«No podemos olvidar aquella maravillosa e increíble hazaña que fue la batalla de Santa Clara, con la participación del pueblo, en que prácticamente un puñado de combatientes se enfrentaron a miles de soldados de la tiranía».
Fragmento de la canción Hasta siempre, de Carlos Puebla
Un mes. Era el plazo que manejaba el Che para la toma de la ciudad de Santa Clara, capital de la otrora provincia de Las Villas, con alrededor de 150 000 habitantes y nudo de comunicaciones, dada su ubicación en el centro de la isla.
Los rebeldes de la Columna Invasora n.o 8 Ciro Redondo —fortalecidos con las fuerzas del M-26-7 de Víctor Bordón y las del DR 13 de Marzo, comandadas por Faure Chomón— bajaban impetuosos desde del Escambray como parte de la electrizante Campaña de Las Villas.
En apenas diez días, Guevara le había arrebatado a la dictadura un territorio de más de 8000 km2; había tomado 12 cuarteles, capturado cerca de 800 prisioneros, y obtenido unas 600 armas largas y abundantes municiones.
Ahora correspondía la batalla decisiva. Desde el hotel Las Tullerías, en Placetas, el comandante rebelde planificó la estocada final a la tiranía.
Tenía pensado tomarla en 30 días. La ocupó en cinco.
Rebeldes vs. Ejército de la tiranía
Las fuerzas del Che la integraban unos 364 hombres, divididos en varios pelotones, con sus valientes capitanes al frente: Rogelio Acevedo, con 30; Alberto Fernández, Pachungo, con 10; Roberto Rodríguez, el Vaquerito, con 24 en su Pelotón Suicida; Emerio Reyes, con 30; Alfonso Zayas, con 50; Ramón Pardo Guerra, Guille, con 40; Miguel Álvarez, con 30; Pablo Ribalta, con 50, y 100 hombres pertenecientes al Directorio Revolucionario.
Enfrente, bien posicionados, con entrenamiento militar, armas y pertrechos muy superiores, incluidos tanques y tanquetas, además del apoyo activo de la aviación, estaba un ejército conformado por alrededor de 3200 efectivos.
El asesino Joaquín Casillas Lumpuy, coronel jefe de la plaza, contaba para defenderse con el Regimiento Leoncio Vidal, principal cuartel de la tiranía en la provincia; el Escuadrón 31 de la Guardia Rural, la Estación de Policía, el Cuartel de los Caballitos, la guarnición de la Cárcel Provincial, y las del Gobierno Provincial y la Audiencia; otra en el aeropuerto, al oeste de la ciudad; unos 40 soldados en la clínica Marta Abreu y un destacamento de francotiradores en el Gran Hotel.
Se sumaban más de 400 soldados en el tren blindado que acababa de llegar desde La Habana para reforzar la ciudad, situado sobre la vía férrea en las cercanías de la loma del Capiro.
Contaban casi con nueve soldados por cada rebelde; pero, como afirma el escritor Paco Ignacio Taibo II en su libro La batalla del Che: Santa Clara: «La guerra del pueblo no se rige por manuales. El Che sabía que operaba sobre fuerzas desmoralizadas y tenía el apoyo popular».
Acciones de la batalla
Día 28: En horas de la madrugada, desde Placetas, y por un camino vecinal, llegan los rebeldes a la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas. El Che establece allí la primera comandancia. Los pelotones de Rogelio Acevedo y Alberto Fernández comienzan a adentrase en la ciudad por la Carretera a Camajuaní. Frente a la planta de radio de la CMQ tienen una escaramuza con soldados de la tiranía. Poco después, en un enfrentamiento con una tanqueta, los rebeldes sufren las primeras bajas.
La aviación inicia sus bombardeos. Los revolucionarios se aproximan al sitio donde está el tren blindado y allí establecen una línea defensiva.
En tanto, los integrantes del DR-13 de Marzo bajan por la Carretera a Manicaragua e inician el asedio al Escuadrón 31 de la Guardia Rural.
La infiltración por la ciudad es un hecho. No hay marcha atrás, como le dijera Rogelio Acevedo al profesor universitario Luis García.
Día 29: Resulta clave en la batalla. Con la madrugada como aliada, continúan los rebeldes adentrándose en las calles y barrios de la capital de Las Villas. El teniente santaclareño Pablo Ribalta entra a su barrio Condado y ocupa posiciones sin disparar un tiro. El Vaquerito se acerca a la Estación de Policía, y Rogelio Acevedo, con su tropa, recibe la encomienda de atacar la Audiencia y la Cárcel Provincial.
