«Abrazamos el principio de integración en el Polo Científico de Villa Clara»

Así lo considera el Dr. Nilo Castañedo Cancio, quien es uno de sus fundadores, al cumplirse 32 años de la constitución.

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Instante de la visita de Fidel, al trasladarse desde el Laboratorio de Producción del CBQ hacia el IBP. (Foto: Cortesía del entrevistado)
Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
97
21 Febrero 2024

El Dr. Nilo Castañedo Cancio recuerda un segmento de su vida imposible de olvidar. Intenta resumirla en algo más de 70 minutos de plática sin cuestionarios previos. Una conversación cargada de anécdotas y reflexiones sobre contribuciones científicas y, también, de no pocos mecanismos burocráticos e incomprensiones.

Miembro de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba, Dr. en Ciencias Químicas, Profesor de Mérito y Consultante de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, poseedor de 80 patentes, diputado en un período a la Asamblea Nacional del Poder Popular y director del Centro de Bioactivos Químicos (CBQ) durante 20 años,  rehúye los protocolos.

«Un momento de gran aliento y revitalización del Gabifu fue cuando Fidel, el 15 de enero de 1990, se refirió a los trabajos científicos que se llevaban a cabo, anónimamente, en universidades y otros centros del país. Los integrantes del grupo se vieron reflejados y sirvió de incentivo para retomar nuevas acciones», precisa el Dr. Nilo Castañedo Cancio, uno de los fundadores del PCP. (Foto: Ricardo R. González)

Sigue siendo el científico e investigador que, en la década dura del período especial de los años 90, pedaleaba bastante para ir y regresar de su querido CBQ.

A punto de cumplirse 32 años de la constitución del Polo Científico Productivo (PCP) de Villa Clara, del que aparece entre sus fundadores, rememora este capítulo.

«Existen marcados antecedentes e innumerables contribuyentes y colaboradores dentro de nuestra rama. Diría que la primera etapa se gestó en la entonces Escuela de Química de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV) y participaron, fundamentalmente, los químicos orgánicos. Hubo, a la vez, un importante vínculo con expertos de la Universidad de Rostock, en Alemania».

—¿Qué representó la constitución del Gabifu?

—Ya existían motivaciones y sueños matizados con buena dosis de idealismo y fantasía. Así, en 1981 se creó el Grupo de Aplicación de Bioactivos Furánicos (Gabifu), considerado el segundo período en la creación del CBQ.

«La idea promotora era que una vez obtenidos nuevos productos pudieran evaluarse determinadas propiedades antimicrobianas y antiparasitarias de estos en la esfera de la medicina veterinaria, así como acciones fungicidas y herbicidas en la rama agrícola, sin descartar otras pretensiones.

«En el orden práctico quedó demostrado que si bien existía un notorio grupo dentro de la UCLV, no era posible realizar la totalidad de los estudios requeridos, por lo que se decidió incorporar a profesionales de otras instituciones de la provincia y del  país que, de forma cooperada, pudieran acelerar la conclusión e introducir resultados». 

Uno de los reconocimientos entregados por la Dra. Rosa Elena Simeón Negrín, como titular de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en aquellos momentos, durante el décimo aniversario de constitución del Gabifu. (Foto: Cortesía del entrevistado)

—Diciembre de 1990, ¿punto clave?

—Ya se tenía una cantera de deducciones que avalaban las potencialidades en la introducción y generalización de estos, a fin de solucionar problemáticas de la salud vegetal, animal y humana.

«El 4 de diciembre de 1990 se autorizó por el líder histórico de la Revolución cubana, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, la creación del Centro de Bioactivos Químicos (CBQ) como colofón de un grupo de investigaciones desarrolladas por numerosos investigadores de la UCLV y de varios centros cubanos y del extranjero, en lo que en aquel entonces parecía un sueño».

—Y comenzaron los encuentros con Fidel.

—Fueron tres en total. En el primero estuve cuatro horas parado frente a él, junto con la dirección del país en aquel momento e integrantes de nuestro grupo. 

—¿Sabía que iba a La Habana a esa reunión?

—Solo que se trataba de un encuentro muy importante, pero desconocíamos con quién. Llevaba todos los frascos para mostrarlos y cuando llegamos a la oficina nos dijeron que era en otro lugar. También portaba las pancartas del Gabifu y las conclusiones del balance que iba a efectuarse, ese día, y tuvimos que partir hacia la capital cubana.

«La impresión fue fuerte. Íbamos por un pasillo y de pronto él aguardaba parado en una puerta. Ahí vino la sorpresa, aunque imaginaba algo. Preguntó por el jefe del grupo y modestamente respondí. Un silencio sepulcral. Ahora el cuento se hace fácil, pero en aquel momento era otra cosa, y pensé en lo que mis padres me enseñaron como hábito de educación de aludir a quienes iban conmigo».

—¿Ocurrió algo con la pancarta del Gabifu?

