La mirada previsora de Marina

Por su ejemplar trayectoria, Marina Marrero García, especialista en Laboratorio Clínico y Microbiología, recibe este reconocimiento en la  jornada de homenaje a los trabajadores de la Salud.

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Marina Marrero García, especialista en Laboratorio Clínico y Microbiología.
Marina Marrero García, la especialista en Laboratorio Clínico y Microbiología, un ejemplo a reconocer en la jornada de homenaje a los trabajadores de la Salud. (Foto: Ricardo R. González)
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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21 Noviembre 2023

Existen personas que se caracterizan por su gran modestia. Transitan por las calles de Santa Clara o de cualquier lugar, entre el ir y venir de la cotidianidad, y desconocemos tantas historias guardadas que pueden hacerse inmensas. 

Es el caso de Marina Marrero García, diminuta de estatura; sin embargo, grande en acciones y humanidad, alguien que, desde pequeña, soñaba con descubrir el mundo del laboratorio, hurgar en lo que existía en la lámina situada detrás del lente de un microscopio, llegar a descubrir lo bueno y lo malo, hablar de reactivos…

Marina Marrero observa a través del microscopio.
Desde el microscopio observa. Para ella resulta inadmisible guiarse por una sola mirada para emitir un diagnóstico. (Foto: Ricardo R. González)

Antes conoció el arte de la mecanografía, los secretos del teclado de aquellas viejas Remington, y desempeñó otros oficios hasta que llegó el día en que sus aspiraciones pudieron hacerse realidad.

No faltaron las etapas  en que subía a los camiones para participar en el corte de caña o en la recogida de tomates, e incluso abandonaba la comodidad del hogar para estar albergada.

Esta es sólo una semblanza de su historia. Hoy ejerce como especialista de Laboratorio Clínico y Microbiología en el Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHEM), donde recuerda sus vínculos iniciales asociados a un laboratorio particular, hasta que en 1966 trabajó en el Hospital Psiquiátrico e hizo un curso nocturno por ese afán de investigar y aplicar técnicas relacionadas con la microscopía.

—En este empeño, La Habana le ha dado la bienvenida en varias oportunidades…

—Como parte de mi carrera he pasado varios cursos de disimiles perfiles, algunos de tres meses de estancia en la capital. porque he trabajado con la leptospirosis, también en veterinaria,  he dedicado muchos años a las investigaciones de la rabia, y de la malaria cuando aquí se analizaban las muestras de las tres provincias centrales, al tiempo que contribuimos a que el país fuera declarado territorio libre de esa enfermedad en 1973.   

—¿Es cierto que marchaba con la ilusión de aprender y al enfrentarse a las materias ya eran de su dominio?

—Las ramas del conocimiento son amplias y siempre se aprende algo. A los padecimientos mencionados se unen la toxoplasmosis, el parasitismo intestinal y las fasciola hepática, y en algunos casos es cierto que ya tenía conocimientos de cada una.

—¿Y tuvo que adentrarse en el estudio del parasitismo exótico?

—Fue necesario, sobre todo en las pesquisas realizadas a becarios extranjeros.

—¿Se considera una cátedra del laboratorio?

—Si fuera así, que lo digan quienes asumen las jefaturas, sólo le pongo mucho amor a lo que hago.

Marina Marrero junto a la doctora María de Lourdes Sánchez, directora del Laboratorio de Microbiología y Química Sanitaria.
Junto a la Dra. María de Lourdes Sánchez Álvarez, al frente del Laboratorio de Microbiología y Química Sanitaria, quien admira la laboriosidad de Marina y su disposición incondicional ante cualquier encomienda. (Foto: Ricardo R. González)

—¿Se complace con la primera observación?

—Nunca, insisto una y otra vez antes de arribar a una conclusión para llegar a un diagnóstico preciso. 

«Igual me ocurre con la parasitología, a partir de las muestras que demandan técnicas especiales y nos llegan desde los hospitales . En esta rama hemos participado en varias encuestas internacionales y realizamos trabajos conjuntos con los residentes de la especialidad».

—¿Alguna historia peculiar acumulada en su trayectoria?

—Tuve dos pacientes tratados en diferentes instituciones de Salud del territorio que los médicos no contaban con ellos.  Les empecé a realizar muestras para buscar las fasciola en un trabajo que lleva mucha paciencia y entrega. Hay que efectuar varios estudios y no conformarse con uno.

