«No fue el triunfo del pueblo un triunfo fácil. Muchas veces tuvo que sufrir nuestro pueblo la humillación de la derrota y la represión que siguió a cada una de aquellas derrotas».
Fidel Castro
La orden para iniciar la huelga general revolucionaria llegó por las emisoras de radio: «¡Atención, cubanos! ¡Atención, cubanos! Es el “26 de Julio” llamando a la huelga general revolucionaria. Hoy es el día de la libertad. El día de la huelga general revolucionaria. ¡Adelante, cubanos!».
Eran las 11:00 de la mañana del miércoles 9 de abril de 1958, y ante el llamado radial cientos de jóvenes salieron a las calles vestidos con el uniforme verde olivo y el brazalete rojo y negro del M-26-7.
Hubo acciones en varias provincias del país, y en cada lugar sobró heroísmo y valor; pero, fue en Las Villas donde los enfrentamientos contra la dictadura de Fulgencio Batista tuvieron mayor fuerza, y dentro de todas las localidades, brilló Sagua la Grande, ocupada 24 horas por los revolucionarios en un gesto de bravura que todavía hoy, pasados 65 años de aquellos hechos, causa admiración y asombro.
También se vistieron de gloria hijos de Santa Clara, Corralillo, Rancho Veloz y Ranchuelo, y en cada uno de esos lugares hubo sangre derramada. Sangre que sirvió de abono a la libertad que llegaría apenas ocho meses después, pues, si bien no condujo a la victoria, contribuyó a acelerar el triunfo revolucionario del 1.o de enero de 1959.
Horas antes, el 8 de abril, tropas del M-26-7 con Víctor Bordón al frente, habían atacado el cuartel de la Guardia Rural de Quemado de Güines, preámbulo de lo que acontecería al siguiente día.
El estallido de un petardo en los transformadores de la antigua fundición McFarlane —hoy, 9 de Abril— marcó el inicio de las acciones combativas en la Villa del Undoso.
De inmediato, los jóvenes sagüeros atacaron varios puntos de la ciudad. Los revolucionarios se hicieron fuertes en el edificio del Sagrado Corazón de Jesús y, durante todo el día 9, rechazan las maniobras de la dictadura. Contaron con el apoyo entusiasta del pueblo, que salió a las calles tirando piedras, botellas y bloqueando las avenidas para impedir el avance de las fuerzas batistianas.
El 10, ante el fracaso de la huelga a nivel nacional, los revolucionarios se retiran hacia Monte Lucas, donde fueron atacados y masacrados por la aviación y los soldados del tirano.
La heroicidad la pagaron a un alto precio; pero, tal y como afirmara Fidel, «(...) no hay duda de ninguna clase de que en la historia de nuestra Revolución aquel día la ciudad de Sagua escribió una página imborrable de heroísmo».
En Santa Clara, el corazón del levantamiento latió en el Condado. Salieron de la panadería Santa Teresa, situada en la calle San Miguel, entre San Pedro y Toscano, y en la Carretera Central, esquina a la calle San Miguel, los huelguistas prendieron fuego a la estación de gasolina.
Entre las calles Virtudes y Pastora quedaron sitiados varios de esos intrépidos revolucionarios. Durante dos horas y media rechazaron el asedio de las fuerzas represivas, y en frontal y desigual combate mueren tres valientes jóvenes del Movimiento 26 de Julio. Con posterioridad, el ejército y la policía asesinan a otros cinco santaclareños.
También hubo acciones en Ranchuelo, con la pérdida fatal de tres revolucionarios que fueron sorprendidos en la finca El Tocino, donde se habían alzado en apoyo a la huelga.
Mientras, en Corralillo, el 10 de abril, fue sorprendido un comando del M-26-7 en la finca Santa Elvira, mientras marchaba a la toma del cuartel de Rancho Veloz, ocasionándole 11 muertes las huestes de Batista.
El 11 de abril fue encontrado en una cuneta del Circuito Norte el cadáver de otro villareño, natural de Motembo, quien había formado parte de las acciones. A la vez, en la capital de la República caía asesinado, a manos de los esbirros, el caibarienense Marcelo Salado Lastra, segundo jefe del M-26-7 en La Habana.
Duro fue el revés. Se cometieron errores de apreciación que costaron valiosas vidas. No obstante, la Huelga General Revolucionaria del 9 de abril de 1958, como el 26 de julio de 1953, el 30 de noviembre y 2 de diciembre de 1956, y el 13 de marzo y el 5 de septiembre de 1957, se incluye entre los acontecimientos que cimentaron con gloria el camino de nuestra liberación nacional.
Hoy se rememorarán esos hechos que contribuyeron a acelerar la caída del tirano. Escuelas, centros de trabajo, fábricas e instituciones llevan los nombres de los caídos en aquella gesta del 9 de abril de 1958.
Ninguno está olvidado; ni siquiera aquel del cual nunca pudo saberse su nombre y pasó a la posteridad como «El Desconocido», quien también tiene su sitio en el altar sagrado de los mártires de la Patria.
Fidel, al inaugurar el hospital 9 de Abril, de Sagua la Grande, a diez años de los hechos, expresó en toda su magnitud el simbolismo de aquella acción al afirmar: «Y la historia de un país se escribe así: dando la sangre ayer, dando el sudor hoy; y si nuevamente hubiese que dar la sangre para defender el fruto del sudor, ¡dar la sangre y dar siempre la sangre y dar siempre el sudor!».