Selva, la maestra de maestros

Esta madrugada falleció la insigne pedagoga Selva Dolores Pérez Silva, con más de cinco décadas dedicadas a la labor formativa del magisterio en esta región central de Cuba.

Compartir

Selva Dolores
(Foto: Tomada de Internet)
Narciso Fernández Ramí­rez
Narciso Fernández Ramí­rez
@narfernandez
1010
24 Junio 2022

Conocí­ a Selva Dolores siendo un niño. Era mi vecina en la calle Virtudes, esquina a San Miguel, donde ella viví­a en un apartamento en los bajos del edificio 26 de Julio, conocido como edificio Raúl. En aquel entonces era para mí­ la mamá de Jorge, su hijo mayor y compañero de mis juegos infantiles.

Luego, al ingresar al Destacamento Pedagógico, fue cuando supe de la doctora en Pedagogí­a Selva Dolores Pérez Silva. Toda una personalidad en el magisterio de la antigua provincia de Las Villas y asesora, junto a otros brillantes pedagogos, de quienes, jóvenes, como yo, asumimos con apenas 17 años y el 10.o grado de escolaridad, la tarea de Fidel Castro de dar clases en las escuelas secundarias básicas en el campo.  

Selva Dolores (cuarta de izquierda a derecha) en la actividad por los 50 años del Destacamento Pedagógico, junto a otros destacados profesores (Foto: Ramón Barreras)

De nuevo volví­ a saber de su enciclopédico conocimiento en Pedagogí­a, cuando ya de profesor ingresé en 1984 en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela. Allí­, verdaderamente, calibré en todo su esplendor sus dotes de maestra y su amor infinito por la figura del padre Varela, cuya cátedra honorí­fica fundó y fue su presidenta durante décadas.

Selva Dolores se sentí­a una devota seguidora de Varela, y esa misma pasión por quien «primero nos enseñó en pensar » nos las inculcaba al claustro de profesores y los alumnos.

La Cátedra Varela ocupaba un lugar preeminente entre todas las de su tipo. Era la primera de todas las cátedras honorí­ficas del antiguo Pedagógico, y Selva cada año organizaba la Semana Vareliana e iba con sus alumnos al Seminario de San Carlos y San Ambrosio, y al Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde reposan los restos del presbí­tero Varela.

Aprovechaba también la profesora Selva Dolores para llevar a la Cátedra Varela a cuanta personalidad llegara al Pedagógico. Así­ lo hizo con Carlos Rafael Rodrí­guez, con el ministro José Ramón Fernández, con Alberto Granado, el amigo del Che, y con otros muchos.

Después, siempre que nos encontrábamos, utilizaba una palabra que nos llenaba de ternura, tal y como era ella, nos llamaba «mis niños » y así­ nos veí­a, como hijos suyos del magisterio.

La última ocasión que estuve a su lado fue cuando se organizó el evento por los 50 años del Destacamento Pedagógico. Allí­ estaba ella, siempre con su pañuelo en la cabeza y esa sonrisa dulce que la caracterizaba. Hablamos de su salud, de sus hijos y nietos, a quienes adoraba.  

Y la vi disfrutar del reencuentro con sus alumnos de entonces y su rostro se transfiguraba al ver a esos jóvenes de cinco décadas atrás convertidos en maestros experimentados, y émulos de ella y de su Varela querido.

Hoy nos dijo adiós tras una vida dedicada al magisterio. Nos quedan su legado, su ejemplo y esa devoción por la profesión de enseñar, que, como dijera José Martí­, es «una obra de infinito amor ».

Homenaje póstumo a la insigne educadora en los predios del antiguo Pedagógico Félix Varela; hoy, sede pedagógica de igual nombre de la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas. (Foto: Tomada de Internet)

Sus alumnos, compañeros de trabajo, amigos, herederos todos de su amor por la enseñanza, no olvidaremos a la doctora Selva Dolores Pérez Silva. No olvidaremos a la maestra, a la profesora, a la pedagoga que, como José de la  Luz y Caballero, ese otro discí­pulo de Varela, nos demostró que   «instruir puede cualquiera, pero educar solo quien sea un evangelio vivo ».

Eso fue Selva Dolores. Un evangelio vivo.

Comentar