6 y 7 de febrero de 1869: Las Villas se levanta en armas contra España
Hace 155 años los villareños se levantaron en armas contra el colonialismo español y consolidaron la lucha iniciada por Céspedes, el 10 de octubre de 1868.
Cuando se oyen las cosas de la guerra grande, se cierran los ojos, como cuando reluce mucho el sol, y al volverlos a abrir están llenos de lágrimas.
José Martí
Desde hacía meses, en la región central de Cuba, en las denominadas Inquietas Cinco Villas o Las Villas, se conspiraba contra España.
El núcleo principal insurreccional estaba en la región de Villaclara, con la Junta Revolucionaria encabezada por el patriota santaclareño Miguel Gerónimo Gutiérrez.
Pero, el foco conspirativo también abarcaba la jurisdicción de Remedios, con Salomé Hernández y Francisco Carrillo; la de Caibarién, con el revolucionario de origen polaco Carlos Roloff Mialowski, y Cienfuegos, con los hermanos Fernández Cavada, Federico y Adolfo.
Las gestiones insurreccionales habían cobrado mayor fuerza luego del levantamiento armado de Carlos Manuel de Céspedes, en Demajagua, el 10 de octubre de 1868, y el de los camagüeyanos, en Las Clavellinas, el 4 de noviembre del propio año.
Los patriotas villaclareños esperaban por las armas prometidas por la Junta Revolucionaria de La Habana, que dirigía José Morales Lemus, pero estas nunca llegaron.
Ya para inicios de febrero de 1869, el peligro de ser descubiertos era inminente. No se podía seguir esperando a riesgo de ser detenidos por el poder colonial español, al tanto de los planes conspirativos.
Por eso, desde el día 2, numerosos habitantes de Santa Clara abandonaron la ciudad y se dirigieron a fincas aledañas. El inusual movimiento lo reseñó de la siguiente manera el periódico El Alba de Villaclara: «En los últimos cuatro días es tal el número de familias que se han ausentado de esta ciudad, que la mayor parte de sus casas están cerradas, y Villaclara, antes tan animada, presenta un aspecto triste, silencioso y sombrío».
El 6 de febrero, los integrantes de la Junta Revolucionaria de Villaclara y un grupo de patriotas se reunieron en San Gil, en las cercanías de Santa Clara, y allí dieron el grito de independencia o muerte contra el carcomido y despótico poder colonial español.
Un testigo excepcional del levantamiento armado en la jurisdicción de Villaclara, el santaclareño Eduardo Machado Gómez, dejó constancia escrita del momento supremo en que esta región de Cuba secundaba las insurrecciones iniciadas en Oriente y Camagüey:
«Formé parte de la Junta Revolucionaria de Villaclara y conspiré hasta el dos de febrero de 1869, que salí al campo porque supe que se me iba a prender por infidencia. El día seis di el grito con los demás de la Junta en San Gil. La bandera enarbolada ese día fue regalada por mí. La usó la columna del General Roloff que nos acompañó a Camagüey, y sirvió para prestar juramento sobre ella el primer presidente de la República de Cuba».
El propio día 6, también se declararon en rebeldía contra España otros grupos de las regiones de Sagua la Grande, Ranchuelo y Remedios. En el libro La guerra del 68 en Villa Clara, la fallecida historiadora Migdalia Cabrera Coello así lo prueba: «(…) el polaco Carlos Roloff, empleado de casa Bishop de Caibarién, se alzó en el potrero Ocho cerca de Santa Clara. En la zona de Esperanza y Ranchuelo tomó el camino de la insurrección el grupo dirigido por Florentino Jiménez Fabelo».
En otros lugares de la amplia geografía villareña también hubo partidas de cubanos que marcharon hacia la manigua, en un número cercano a los 10 000 patriotas. Sólo en la región de Cienfuegos sumaron unos 3000 hombres, lo que sorprendió a las autoridades colonialistas. También se incorporaron los patriotas espirituanos, quienes se levantaron en armas en la zona de Banao, con Honorato del Castillo como jefe, y los trinitarios, con Lino Pérez a la cabeza.
Al día siguiente, el 7 de febrero de 1869, las bisoñas tropas insurrectas se reúnen en Cafetal González, en Manicaragua, finca propiedad de José González y lugar equidistante de Villaclara, Cienfuegos, Sancti Spíritus y Trinidad. En total fueron unos 5000 villareños dispuestos a morir por la independencia de Cuba.