«Cuando llegó uno de ellos en busca de resultados, le dije: "Ya tengo tu diagnóstico y puedes estar tranquilo". Luego del remitido, el caso se estudió en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) con un tratamiento más fuerte, mientras el otro enfermo —bajo estudio durante tres o cuatro años— estaba bastante comprometido, pero al final logró evolucionar satisfactoriamente.

—¿Ha tenido experiencias internacionales?

—La primera fue en 2002, en el continente africano, específicamente en Níger. Allí estaba cercana a un policlínico, en la capital provincial. La directora era una francesa y un muchacho llegó para hacer trabajo conjunto. Realizamos 225 muestras y encontramos portadores de Cryptosporidium, una enfermedad intestinal causada por este parásito microscópico, que ocasiona muchas diarreas en niños inmunodeprimidos, como consecuencia del paludismo, y si no hay tratamiento oportuno resulta irreversible.

«En esa nación vi una lámina con larvas de una variedad que no era muy común, y la francesa quiso que la pusiera en el portaobjeto para también apreciarla. Ella quería que me quedara un año más.

«La otra misión fue en Venezuela, en 2011. Regresé dos años más tarde y realizaba pruebas de gota gruesa a venezolanos que viajaban a nuestro país. Estando allá ocurrió el fallecimiento de Hugo Chávez».

Guía para la observación en el Laboratorio de Microbiología y Química Sanitaria.
En su puesto de labor se encuentran estas guías elaboradas a partir de lo apreciado en el microscopio. (Foto: Ricardo R. González)

—Como parte del CPHEM, ¿qué otro momento ha quedado en la memoria?

—Sin duda, los años de pandemia. Mis compañeros no querían que trabajara por la edad y otras condiciones, y dije que asumía total responsabilidad y me quedaba para contribuir en lo que yo pudiera, aparte de hacer mi trabajo. Una etapa muy compleja en la que no sabíamos del reloj, si llovía o estaba el sol afuera, se trabajaba durante muchas horas. Había que limpiar los equipos y preparar el material imprescindible.

—Profesa una devoción peculiar por el microscopio. 

—Es que ha formado parte de mi vida profesional, desde los rudimentarios hasta los más modernos. Cada vez que te enfrentas a uno, encuentras un mundo maravilloso y demuestran su marcada utilidad.

—En el caso de la superación, ¿acción clave?

—Diría que constituye una máxima que siempre me ha acompañado desde que terminé la Facultad. De lo contrario, sería imposible llevar a cabo las investigaciones y mi propio desarrollo profesional.

—¿Cómo ha sido su mundo dentro y fuera del CPHEM?

—Fui dirigente sindical hasta que me  marché para África. Ocupé varios cargos, desde secretaria, llevar las finanzas, las reuniones, en fin…

«Salí Vanguardia Nacional por siete años consecutivos y obtuve el Premio por la Excelencia en 1999.

«En mi comunidad sumo el vínculo a los CDR, la FMC, y aquellas recogidas de materias primas en jornada dominicales».

—¿Distinciones?

—Varias, entre las significativas está el sello como dirigente sindical, la condición de Vanguardia Nacional, la distinción 28 de Septiembre por los CDR, pero me falta la 23 de Agosto de la FMC.

—En la casa, ¿algún hobby?

 —No existe predilección por alguna de las tareas hogareñas, o por las que me exigen salir a la calle, sobre todo las jornadas dominicales de mercado.

—¿Las nuevas generaciones?

—Al menos a las de mi centro las veo con interés de superarse y he visto graduarse a muchos jóvenes, lo que me causa una enorme satisfacción.

Marina Marrero García y parte del colectivo del Laboratorio de Microbiología y Química Sanitaria.
La admiración de todos los que comparten el día a día con quien resulta fuente de sabiduría. (Foto: Ricardo R. González)

—Dicen que se jubiló, pero regresó…

—En 2013 la presenté, me llamaron y a los tres meses retorné. Fui recontratada para atender a los residentes de la especialidad,  y hasta los días de hoy.

—El nombre de Marina se asocia con el mar,  ¿existe alguna coincidencia?

—Aunque no nací en el mar, me gusta la playa y admiro los documentales que abordan los fondos marinos y la vida de los peces.  

—¿Marina Marrero se arrepiente de algo?

—De nada. Me hubiera gustado superarme más; no obstante, la práctica ha constituido un verdadero magisterio, me ha enseñado mucho.

—¿Qué le queda por hacer?

—Seguir el camino y ser útil hasta donde sea posible.

Y es lo que hace cada día Marina con sus miradas previsoras desde el microscopio en favor de la vida.

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