íšnico estudiante villaclareño invidente que se forma como técnico medio en Derecho, cuenta, a pesar de su ceguera total, los deseos de alcanzar en tiempos no lejanos el título universitario. Una persona normal aunque la vida y la realidad social impongan barreras, dijo.
No hay barreras imposibles para el joven Abel Morales Cruz, y así lo demostraría en el campismo de Río Seibabo tras recibir las lecciones preliminares sobre la güira salvaje. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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05 Julio 2022
05 Julio 2022
hace 2 años
La gí¼ira salvaje, también conocida como fugitiva, describe la trayectoria circular de un péndulo simple. El fruto verde, recién cosechado de la planta, está como sentado en el aire frío y húmedo que cobija el ambiente de la serranía, y el muchacho anda a su acecho.
A tientas, o a ciegas, con un madero en la mano parecido a un bate artesanal de béisbol, trata de reconocer por el sonido cuando la esférica está próxima en su movimiento tangencial, y pretende golpearla. Será el tributo a otro triunfo más en los anales de la corta existencia.
Una y otra vez hace un tipo de swing descoordinado en el anhelo por chocar con la masa vegetal. Sonríe ante la algarabía de los ansiosos espectadores. ¡Zas, zas, zas, zas!..., y falla en dos intentos. A la tercera, la vencida, y en pedazos la pieza colgante cayó sobre el piso de cemento, escenario principal de la competencia. Otro lauro más, dice en soliloquio, ante los aplausos que le tributan en el empeño sistemático por subir peldaños, a veces violentos, impuestos en el decurso de una historia juvenil que lo impulsará hacia el futuro del adulto útil en el plano social.
Normal, muy normal
De ese modo calé por segunda ocasión, casi consecutiva, a Abel Morales Cruz, un joven como otro cualquiera, y ahora vecino de mi otrora barrio de aplatanamiento en Santa Clara. El suceso transcurrió en Río Seibabo, y antes lo observé cuando en playas de Corralillo disfrutó de zambullidas en el agua. Luego lo escuché, junto a familiares y amigos, hablar con entusiasmo de Historia y de Cuba, en narraciones que recordaban episodios bélicos ocurridos en épocas y escenarios diferentes.
Esa razón obligó a aguzar más el oído, y a meditar, cuando le preguntaron cómo te sentiste, y por respuesta dijo: «Normal, muy normal, y seré abogado y campeón en natación », señaló en sentido de media inocencia.
Aquello llenó de regocijo. Pensé en cómo el cerebro, ante la carencia de visión, se adapta a las circunstancias y hasta acelera el sentido del tacto. Después contó, según dijo su madre, aquel momento en el cual llegó la ceguera permanente, cuando tenía 18 meses de nacido, por causas posnatales de prematuro desprendimiento de retina. De allá para acá todo en su vida tendría que transcurrir de manera uniforme ante la dependencia repentina de sentidos no visuales.
Hoy Abelito, el mago, como lo nombro, después de abandonar un poblado aledaño a Encrucijada, reside desde hace un tiempo en la calle Caridad, entre San Pedro y Toscano, en Santa Clara. Viste otro uniforme, muy diferente al que empleó como estudiante de la escuela especial Fructuoso Rodríguez o al de la secundaria básica José Martí, en la capital villaclareña.
La afección visual lo impulsó, con la ayuda de la familia y amistades, a imponerse otros caminos, y la enfermedad ocular pasó a un segundo plano, muy alejada de cualquier sufrimiento humano. De ahí que se considere, así lo afirma, un «joven consciente y apto para acometer lo que hacen otros » que desean acariciar las oportunidades de crecimiento profesional deparadas por el tiempo. Habla, incluso, de cómo sueña dormido, de los hechos que ocurren en una jornada y de otros remotos, así como de la manera que imagina a las personas por la voz, y también en la escala de colores sin importar la falta de información visual previa. Eso lo convierte en inmenso...
La pérdida del sentido de la vista cuando apenas comenzó a caminar en el hogar, independientemente de todas las ulteriores implicaciones humanas y socioeconómicas, jamás lo han limitado para conseguir una formación profesional. De ahí la recurrencia de sueños con Martí, aunque la voz del Apóstol cubano se perdió en el tiempo, pero quedan sus prédicas contadas en discursos leídos por otros y en papeles contenidos en el sistema Braile. «Esta es mi Patria, y seré el resultado de sus valores inquebrantables », dice con orgullo, y le creo.
Pienso, incluso, en el encuentro de Fidel, allá por 1977, con el anciano Salustiano Leyva, que en la vejez, ya ciego, contó cómo de niño conoció en persona al delegado del Partido Revolucionario Cubano cuando desembarcó en las costas de Playitas de Cajobabo dispuesto a subir el lomerío oriental, a pesar de los obstáculos que pudieran aparecer en el camino...