—Estaba relacionada con la composición del grupo multidisciplinario, y rápidamente me dijo: «Ya vienes a llenarme de pancartas». Y le dije; me disculpa que no le guste la pancarta, pero yo tengo que presentar a los colegas, y se la puse encima de la mesa,

«Algo que recuerdo como si fuera ahora es que durante las cuatro horas, cada vez que se abordaba un tema de uno de los grupos, él miraba al que yo había presentado como responsable, lo que demuestra la memoria formidable que tenía.

«Así vivimos otros momentos y siguió indagando sobre diversos aspectos que sirvieron de pautas en el trabajo».

—¿Qué nuevos matices caracterizaron esta cita?

—De allí salió la indicación de concluir los productos a ciclo completo y qué resultados traería para el país. Me preguntó por el costo de una t de furfural que en aquel momento yo desconocía.

«A mí me temblaron las piernas cuando tomó una libretica e indagó por lo que hacía falta para impulsar las plantas productivas del CBQ. Le tuve que explicar taller por taller con todos los requerimientos en equipos, reactivos y materiales.

Manuscrito elaborado por los integrantes del Gabifu durante el viaje para la reunión con el Comandante en Jefe, de lo que sería la Planta de Producción. (Foto: Cortesía del entrevistado)

«Entonces insistí en que lo más caro no lo habíamos comentado: el Laboratorio de Control de la Calidad. Y al saber el monto preguntó: "¿Quién dice que eso está caro? Puede serlo si vas a construir una planta nada más, pero con las cinco, ese laboratorio le dará servicio a la totalidad, por lo que sale más barato".

«Todavía no me explico cómo logré esa tranquilidad espiritual. Tenía la opción de hablar lo que pensaba, y a medida que pasaba el tiempo daba más confianza a que dialogáramos. También se preocupó por la transportación, y nos invitó a que al día siguiente visitáramos el PCP del oeste de La Habana».  

—El objetivo del PCP en aquellos tiempos era integrar la parte agrícola, la biotecnología y la farmacéutica. ¿Sería la razón de la segunda visita de Fidel?

—Fue en abril de 1991. Una llamada telefónica me sorprendió en mi oficina. Eran como las 2:00 de la tarde, y cuando voy a entrar a la fábrica, pasando por encima de las tablas provisionales ubicadas sobre los huecos del lugar, a los pocos minutos llegó un Mercedes negro, del cual bajó Fidel.  

«Vino a chequear cómo iba la evolución de la planta que ya estaba en completa construcción. Recuerdo que al divisar una loma apreciada desde el lugar recalcó: "¿Y tú quieres llegar hasta allá?"

«Luego de visitar el CBQ fue caminando al Instituto de Biotecnología de las Plantas (IBP), para dirigirse después al de Investigaciones en Viandas Tropicales (INIVIT) e intercambiar con la dirección de aquel entonces».

—¿Una tercera oportunidad en Santiago de Cuba?

—Sobre la base de la rentabilidad de la industria farmacéutica surgió la tarea de choque de producir los 20 kg de G-1 en el proceso de adiestramiento de los obreros de la fábrica de manera experimental. Cumplimos el encargo y me dieron la responsabilidad entregarle el frasco de culminación a Fidel.

Portada de la segunda edición del libro que recoge toda la historia del CBQ con la autoría del propio Dr. Nilo Castañedo Cancio y la Dra. Zenaida Rodríguez Negrín. Un texto muy fundamentado editado por la Editorial Feijóo, de la UCLV. (Foto: Cortesía del entrevistado)

«Esta vez fueron 29 minutos hablando en el IV Congreso del Partido realizado en Santiago de Cuba. Y quiso que en la segunda sesión los científicos expusieran los resultados para todos los delegados cuando mi pretensión era solo entregarle el frasco.

«Hoy no sé si lo hubiera podido hacer. Él quería que se realizara, por cada año, una fábrica de las cinco previstas».

—¿Qué recuerdos le dejan esos intercambios previos a la fundación del PCP?

—Después de la primera reunión con Fidel prácticamente no dormimos, porque como uno de los aspectos que planteamos fue la creación del centro con planta de producción, ello implicaba la conclusión de diversos estudios, así como los ensayos en animales con vistas a la integración con la toxicología para poder registrar productos.

«En paralelo, comenzar las investigaciones en humanos a corto, mediano y largo plazo. Era una vorágine en los campos productivos y de la investigación.

«Fueron momentos muy importantes, y el PCP a partir de su creación ayudó mucho en la integración de los diferentes grupos de investigaciones. A mí me tocó, desde el principio, dirigir el de fármacos con la inclusión de la toxicología y expertos de suma experiencia, en el caso de los doctores María Bofill Cárdenas y el ya desaparecido Juan Carrizo Estévez, en aquel momento,rector del Instituto Superior de Ciencias Médicas.

—¿Cuál resultó el mayor reto dentro de este grupo de medicamentos?

—Trabajamos desde antes de la reunión con Fidel en el propósito de integración, por lo que los antecedentes estaban creados. Gracias a esto pudimos avanzar en lo logrado dentro de un país pequeño en el que el desarrollo de fármacos a escala internacional obedece a las grandes transnacionales, y no puede olvidarse que una cosa es hacer ciencia en La Habana y otra del túnel para acá.

