La Sociedad Interfaz de Ciencia y Tecnología (Sicte S. A.) es pionera en la gestión de proyectos de innovación orientados al desarrollo socioeconómico del país. Sobre los tres años de quehacer conversamos con su presidente.
La alianza entre el Centro de Investigación y Desarrollo de las Estructuras y los Materiales (Cidem) y la Sociedad Mercantil Construcciones DS garantiza la producción del mortero, una solución innovadora a la demanda de materiales de la construcción. Las regalías benefician de manera directa a los propios investigadores. (Foto: Cortesía de Sicte S. A.)
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
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04 Marzo 2024
04 Marzo 2024
hace 8 meses
El 5 de agosto de 2020 nació en Villa Clara una entidad de nuevo tipo: la Sociedad Interfaz de Ciencia y Tecnología (Sicte S. A.), en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV), para cumplir el anhelo de estrechar vínculos entre los sectores académico y empresarial.
Con una veintena de trabajadores, en poco más de tres años la empresa ha mantenido un impacto sobre el desarrollo socioeconómico del país, con la gestión de proyectos desde las ciencias técnicas, biológicas y agropecuarias, y sociales y humanísticas, distribuidos en las áreas de turismo, construcciones, tecnologías de la información y la comunicación, alimentos, sector electroenergético, logística del transporte, agroindustria azucarera, industria ligera y otros. Igualmente, se ocupa de la comercialización de otros productos y servicios, transferencia de tecnologías, consultorías y asesorías.
Para profundizar en el quehacer, los logros y desafíos actuales de Sicte, Vanguardia dialogó con su presidente, el Dr. C. Gilberto Quevedo Sotolongo.
—¿Cómo y por qué nació Sicte?
—La Sociedad Interfaz de Ciencia y Tecnología de la Universidad Central surgió al amparo del decreto 363/2019, que autoriza la creación de los parques científicos tecnológicos y las empresas interfaces como nuevos tipos de entidades de ciencia, tecnología e innovación, y de la resolución 287/2019, que establece el reglamento para el sistema de programas y proyectos de ciencia, tecnología e innovación, entre otras normas jurídicas.
«De manera experimental, se aprobó la fundación simultánea de dos empresas interfaces: la nuestra y la de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (Cujae), que son socias entre sí.
«Los parques, las empresas interfaces y las fundaciones comparten el objetivo de incentivar la introducción de los resultados científicos en la práctica, luego de que la Academia de Ciencias de Cuba dictaminó que en el país se hacía mucha ciencia, aunque no toda impactaba en el desarrollo económico y social.
«Sobre esa base, luego de consultar con especialistas, se decidió crear nuevas entidades con la función de conectar los resultados científicos con el sector productivo y de los servicios, pero que funcionaran como empresas».
—¿Qué ventajas supone constituirla como sociedad mercantil?
—Como las universidades son entidades presupuestadas, les resultaba muy difícil entenderse con el sistema empresarial. Nosotros lo hacemos con ambas partes.
«La legislación decía que los parques sí eran sociedad mercantil, por sus características y funciones; sin embargo, a nosotros nos calificaba como empresa. Cuando empezamos a interactuar con el Ministerio de Economía y Planificación, analizamos cómo establecer las relaciones con la universidad, porque somos independientes de esta y tenemos personalidad jurídica, aunque nos debemos a la institución.
«Nos pareció mejor hacerlo como una sociedad mercantil, donde la universidad fuera nuestra accionista. La ventaja fundamental consiste, precisamente, en facilitar el vínculo con la casa de altos estudios, a la cual le transferimos los fondos que, por ley, le corresponden».
—¿Cómo se reflejan los beneficios de la gestión de Sicteen la UCLV?
—Por decreto, le damos el 60 % de los dividendos. Además, tenemos una base permanente de trabajo con la universidad, por lo cual le cedemos una gran parte de la CL (cartade capacidad de liquidez de divisa) que captamos, y a ello se suman las remuneraciones que perciben los profesores, investigadores y estudiantes por la participación en proyectos.
«Hay cambios importantes, asociados, por ejemplo, a la firma de contratos con un tiempo y un monto determinados. Los académicos tienen que respetar los tiempos de la producción, que no son los mismos de la ciencia que hacían, porque hay que dar una respuesta a la demanda de nuestros clientes en el lapso convenido».
