Un viejo carretero recuerda aquellos años cuando el alza y tiro manual de la caña de azúcar lo llevó a no despegarse jamás de los bueyes. Enseñanza que ahora trasmite al hijo finquero.
Del trabajo agrícola con los bueyes hay muchas historias, y seguiremos contando, dijo el campesino Hidalgo Padrón. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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12 Septiembre 2022
12 Septiembre 2022
hace 2 años
Juan de Dios mira hacia la distancia en espera de la llegada del cargamento de cajas plásticas con la recolección de frutas. El tiempo le trae recuerdos, y dice que «con los bueyes nadie puede venir con cuentos. De aquí para allá tiene a los animales, y su carretón, como fieles amigos ».
¿Siempre fue así?
¡Claro! respondió el hombre ya curtido y con ocho décadas de vida. En la finca El Rosario, por la vuelta de Conyedo, la familia de agricultores eran cortadores y tiradores de caña para un centro de acopio. A las 12 de la noche, con frío, calor o lluvia, ya estábamos en pie con la carreta lista. Después hice dos o tres vegas de tabaco, con cortes a cuchilla, en zonas del valle del Yabú, hasta que en 1984 me incorporé a la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Ovidio Rivero; después realicé labores como boyero y tomé posesión de una pequeña área de tierra en usufructo, ahora cultivada por Yulexis, el menor de los hijos.
«Por eso, mientras tenga fuerzas, usted me encontrará siempre aquí ayudando y supervisando el trabajo en el campo. Ya estoy jubilado, y la CCS Osvaldo Herrera, en Santa Clara, me atiende como un socio más, pero… ¡uff, el trabajo en el campo es duro. Hay que cogerle la vuelta en las actividades culturales a las plantaciones, y medir épocas del año para las siembras, diversificar cultivos y no pensar mucho en maquinaria cuando se carece de tractores y petróleo; ahí están el arado y los bueyes para asistir pequeñas superficies, como las que tienen los campesinos de la zona.
« ¡Eso sí!, hay que trabajar y mirar el comportamiento de la naturaleza, a veces agresiva con sequías, lluvias constantes, sol fuerte y hasta los estragos de los ciclones. A la gente joven no le gusta andar con bueyes y creen que eso es cosa del pasado. Pero siempre digo: es lo que tenemos, y con eso hay que echar pa'lante. Los linderos de la finca, las siembras que vienen y los cultivos tienen a los animales como sus protagonistas. Por eso, de la misma forma que acopiamos alimentos para los humanos, después de cada cosecha también están la hierba, el agua y la obediencia veterinaria indispensables para los bueyes », dijo Juan de Dios Hidalgo Padrón.
Abrazar el surco
Yulexis Hidalgo López, asociado a la CCS Osvaldo Herrera, cerca de las instalaciones administrativas de la Empresa Agropecuaria Valle del Yabú, en Santa Clara, prepara los suelos para acometer plantaciones de ciclo corto de hortalizas y viandas, principalmente boniato. Ante las dificultades con el aseguramiento de insumos químicos, el hombre piensa en la alternativa de los medios biológicos que obtiene a partir de asignaciones del Centro de Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), perteneciente a la entidad estatal.
«Son vitales para contener larvas de insectos que provocan estragos en boniato, yuca, plátanos y hortalizas. Pienso, incluso, en fomentar la lombricultura para echar humus y compost, que enriquecen los suelos, y así me aconseja mi padre. No obstante, y es comprensible, los suministros de agua a los campos, por cortes eléctricos, afectan el riego a los sembrados », dijo Hidalgo López, el timonel de la finca Las Delicias, en el Yabú.
La guayaba, esencial cultivo en las 4 hectáreas de superficie agrícola, está en su apogeo, con destino a ventas directas a la población y la industria conservera. «Ahora comenzamos la cosecha de la fruta, y se ve con excelente parición. Hace falta que se mantenga así. En otros campos ya están listos para recibir las simientes de viandas y hortalizas, y por allá existen, en las cercanías de los linderos, unas 300 plantas de variedades de café Robusta. Eso fue idea de mi padre y garantiza el consumo anual para la familia », añadió.
«Después de concluir el Servicio Militar General, y ya tengo 40 años, tomé las riendas de la finca bajo la vigilancia guajira de mi padre. Es un guía incansable. Todo lo que ahora se cosecha es fruto del esfuerzo, así como del trabajo con los bueyes, aunque no niego que alguna que otra maquinaria también empleamos en la roturación de los suelos. El laboreo es duro, pero no mata a nadie, y se sale adelante. En todo hay que abrazar el surco y encariñarse con los cultivos, guataca en mano y arados criollos », detalló por último.
Hasta el pequeño hijo de Yulexis, que rehúye la fotografía, sirve de ayudante, junto a otros tres trabajadores, en las faenas campesinas. A la sombra de los árboles, Juan de Dios, el octogenario guajiro, recuerda en soliloquio algunas de aquellas andanzas en las cuales, como carretero, pensó que los bueyes siempre serían un aliado indiscutible en cuanto quehacer apareciera en la finca.