De nuevo, el tribuno Eduardo Machado, quien llegara a ser secretario de la Cámara de Representantes de la República de Cuba en Armas y propusiera en Guáimaro que la bandera de Narciso López, la izada en Cárdenas en 1850, fuera la insignia nacional, dejó escribió sobre aquella importante concentración patriótica:
«El levantamiento de mi pueblo había sido el mejor en cuanto a cantidad de elementos de guerra. Más de cinco mil villaclareños había en la concentración del valle de Manicaragua La Moza, y todos juntos no contaban cuando más que con 200 armas de fuego, casi todas escopetas, y de estas muy pocas nuevas. Además, la jurisdicción de Villaclara, por la escasez de sus bosques, era la menos favorable para la única clase de guerra que al principio podíamos hacer a los españoles».
La joven Pastora González, hermana de José González, puso en alto el nombre de la mujer cubana al hablarles a los hombres y arengarlos a la lucha.
Allí, en medio de la serranía manicaragüense, se dio el grito de ¡Viva Cuba Libre!, se firmó el acta de independencia y se enarboló la bandera de la estrella solitaria por los miembros de la Junta Revolucionaria de Santa Clara, presidida por Miguel Gerónimo Gutiérrez, en unión de Eduardo Machado, los hermanos Antonio y Guillermo Lorda, Tranquilino Valdés y Arcadio García.
Firmada el acta de independencia, los patriotas, con Miguel Gerónimo Gutiérrez al frente, discutieron el primer proyecto invasor de la historia de Cuba, presentado por Eduardo Machado, pero rechazado por los restantes miembros de la Junta Revolucionaria:
«Nos reunimos en una tienda extraordinaria a la cual asistió el general Carlos Roloff. Puesta de manifiesto la gravedad del peligro, opinó Miguel Gerónimo Gutiérrez, y con él Arcadio García y Tranquilino Valdés, que lo más acertado era replegarnos a Oriente, […] pero no con el propósito de quedarnos allí sino de pedir recursos de guerra a Carlos Manuel de Céspedes para nosotros y demás compatriotas de Las Villas, y enseguida volver a nuestro territorio conduciendo aquel refuerzo salvador.
«La idea podía ser laudable, pero el general Roloff y yo dudábamos que hubiese sobradas armas y pertrechos en Oriente, y opinábamos que era preciso buscar la salvación avanzando hacia Occidente, destruyendo por sorpresa los grandes ingenios de Colón y Cárdenas, levantando sus negradas, y llevando con esas huestes armadas de machete, el incendio, la desolación y el pánico hasta las mismas puertas de La Habana.
«El doctor Antonio Lorda, que se enorgullecía de ser algo dantoniano en sus ideas, apoyó primero muy calurosamente este proyecto, pero ante las sombrías reflexiones de Gutiérrez, el cual temía el inmediato desbordamiento de los negros, Lorda se mostró indeciso y fue causa de que la primera opinión quedase en mayoría. Inmediatamente emprendimos marcha hacia Camagüey, con la mayor parte de las fuerzas de Villaclara […]».
Así fueron los hechos históricos de febrero de 1869, los cuales consolidaron el alzamiento de Las Villas y fortalecieron el levantamiento de Céspedes, al sumarse a la lucha contra España una de las regiones más importantes de la isla.
Días después, el 17 de febrero, el mayor general Carlos Roloff, al mando del Estado Mayor para todas las tropas villaclareñas, llevó adelante el primer encuentro de importancia, la toma del poblado de Santo Domingo. Un segundo combate, en el ingenio Ruiz de Palacio, en San Gil, relativamente cerca de la ciudad de Santa Clara, constituyó una victoria mambisa.
Un informe de balance de la guerra, firmado por Carlos Manuel de Céspedes y dirigido a la Junta Revolucionaria de La Habana, exponía que a mediados de marzo de ese propio año de 1869 había en Remedios cinco partidas revolucionarias que comenzaban operaciones en la misma región.
La lucha en Las Villas era un hecho. Dos meses después, el 10 de abril, los villareños, con Miguel Gerónimo Gutiérrez al frente, llegaban a Guáimaro para constituir el primer gobierno de la República de Cuba en Armas.
Ninguno de los cinco integrantes de la Junta Revolucionaria de Villaclara sobrevivió a la Guerra de los Diez Años: Antonio Lorda, con el cargo de secretario de Guerra, murió enfermo el 16 de mayo de 1870; Miguel Gerónimo Gutiérrez fue asesinado por los españoles del 20 de abril de 1871; días antes, el 4 de abril, también era asesinado Arcadio García, y en Iguará, Sancti Spíritus, falleció Tranquilino Valdés.
El último fue Eduardo Machado, quien resultó herido y ultimado a machetazos por los españoles el 17 de octubre de 1877, cuatro días antes de cumplir los 40 años.
Una tarja en Cafetal González recuerda los 155 años del levantamiento armado de los villareños, y una estatua de mármol en el parque La Pastora nos muestra erguido a Miguel Gerónimo Gutiérrez, el patriota inmaculado.