme, por lo que me siento también educadora de estos tiempos.