Cuatro jóvenes villaclareñas vinculadas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias conversan sobre la labor y aspiraciones de la mujeres cubanas incorporadas a la vida militar.
De izquierda a derecha: mayor Yanelys Fernández Pérez; primer teniente Camilito Ana Rocío Ruíz Ramírez; mayor Kirenia Hurtado Rodríguez; y, Talía Pereira Vergel. (Foto: Carolina Vilches Monzón)
Victoria Beatriz Fernández Herrera
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21 Marzo 2023
21 Marzo 2023
hace 1 año
Visten de verde olivo con singular elegancia, cumplen las misiones, entregan su vida por el bien de la Patria, alegres, bellas e inteligentes; las mujeres de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) constituyen orgullo de la institución. Vanguardia conversó con cuatro de estas heroínas como homenaje a su labor.
Talía Pereira Vergel aspiraba estudiar Licenciatura en Biología; no obstante, una confusión en el listado de las carreras universitarias la condujo hacia el Servicio Militar Voluntario Femenino (SMVF) para, eventualmente, optar por una profesión vinculada a las FAR.
«Al principio me resultó muy difícil. En el SMVF el entrenamiento de las mujeres es igual al de los hombres. Hasta ese momento, yo solo me dedicaba al estudio, nunca había ejercitado tan fuerte ni conocía ninguno de los procedimientos», detalla Talía.
«Me levantaba a las 6:00 a. m., hacía la gimnasia matutina y luego asistía a clases de Táctica y Enfrentamiento, Infantería, Preparación Política y al resto de las actividades. Tanto el horario de descanso, como el destinado a las comidas y el aseo, debían cumplirse de forma cronometrada. Recibimos preparación para la defensa del país, pero también para la vida».
Aunque el plan inicial desvió un poco su rumbo, la joven de 18 años mantiene intacta su decisión. Como jefa de escuadra en el Batallón de Prevención radicado en la Base Aérea, de Santa Clara, ordena y guía a los soldados para velar por la disciplina, el correcto comportamiento y el porte y aspecto de los militares.
Durante los meses más complejos en el enfrentamiento a la COVID-19, las tropas de prevención patrullaron las calles de la provincia para ayudar en el control de la situación epidemiológica; además, colaboran en la organización de colas, la protección de lugares de importancia económico-social y la preservación de la tranquilidad ciudadana.
A su lado, Ana Rocío Ruíz Ramírez permanece erguida y seria como si estuviese en la formación de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos (EMCC), de Villa Clara, donde cursa el onceno grado. Con apenas 16 años, ya ostenta el rango de primer teniente Camilito y ocupa el cargo de Política de Compañía.
Ana describe su rutina como muy agitada. Su día transcurre de 5:00 a. m. a 10:00 p. m.; horas que incluyen clases, ejercicios físicos, autoestudio, concursos de conocimientos, actividades culturales y otras labores propias de la institución.
«“Los Camilitos” te forma como persona, te impregna el sentido de la responsabilidad y te enseña a ofrecer siempre lo mejor de ti. Es una escuela para la vida, militar o civil. Me enorgullece el respeto y la admiración que le inspiro a las personas cuando me ven en uniforme, sobre todo a los niños.
«Al graduarme, quisiera estudiar Licenciatura en Ciencias Militares, en la especialidad de Político Militar, en la Escuela Interarmas General Antonio Maceo, Orden Antonio Maceo; o Licenciatura en Psicología como cadete insertado, en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas» explica.
Talía y Ana ya conocían de la abnegada labor de los miembros de las FAR desde mucho antes de integrar sus filas. Una creció escuchando las historias de su tío y la otra las de su abuelo tanquista y, más recientemente, las de su hermano, «Camilito» y hoy estudiante de Ingeniería en Telecomunicaciones y Electrónica.
No obstante, sus profesores también han dejado su impronta en sus aspiraciones. La mayor Kirenia Hurtado Rodríguez, instructora política del Regimiento de Tropas Especiales, escucha a Ana, una de sus alumnas aventajadas, y su rostro refleja un inmenso orgullo.
Kirenia se ocupa de «la preparación político-ideológica de todo el personal, con el fin de elevar sus conocimientos sobre Historia de Cuba, acontecimientos nacionales e internacionales y cuestiones relevantes de la vida socio-política del país», según sus propias palabras. Además, «ayudo en el fortalecimiento de la disciplina militar».
Trabaja entre muchos hombres y saluda a todos al pasar, especialmente a los jóvenes soldados del Servicio Militar Activo (SMA), que la ven como «una amiga, compañera, hermana, o, incluso, como una madre».
«Somos cuatro mujeres en el Regimiento y todos nos cuidan, nos quieren y nos tratan como iguales. El trabajo en las FAR es fuerte para nosotras porque se unen las responsabilidades de nuestros hogares a las de la profesión; pero sí se puede. Con entrega y sacrificio, sí se puede».
Bien conoce la mayor Yanelys Fernández Pérez sobre el compromiso que requiere pertenecer a dicha institución. Graduada del Instituto Técnico Militar (ITM) José Martí, en La Habana, ha transitado un largo camino desde la Brigada de Tanques del Ejército Central hasta la Brigada de Defensa Antiaérea, en la que se encarga del reclutamiento de sargentos y soldados.
Aunque la incomprensión por parte de la familia figura como un factor común en el caso de las mujeres que dedican gran parte de su tiempo a la profesión, la experiencia de Yanelys demuestra una realidad diferente. «Mi esposo también es militar y entiende mis necesidades. Si no hubiésemos logrado tal compenetración, sería imposible mantener esta vida tan convulsa».
En un entorno casi exclusivo para hombres, ellas han irrumpido con la firme delicadeza que las caracteriza para demostrar que, más allá del género, solo basta el amor, el espíritu de servicio y el compromiso con las misiones encomendadas. Les apasiona su quehacer y dejan una huella hermosa en cada rincón por el que transitan.
¿Su mensaje para las nuevas generaciones de cubanas? Que se atrevan a más, que se permitan soñar y que todo es posible si se emprende el camino.