Acceder a juguetes estéticos, de calidad y asequibles a la economía constituye un desafío. Por ello, en Villa Clara la producción local de juguetes crece, haciendo gala de didactismo y belleza.
«Jugar no es un descanso del aprendizaje. Es un aprendizaje interminable, encantador, profundo, atractivo y práctico. Es la puerta del corazón del niño». Vince Gowmon
Diego abrasa su juguete favorito y duerme. El pequeño mono de peluche ha sido bombero, policía, doctor, cocinero, chofer y domador de dinosaurios; el cómplice fiel de su aventura infantil. Cada día, nuestros niños juegan, progresan, maduran, sueñan, se empinan invencibles y poderosísimos.
El juego constituye la actividad rectora para crear habilidades durante los primeros años de vida que incidirán luego en el desempeño futuro de sus personalidades. Cada juguete, por pequeño que parezca, estimula con creces el sentimiento de responsabilidad, el sentido de la verdad y la necesidad de usar la imaginación.
Pero, acceder a juguetes estéticos, de calidad y accesibles a la economía constituye un desafío; pues la producción, distribución y comercialización en Cuba no cubre las expectativas y necesidades de la familia y los más pequeños de casa.
En respuesta a estas demandas y en pos de erigir negocios prósperos y con marcada repercusión social, desde Villa Clara, la producción local de juguetes crece, haciendo gala de didactismo y belleza.
Midalys Hernández Marín hizo su primera muñeca para su nietecita. «Los juguetes estaban muy caros y como no podía comprarlos decidí hacerla sonreír con el trabajo de mis propias manos», asegura. Diez años después, tiene un próspero negocio de venta de muñecos de trapo en el que lo primordial es «atesorar la sonrisa de un niño». Confeccionados de tela y algodón, payasos, bebés, unicornios, gnomos y muñecas de todo tipo, se erigen como verdaderas obras de arte. Confiesa su creadora que las más vendidas actualmente son las Ladybug, extremadamente populares por la serie Miraculous.
«Me motivó un sueño, soñaba que paseaba una niña y terminaba paseando una muñeca», cuenta María de los Ángeles Ferreiro Sánchez al indagar sobre sus inicios como muñequera. La habilidad autodidacta para la creación la complementó con cursos ofrecidos por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC); trabaja muñecas en tela rellenas con poliespuma, recortes de tela, guata, guata siliconada y esponja. «Me gusta que queden bien movibles y prácticas, tanto para niñas de pequeñas edades como para las más grandes», expone María.
«Lo más gratificante de mi negocio es ver el resultado y la cara de la niña o niño cuando lo tienen en sus manos. Pero aún más cuando hago las reconstrucciones del peluche o muñeco favorito, aquel que se rompió, y él o ella se niega a que se lo boten. He tenido que reproducir hasta un original ya bien gastadito, pues su dueño no quiere otro; eso sí que se disfruta, ¡cuán útil me siento!».
¿Quién no ha soñado con tener en sus manos algún muñeco de los personajes de Disney, Pixar o Marvel? Luisa Hernández Marín y su hija Mari Ángel de 22 años, dan vida a espectaculares sirenitas Ariel, Mashas y vaqueros Woody. «Nos alegra que nuestro trabajo sea atractivo y útil, gracias al gusto por las manualidades ayudamos a materializar fantasías y anhelos», expone Luisa, quien apuesta por fomentar las artesanías y manualidades como vía de sustento económico y crecimiento espiritual; y quisiera que «las organizaciones de masas del territorio nos apoyen para realizar talleres de muñequería, corte y costura», pues «hacer feliz a un niño o niña es la mayor bendición».
Si el niño es capaz de entregarse por completo al mundo en su juego, en su vida adulta será capaz de dedicarse con confianza y fuerza al servicio del mundo. Rudolf Steiner
En la Casa de juguete de Santa Clara, bellos, ecológicos y duraderos juguetes enamoran a grandes y chicos.
«Queremos cubrir las necesidades de los niños de aprender desde el juego. Todos nuestros juguetes tradicionales, realizados con madera, poseen un trasfondo didáctico, unos desarrollan los juegos de roles, otros estimulan el control muscular y la motricidad», asevera Yalilys González González y su esposo Dubier Monteagudo Reyes, jóvenes al frente del proyecto que hoy aúna cinco artistas de la plástica y maestros retirados.
«El proceso de fabricación resulta complejo: no deben ser tóxicos, se debe evitar emplear objetos metálicos como los clavos, hay que buscar madera de calidad y emplear accesorios y herramientas no comunes en el mercado», relata Yalilys, pero lo más importante es que «la alegría de los niños y el agradecimiento de los padres nos premia».
El colorido, la originalidad, lo lúdico y lo didáctico caracteriza los juguetes producidos por cuatro artistas del Fondo Cubano de Bienes Culturales y la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, unidos en el Proyecto Revoloteart. Preciosos juegos didácticos y de roles para el aprendizaje, producidos con madera, hacen gala de creatividad y buen gusto y representan a la provincia en ferias artesanales a nivel nacional.
La directora del proyecto, Lucy Molina Cintra, afirma que «la sonrisa de los infantes nos motiva a trabajar a diario para surtir con diseños novedosos, sencillos, útiles y creativos».