Ese «Pionero» pequeño de estatura, pero con un inmenso corazón

Manuel Soliño Guevara,  capitán de salón en el complejo gastronómico cultural Santa Rosalía, cuenta con una historia de vida llena de optimismo, valores y gratitud.

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Manuel Soliño Guevara, capitán de salón en Santa Rosalía y trabajador de Palmares
No es universitario, pero Manuel Soliño Guevara es un hombre que se ha nutrido de los valores más importantes que ofrece la vida. (Foto: Ricardo R. González)
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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23 Marzo 2023

Hiperquinético por naturaleza, humilde y respetuoso por convicción, hombre sensible y muy optimista. Así pudiera resumirse, en muy escasas palabras, la personalidad de Manuel Soliño Guevara, alguien que no llegó a estudios universitario; sin embargo, demuestra grandeza y excelencia en su trabajo.

Si cada día nos tropezáramos con muchos Manuel viviríamos en un mundo mejor.  El actual capitán de salón en la Empresa Extrahotelera Palmares S.A., específicamente en el complejo gastronómico cultural Santa Rosalía, de la capital provincial, tiene mucho que contar en cada capítulo de su existencia.

«Soy cangrejero y me place», afirma con orgullo  quien proviene de una familia pobre, humilde, obrera, por lo que desde pequeño ayudaba a su padre con las artes de pesca hasta que comenzó con los gallegos en el hotel España y la Salsa de Perro, como plato insigne de la Villa Blanca.

Largo y en ocasiones tortuoso fue su camino, hasta que  se convierte en presidente de la FEEM y militante en la UJC caibarienense.

De pronto lo envían a Varadero. Era casi un niño cuando llegó a la Escuela Internacional Turística, quizás con ciertos temores, pero comenzó en un mundo al que no se adaptó y retornó a sus raíces: el hotel Santa Clara Libre aguardaba.

«Empecé en el Turismo en 1989 y no me avergüenza decir que mi primer trabajo  fue fregar platos y utensilios. Luego paso para El Sótano, pero la empresa debía enviar tres representantes a las labores de la zafra, uno por Los Caneyes, otro por La Granjita y el del Santa Clara Libre. Brindé mi disposición y llegamos a un albergue sin un mínimo de condiciones, con falta de electricidad, allá por la zona de Carrillo y Buenavista. Ese fue mi primer choque con la zafra».  

«El jefe del campamento se sorprendió y dijo "pero esto es un niño". Incluso, los macheteros se reían jocosamente. Empecé a cortar caña, y un señor de Falcón, de apellido Cartaya, me ayudó. Había hecho mi compromiso de quedarme y así lo hice. Pasé tres meses en esa zafra con mucho trabajo, pero aprendí, y en la próxima contienda Ramón A. Clavero, baluarte en las brigadas cañeras en la provincia, me llevó para la brigada grande que se constituía en el campamento Las Grimas, porque ya era un macheterito. Recuerdo que en el primer paso del millón nos visitó Tomás Cárdenas García, entonces primer secretario del Partido en Villa Clara.

Manuel y Mayda Soliño
Con su hija Mayda Soliño Marichal que sigue los caminos de su padre desde El Gobernador. (Foto: Ricardo R. González)

— ¿Cuándo surge el sobrenombre del Pionero?

— En ese momento me bautizaron así, como el pionero de la zafra.

— Sin embargo, su servicio a la industria azucarera resulta amplio…

— Fui el mejor machetero joven y totalicé 23 zafras de forma consecutivas. En 1999 formé parte del colectivo Elpidio Sosa, como representativo del sector del Turismo, luego de regresar de un viaje de estímulo a Francia, y llegué a constituir una brigada con macheteros de Oriente y de toda Cuba.

— ¿Anécdotas?

— Interminables, algunas muy lindas porque hicimos zafra en varios sitios de Cuba. Conocí todos los centrales de la provincia cuando se cortaba 30, 40, 60 mil arrobas. Dormí algunas veces en el piso hasta que se habilitaba el albergue.

— ¿Uno de los momentos más difíciles de tu vida?

— Estando en Pinar del Río aparece una delicada enfermedad que desde entonces me acompaña. Aun así vuelvo a realizar otra zafra en el «Heriberto Duquesne» en 2013, zona de la que guardo muy gratos recuerdos.

— ¿Eres un hombre de fe?

— Sí, después de todo lo que he pasado con mi enfermedad y sus tratamientos oncológicos soy cristiano, y cada vez me considero mejor persona, porque esa fe me ha ayudado a salir de los momentos adversos. Mi esposa, que trabaja en Salud, me apoya y soy, además, presidente del CDR en mi barrio, chapeo y guataqueo cuando hay que hacerlo. Voy a la recogida de papa, a sembrar boniato y cuando caliento en las faenas parezco un carro petrolero.

— Eres padre de seis hijos; sin embargo, ¿a quiénes llamas «tus niños»?

— A mi equipo de trabajo. A veces me siento muy mal y le pido a Dios que me dé fuerzas. He venido a trabajar en condiciones desfavorables y he tenido que poner a «mis niños» a atender mesas, pero surge esa fuerza interna que me hace vencer los contratiempos y ocupo la retaguardia aunque sea el capitán.

