Reinado del cocotero

De la propagación gámica de posturas de coco, la importancia que adquiere esa planta en suelos que antes tení­an escasa incidencia productiva y del fomento de cultivos varios, hablan campesinos de Caibarién.

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El cultivo de malanga, junto a otras viandas y vegetales, también se extiende por la geografía de Caibarién. (Foto: Luis Machado Ordetx)
El cultivo de malanga, junto a otras viandas y vegetales, también se extiende por la geografía de Caibarién. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
805
19 Junio 2022

Los hermanos Manso Sosa, desde la finca agrí­cola de Caibarién, tienen la mirada  puesta  en el fomento y desarrollo del cocotero (Cocos nucifera  L.), considerado un cultivo que, entre las palmas tropicales, gana constates seguidores entre los campesinos de la región.

«Ya me veo tributando frutas para una minindustria que, con colaboración internacional, montarán en el municipio », dijo Francisco. A las espaldas del hombre otras plantas aumentan de tamaño y algunas ya tienen floraciones incipientes. Hay intercalamiento en rotación de siembras de viandas y vegetales.

En la parte opuesta de la carretera a Yaguajay, un bají­o conduce a plantaciones antiguas. Todo es administrado, en calidad de usufructuarios, por los hermanos. Allí­ Francisco enseña aquellos primeros cocos que sembró a partir de posturas regaladas por amistades de la zona.

Después los Manso Sosa comenzaron a ganar espacio terrestre a los suelos salinizados, y las márgenes de la costa se acortaron a partir de técnicas propuestas en el programa «De campesino a campesino », movimiento agroecológico que animó la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP),  en  los últimos años de la década de los 80 del pasado siglo.

Desde entonces antes solo conocí­an de la labranza de la tierra a partir de los consejos ancestrales dejados en el seno familiar se convirtieron en experimentados agricultores vinculados a la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Alberto Pis Delgado, de Dolores.

El cultivo de la tierra con bueyes y el riego de materia orgánica en los campos conviertieron las 4.6 hectáreas de superficie en centro de siembras sistemáticas de maí­z, yuca, boniato, calabaza y malanga este último logra una recuperación permanente, casi única en esta zona de la provincia.

Francisco, y su hijo Frank Alejandro, campesinos de Caibarién, empeñados en el fomento del cultivo de coco y programas vianderos. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Francisco, y su hijo Frank Alejandro, campesinos de Caibarién, empeñados en el fomento del cultivo de coco y programas vianderos. (Foto: Luis Machado Ordetx)

«Todo se logra, dice Francisco, con mucha constancia y sin abandonar el fomento del coco, nuestro principal renglón y estamos preparando condiciones para aumentar los volúmenes de acopio a partir de pocos años. En la actualidad, de ese cultivo tenemos miles de plantas en explotación, y a pesar de los ataques de plagas y enfermedades, las cuidamos con celo porque fueron las primeras que reportaron ganancias para la familia », acotó.

Yagí¼ey, el lí­mite          

El puente sobre el rí­o Yagí¼ey, Abajo y Arriba, como llaman algunos, demarca los parajes rurales entre Villa Clara y Sancti Spí­ritus. No hay tanta población en esas zonas, y  algún que otro caserí­o aflora por tierras fértiles y llanas. Son sitios lógicos para el desarrollo de polos productivos, como el encomendado a Caibarién, con el rescate de cultivos perdidos, en lo esencial las viandas,  fundamentalmente  la malanga.  

En esa geografí­a también abundan sembrados de cocoteros, y los acopios, de una manera u otra, llegan a los mercados y también a ventas concertadas con instituciones estatales, sobre todo la industria farmacéutica.

En esa zona, y para acentuar el fomento de cocoteros, unas 750 hectáreas, antes ociosas e invadidas de marabú, tienden a restablecer cultivos. En el coco están colocadas las miradas a partir del segundo lugar que ocupa la provincia, y en especial Caibarién, después de Baracoa, en la cantidad de plantas existentes.

Los hermanos Manso Sosa, como propagadores de plantaciones de coco, resultan abanderados. Francisco destacó que algunas posturas llegaron desde Baracoa, y otras las obtiene directamente en la finca.

«Los tiempos son duros, con carencias de insumos para labrar la tierra, pero tenemos la experiencia agroecológica y el apoyo estatal en créditos, comercialización y asesoramiento técnico y semillas, para salir adelante y lograr producciones. No importa que, a veces, se carezca de riego eléctrico de agua: de no plantar el suelo perderí­amos todos; de lo contrario, siempre algo habrá que cosechar y echar pa'lante », precisó.

Visión de futuro

Francisco aclara que, a pesar de los acopios de cultivos varios y coco, tal vez no «tenga la finca con idénticas cualidades que antes », según afirmó. Por ninguna parte observo palmos de suelos ociosos, le alerto. El hombre declara que  los aseguramientos de insumos no están a la altura de otros tiempos, pero «trabajar es lo único que genera riquezas para conseguir alimentos que van directos al pueblo, y por eso aquí­ nos mantenemos sembrando de sol a sol », añade.

En el cocotero y la minindustria cifra las esperanzas del despliegue perspectivo de la finca, y reafirma la utilidad que tiene el fruto para el consumo fresco ¡y hasta piensa en las ofertas al turismo de la cayerí­a!, así­ como la presencia del dulce almibarado en conserva y  su uso  en la industria farmacéutica como antioxidante natural y antiparasitario.

El intercalamiento de cultivos contribuye a la elevación de los rendimientos agrí­colas. (Foto: Luis Machado Ordetx)
El intercalamiento de cultivos contribuye a la elevación de los rendimientos agrí­colas. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Al cocotero lo nombran «el árbol de los 100 usos », y el hombre, acompañado de su joven hijo, Frank Alejandro, sonrí­e pensando… Caibarién, no cabe dudas, se llenará de plantas de coco, como ocurre con muchas zonas de Pinar del Rí­o y Holguí­n o Sancti Spí­ritus. Es la razón que los cualifica, desde la finca, para fomentar viveros y obtener semillas de calidad que después se llevan al campo en un cultivo perenne que llega a alcanzar hasta 25 metros de altura. No obstante, plantea Manso Sosa: «Aquí­ preferimos los cocoteros del tipo enano, por su crecimiento y precocidad en la inflorescencia y cantidad de frutos obtenidos ».

Frank Alejandro, el hijo, observa al padre cuando intercambia puntos de vista relacionados con las labores agropecuarias de la finca. El campesino dice que el muchacho es de poco hablar, prefiere trabajar entre surcos que soltar palabras. No obstante, indica que allí­  está «guapeando, y ayudando en todo. Así­ también se aprende, aunque las actividades entre surcos son duras, y de levantarse temprano y mirar hacia las alturas para saber cuándo caerá un buen aguacero que beneficie o dañe los sembrados ».

Son las lecciones del momento, guataca y machete en mano, y comenta: «Estoy embullado con lo que hago, y la cercaní­a y ejemplo de mi padre ». Un colega le pregunta al joven sobre los resultados económicos, y por respuesta aparece una risa entrecortada... Es como el sí­mbolo de que para obtener las cosas, principalmente dinero necesario para enfrentar la carestí­a de la vida, hay que trabajar duro. Y responde: «Reconforta mucho cuando sabes que el dinero que obtienes es legal, y eso se disfruta también ».

Francisco siente orgullo por el hijo, y de igual modo, en esos brazos unidos junto al surco enriquecido con humus de lombriz como para no perder de vista las ancestrales técnicas agroecológicas hay un goce transmitido por generaciones en el reinado perspectivo del cocotero de la región.

 

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