El pelotón de Zayas combate a los soldados apostados en la loma del Capiro, y los rebeldes de Manuel Álvarez refuerzan las tropas del DR que asedian el Cuartel de los Caballitos. Mientras, Alberto Fernández, Pachungo, ataca a los concentrados en el Gran Hotel, hoy Santa Clara Libre.
El tren blindado es descarrilado al intentar replegarse hacia las inmediaciones del Regimiento Leoncio Vidal. La estrategia del Che de levantar la vía férrea, previendo esa maniobra enemiga, dio resultados. Apenas 18 hombres, con el capitán Pardo Guerra al frente, rinden a más de 400 soldados enemigos. El propio Che negocia la rendición incondicional.
Día 30: Radio Rebelde desmiente la noticia de que el Che estaba muerto. Cae el Cuartel de los Caballitos. El enfrentamiento más violento se da en el entorno de la Estación de Policía, pues a los rebeldes les costaba aproximarse. «Era mucho el volumen de fuego», recordaría años después Leonardo Tamayo, jefe de una de las escuadras del Pelotón Suicida.
Acostumbrado a pelear de pie, el valiente Roberto Rodríguez, el Vaquerito, cae fulminado de un balazo en la cabeza: «Me mataron 100 hombres», exclama el Che ante la muerte del más temerario y pintoresco de sus capitanes.
Día 31: El último día del año 1958 es de combate y muerte en Santa Clara. El Guerrillero Heroico, con su comandancia ubicada en el edificio de Obras Públicas, dispone el ataque final a los lugares que aún están en manos de los soldados de la tiranía.
Pasadas las cuatro de la tarde, cae en manos rebeldes la Estación de Policía. También se rinden los apostados en la Audiencia, la Cárcel y el Gobierno Provincial.
Continúan los combates en el Escuadrón 31 y el asedio al Gran Hotel. Se preparan las condiciones para el asalto final al Regimiento Leoncio Vidal.
1.o de enero: La noticia de la huida del tirano Fulgencio Batista, esa propia madrugada, acelera los acontecimientos. A media mañana se rinde el Escuadrón 31. También, los esbirros apostados en el Gran Hotel.
El coronel jefe de la plaza, Casillas Lumpuy —asesino de Jesús Menéndez—, huye de manera cobarde y deja al frente del Regimiento Leoncio Vidal al coronel Cándido Hernández.
El Che exige la rendición incondicional: «Mire, comandante, la cuestión es: o rendición incondicional o fuego, pero fuego de verdad. Sin ninguna tregua; ya la ciudad está en nuestras manos. A las 12:30 doy la orden de reanudar el ataque con todas nuestras fuerzas».
Diez minutos antes de la hora señalada, el cuartel Leoncio Vidal se rinde.
La población santaclareña, que ha sufrido los bombardeos de manera inmisericorde, pero ha luchado como un soldado más, obstaculizando las calles con vehículos, brindado café y cigarros a los rebeldes, ofreciendo sus casas para que fueran derribadas sus paredes y sirvieran de paso a los rebeldes en la toma de la Estación de Policía, sale feliz a las calles.
Se baila y se canta en la Santa Clara libre.
Despedida del Che de Santa Clara
El propio 1.o de enero de 1959, el jefe rebelde recibe la orden de Fidel de marchar con urgencia hacia La Habana y tomar la fortaleza de La Cabaña. Había que desbaratar el golpe de Estado militar que se fraguaba para evitar que la Revolución llegara al poder.
Al marchar hacia la capital, el comandante Ernesto Guevara de la Serna les deja el siguiente mensaje a los villareños: «Sepa el pueblo de Las Villas que al despedirse nuestra Columna Invasora, lo hacemos todos con el sentimiento de dejar un lugar querido y profundos afectos personales. Invito a mantener el mismo espíritu revolucionario para que en la gigantesca tarea de reconstrucción también sea Las Villas vanguardia y puntal de la Revolución».
Han pasado 65 años de la proeza. Fidel, al valorar la significación histórica de ese hecho, en discurso pronunciado el 30 de septiembre de 1996, afirmó: «No podemos olvidar aquella maravillosa e increíble hazaña que fue la batalla de Santa Clara, con la participación del pueblo, en que prácticamente un puñado de combatientes se enfrentaron a miles de soldados de la tiranía».
El mismo pueblo que hoy sigue fiel a esos ideales de redención y libertad.