Equipo de trabajo del restaurante Santa Rosalía en Santa Clara.
Estos son algunos de sus «niños» quienes comparten el trabajo en Santa Rosalía desde las 9:00 a.m. a 12.00 de la noche. Dos días seguidos con igual jornada de descanso. (Foto: Cortesía de Manuel Soliño Guevara)

«A ellos les recomiendo que apliquen siempre la amabilidad y la cortesía que debe ser parte de nosotros, hay clientes que a lo mejor de entrada tienen criterios desfavorables, y ¿acaso no existe el convencimiento al ofrecerles otras opciones?, por lo que tenemos que demostrar que nos crecemos ante esos momentos sobre la base del respeto. He atendido personas un tanto descompuestas y se han marchado con satisfacciones».

— ¿Les sugieres algo en específico a quienes empiezan en este camino?

— Siempre les digo que si no son serviciales que olviden las sendas de la Gastronomía porque estamos para atender. Hay que llegar a la mesa con educación,  cortesía, bridar servicios demostrando valores, pero con absoluta sinceridad, tener el detalle de recibir, de despedir, ser natural, saber cada uno de los reglamentos que conforman el oficio, y, sobre todo, esa amabilidad que hemos perdido y lo sufro como cliente de lugares donde llego y agacho la cabeza al ver cómo te maltratan.

— ¿Cuáles serían los valores, las aptitudes con las que configurarías a un ser humano?

— Fundamentalmente la modestia, el llamado sentido de pertenencia, la vocación por el trabajo, y ser educado, porque si no tienes estos valores no llegas a nada.

Trabajadores de Palmares en Santa Clara
Durante su reciente participación en el balance nacional de Palmares. «Como representante del sindicato defiendo al obrero siempre que tenga la razón, y en los congresos que he participado siembre hablo de lo fundamental que es la atención al hombre». (Foto: Cortesía de Manuel Soliño Guevara)

— ¿Y Palmares?

— Constituye una continuidad de mi vida. Soy fundador del Sindicato de Hotelería y Turismo, y en esta Empresa Extrahotelera fundé la carpa en el complejo monumental Ernesto Guevara y luego pasé al restaurante La Concha hasta llegar a Santa Rosalía hace ya siete años.

— En el hotel que estuviste en París, en viaje de estímulo, y al ver que desplegaste tus habilidades te pidieron que te quedaras…

— Eso fue en 1998, pero mi vida está en Cuba, con sus virtudes e imperfecciones, pero en Cuba.

— Si te pido esos recuerdos que llegaron a ti para quedarse ¿Cuáles mencionarías?

— Ya con 51 años comprendo, cada vez más, que mi familia está por encima de todo. Le agradezco a mi padre la humildad que me enseñó a fin de constituir mi brújula constante como parte de una familia de siete hermanos. Milito en el Partido y gané mi casita en Santa Clara, pero son inolvidables los varios encuentros sostenidos con Fidel en diferentes actividades y me estremecía cada vez que se acercaba, aunque me queda aquello de que nunca obtuve una foto grande con él.

— ¿Otras añoranzas?

— Nunca he trabajado por distinciones ni méritos. Hubiera podido ser millonario en este sector y siendo capitán de salones me iba a cortar caña y abandonaba las comodidades.

«Un dirigente expresó hace años que el «Pionero» era el Héroe del Trabajo de la República de Cuba más joven, pero aún no ha llegado. También fui precandidato a diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, pero sigo siendo fiel. Soy multimillonario, de convicción y de alma».

Algunos reconocimientos y distinciones:

— Hijo Ilustre de Remedios, aunque no es de la localidad

— Medalla Lázaro Peña de II Grado

— Medalla Jesús Menéndez

— Hazaña Laboral

— Proeza Laboral

— Sellos 40, 50, 60 y 70 de aniversario de la CTC

— Medalla Elpidio Sosa

— Vanguardia Nacional por 19 años en el sector del Turismo

— Distinción por la Operación Alejandro en la zafra 1995-1996 en apoyo

     a las provincias orientales.

— Delegado directo al XIV Festival Mundial de la Juventud y los

     Estudiantes.

La mirada de sus compañeros:

— Bárbaro Jesús Hernández Fraga (Dependiente gastronómico): Somos como una verdadera familia, él nos llama a todos «mis niños» y aparte de todos los méritos que posee, que son incontables, y tantas cosas buenas que ha hecho tiene una preocupación extrema por sus obreros como representante sindical. No hay fecha que se le escape. Muy exigente con el trabajo, pero comprensible ante los problemas.

Una vez a los obreros le vendieron un paquete de café; sin embargo, no alcanzaba para todos y el abrió el de él y lo compartió entre cuatro de sus compañeros.

Trabajadores de Palmares en Santa Clara
Con parte de los compañeros que opinaron sobre los valores del Pionero. De izquierda a derecha: Fernando Peña Fuentes, Bárbaro Jesús Hernández Fraga y Elier González Valdivia. (Foto: Ricardo R. González)

— Elier González Valdivia (Dependiente). He sentido la acogida en este turno y estoy aprendiendo de «el pionero» por su comportamiento y métodos de trabajo. Es una especie de maestro que nos ayuda a perfeccionarnos. Defiende contra vientos y mareas a sus trabajadores.

— Fernando Peña Fuentes (Cajero del turno). En una sola palabra pudiera resumir que es ejemplar. Su sencillez es marcada y nos enseña, siempre como guía y preocupado porque cada cosa salga bien con la premisa de que el cliente es nuestra razón de ser, y muy preocupado por encontrarle soluciones a los problemas que puedan presentar sus compañeros.

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