Vista en el horizonte
La última ocasión en la cual encontré a Abelito, habló con entusiasmo de la conclusión del primer año de estudios de técnico medio en Derecho en el Instituto Politécnico Industrial (IPI) General Lázaro Cárdenas del Río, antigua Escuela de Refrigeración, al este de la ciudad de Santa Clara. La dependencia familiar hace mucho tiempo quedó atrás. Ahora los amigos y profesores se erigen, en última instancia, en auxiliadores ante su permanente limitación visual.
Es el primer joven ciego que ingresa en el centro. El profesor guía Jorge Alfonso Díaz refiere con entusiasmo cómo se ensayó un sistema de trabajo docente para no limitar la calidad de los contenidos y las asignaturas a impartir durante los cursos de formación profesional. Son varios los amigos y amigas, condiscípulos, que reiteran la colaboración permanente. Ahí está Wendy Mejías Rodríguez, y también Bárbara Yanelys Díaz Rodríguez, quienes opinan que el muchacho «es muy independiente, preocupado y ocupa un lugar en sus corazones, y hasta forma parte de la familia más próxima ».
El profesor Fernando Naranjo Díaz imparte Redacción y Estilo, y cuenta que Abel «es un alumno excepcional en la captación de las clases, independencia y comportamiento. El reto es fuerte y la experiencia maravillosa, y será vencida cuando concluyan los años reglamentarios de evaluaciones sistemáticas y de carácter oral. Entonces saldrá de aquí un profesional único, del cual hablaremos con orgullo en cualquier escenario pedagógico ».
El mago de la palabra
«El primer día de clases fue el más difícil, aunque no percibí asombro por la llegada de un alumno ciego. No conocía a nadie. Allí estaba con mi bastón blanco, esencial en la orientación y movilidad, y me sentía algo nervioso. Después todo fue diferente, porque, integrados en colectivo, comprendieron que ser ciego no representa una limitación para el estudio. Sí lleva retos, pero se pueden vencer, como en la secundaria básica », aclaró con voz tierna del adolescente que jamás se amilana ante las zancadillas de la vida.
«Mi madre, Patricia Mabel Cruz García; mi hermano periodista, y otros familiares y amigos, siempre me distinguen como una persona normal, abierta al conocimiento, como si contara detalles del rostro de las cosas que no distingo con la vista. Eso abre caminos, a pesar de las complejidades, como ahora percibo entre profesores y los 18 alumnos que conforman el curso. Jamás pensé que estaría aquí. Estoy en mi ambiente, dispuesto a aprender y ser útil a la sociedad ».
¿Y las clases?
En igualdad de condiciones. Ni un punto más ni uno menos en los exámenes. Nada que no sea capaz de lograr con los conocimientos y demostrar con la sabiduría adquirida. Son profesores magníficos y exigentes. Explican los contenidos miles de veces, sin que el aprendizaje recurra a la memoria. Es importante el razonamiento. Las pruebas son orales, y en matemática, las escribo con el auxilio de la máquina y luego doy lectura a los cálculos formulados. La asignatura de taquigrafía se retiró del plan de estudios, y en sustitución incluyeron mecanografía, en la cual me defiendo bien a partir del sistema Braille, que permite la lectoescritura.
El muchacho suelta una sonrisa socarrona, y dice: «Si supieras, Luis, ya tengo alumnos que “leen†al tacto los puntos en relieve. Un estudiante de segundo año de Refrigeración es el más aventajado. Muchos maestros, aunque previamente se les entregó un programa para ilustrarse en Braille, a veces me dicen que debo impartirles un curso completo, y siempre respondo que ya ellos saben y seguirán aprendiendo. Claro, eso lo digo en forma de jarana y respeto. Aquí estoy con mi máquina de escribir, y ese será el bastión, la fuerza del futuro, porque llegaré hasta la universidad, y además aprenderé lengua inglesa, que también me gusta. Por lo pronto, en las vacaciones estaré en un curso de natación que prepara la Asociación Nacional del Ciego (ANCI) para los miembros jóvenes ».
¿Y del futuro qué?...
(Abelito sonríe, y observo humildad y picardía en el rostro. Pienso, incluso, en novias porque dicen que es enamorado a más no poder).
Concluir de manera satisfactoria el técnico medio en Derecho, y de ahí a la universidad a estudiar la licenciatura, y un día, un día… impartir justicia socialista en un Tribunal, y ejercer como un digno representante de la ley que, con voz propia, también reporta utilidad a la sociedad.