Ni remotamente se pensaba en la constitución del PCP.

—Ni tampoco se contaba con la creación del CBQ, siempre hubo un deseo, una idea de poder llegar a desarrollar medicamentos en la provincia, pero era un solo un sueño.

—¿Si de resultados se trata?

—Obtuvimos la tercera Medalla de Oro conferida por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI). En Cuba, después del Instituto Finlay y la validación del PPG, la única lograda fuera de la capital, a partir de un antibiótico de uso veterinario.

«Se llegaron a registrar tres productos que en la fase humana "nos tiraron duro". El primero fue el Queratofural®, como medicamento oftálmico veterinario, el segundo el Vitrofural®, un esterilizante químico único de su tipo en el mundo para beneficio masivo de vitroplantas, y el Dermofural® en humanos, con potente acción antibacteriana y que también ha demostrado efectividad ante úlceras moderadas del pie diabético ocasionadas por bacterias, aunque pudiera considerarse un cuarto registro con la licencia de producción de la fábrica. Luego de concluir en la dirección del CBQ, asumida después por la Dra. Zenaida Rodríguez Negrín, llegaron otros que ampliaron el espectro de las producciones».

—Ante tanta carga docente, ¿es factible que una universidad cierre ciclos de desarrollo de medicamentos?

Es muy cuestionado si debe hacerlo o  transferirse la idea o el resultado en un estadio preliminar a la industria u otra empresa o centro. Los resultados del CBQ demuestran que se han cerrado ciclos en los casos donde ha sido posible, como, por ejemplo, en el Vitrofural®, en los ensayos ecotoxicológicos y en los productos de origen natural. En otros, ha sido necesaria la integración con industrias productoras de formas terminadas como Labiofam para el Furvinol y la Empresa Roberto Escudero de Quimefa, en el caso del Dermofural®.   

—A pesar de lo logrado, ¿ se siente inconforme?

—He sido un eterno enamorado de introducir resultados en la práctica. El producto que se ha logrado exportar a varios países, que es el Vitrofural®, me encantó que al día siguiente de legalizarse ya teníamos contrato con la Agricultura. Ello posibilitó que las biofábricas del país eliminaron las autoclaves; sin embargo, había potencialidades demostradas para que el Dermofural® estuviera en otras formas concluidas a nivel de farmacias, y luego de estar incluido en el cuadro básico de medicamentos fue retirado con explicaciones nada convincentes.

«Se pudo, cumpliendo con todos los estándares internacionales, concluir las pruebas en humanos en la parte dermatológica para hongos y bacterias. Importante, además, en la ortopedia, la angiología y los pacientes con quemaduras.

«También pudo haberse concluido la parte oftálmica en humanos que no le quedaba mucho para finalizarla luego del antecedente en animales. Incluso, hubiera tenido utilidad en la Operación Milagro, así como en las complicaciones, además de otros cinco usos.

«Vale decir que de tres pruebas mutagénesis exigidas internacionalmente hubo que realizar 12, cinco de ellas en Estados Unidos, cuando una sola cuesta un millón de dólares, a fin de demostrar su validez al margen de toxicidad y de otros riesgos».

—Una etapa también de esfuerzos, de momentos difíciles, de insensibilidades.

—La integración, la colaboración con la UCLV, la provincia, el país y el mundo nos ayudaron a transitar el camino.

«Patentes de productos nuestros en Estados Unidos, Japón, en parte de Asia fue una fortaleza reconocida nacional e internacional, sin fricciones entre los grupos del PCP. Todo lo contrario, unido a la integración con el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el Instituto Finlay de Vacunas, el Ministerio de Educación Superior (MES) y el apoyo extraordinario del PCP.

«Reconozco que fue la parte más feliz de mi vida, ver la utilidad, aunque muchos ayudaban por convicción y otros no. A pesar de todo pasamos trabajo, etapas muy difíciles, de esas que exigen tenacidad a prueba de fuego».

—Ya está jubilado, pero a 32 años de constituido el PCP, ¿siente que deja su huella en esa historia?

—Pienso que sí, hace una década que no asisto a las sesiones, pero son resultados tangibles, son los aportes de la ciencia a Villa Clara. Supimos lo que era el inmenso sacrificio y ayudamos a los grupos más pequeños. Eso nos curtió.

Muchas personas lo ven circunspecto, pero dicen que detrás de esa imagen hay bastante jocosidad ¿Es cierto?

—Soy un jodedor cubano, digo las cosas claras. Iba a las actividades y bailaba con todo el mundo. No soy de mesas presidenciales, y a los grupos les decía que uno de los principales aspectos a tener en cuenta son los resultados, pero sobre la base de la modestia, la sencillez, nada de egoísmos, y con la fórmula popular de «al mal tiempo, buena cara».

—A pesar de las circunstancias de la Cuba actual, ¿sigue siendo ese jodedor cubano?

—Sin duda. Hay veces que me molesto por situaciones incomprensibles y otras no, pero la vida te dice que debes seguir.

 

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