—Luego de tres años de gestión, ¿cuáles son los principales éxitos e insatisfacciones?
—Hemos hecho tres cierres económicos. En 2020, la actividad se limitó a dos meses, en medio de la pandemia de la COVID-19, y pasamos un primer trimestre de 2021 muy difícil, por el impacto del ordenamiento monetario. Nos sobrepusimos sin recurrir a créditos puentes y ya tenemos una mejor salud financiera.
«De los cinco modelos de negocios que desarrollamos, con tres estamos satisfechos y con otros dos no tanto. La actividad más dinámica son los proyectos que demanda el sector productivo y de los servicios, pues los empresarios vienen, nos plantean un problema, concebimos un proyecto, buscamos el mejor equipo de la UCLV o de otros centros para llevarlo adelante, y realizamos un diseño con el tiempo y el monto. Esto ocurre casi todas las semanas. En tres años, acumulamos más de 200 proyectos y sólo en 2023 facturamos 68 e ingresamos más de 13 millones de pesos.
«Otra línea consiste en la atención de proyectos asociados a programas, que responden a convocatorias nacionales, sectoriales y territoriales. Somos la única empresa interfaz que ha decidido llevar los proyectos asociados a programas de la universidad, a pesar de lo complejo que resulta. En 2023 asumimos 45 proyectos, fuimos gestores de tres programas e ingresamos casi 8 millones de pesos, y este año tenemos el reto de llegar casi a 60 proyectos.
«También, hemos tenido éxito en la gestión de eventos. La IV Convención Científica Internacional de la UCLV —la segunda que organizamos y la primera de manera presencial— representó un gran desafío y demostró la potencialidad logística de la empresa.
«Por la magnitud del programa, con 18 eventos asociados, tenía que desarrollarse, necesariamente, en la cayería noreste de Villa Clara. Ello supuso la negociación con los precios de tres hoteles, con una tasa de cambio de 1 USD por 120 CUP, cuando la nuestra seguía siendo de 1 por 24; el funcionamiento de 18 locales y la disposición de 27 viajes para el traslado de los participantes. De todo se ocupó Sicte».
—¿En qué cuestiones no avanzan al mismo ritmo?
—En las exportaciones. Las realizamos en dos formas: desde los servicios académicos (pregrado, posgrado y profesores invitados) y los servicios científicos.
«En ambos hemos crecido, pero no al ritmo que quisiéramos ni a la altura de las potencialidades que ha demostrado la universidad en años anteriores. Por ejemplo, los ingresos en moneda nacional fueron de 20 millones de pesos en 2021, 26 millones en 2022 y 39 millones en 2023. En cambio, respecto a la captación de divisas, el pasado año nos acercamos, por primera vez, al cumplimiento del plan, al ingresar 245 500 dólares del cuarto de millón previsto».
—¿Por qué resultan tan complejas las exportaciones?
—Por disímiles cuestiones. Por ejemplo, el Centro de Investigación y Desarrollo de las Estructuras y los Materiales (Cidem) realiza pruebas industriales en la planta instalada en la universidad. Traen los materiales de otro país, hacen aquí la formulación del cemento y la envían al exterior para que el cliente la evalúe y decida si quiere producirlo. La logística para esta operación se complica mucho. Aunque el Gobierno ha ayudado siempre que lo solicitamos, en medio de tantas urgencias, esa no es la manera correcta.
«No se puede sostener una forma de exportación si hace falta gastar por un componente en divisa y no la tenemos. Para resolver esta cuestión vamos a presentar un modelo de negocio cerrado y destinar un porciento de lo que se capte para seguir desarrollando las capacidades.
«Además, sufrimos los efectos reales del bloqueo, porque ninguna de las grandes empresas internacionales firma contratos directos con nosotros, y en todos los intermediarios por donde pasa el dinero se incrementa el costo financiero. Es decir, sufrimos el bloqueo de aquí y el de allá, pero seguimos trabajando; este año tenemos un plan, sin eventos, de un cuarto de millón de dólares y nos urge crecer».
—¿Cómo valora la acogida de los servicios de Sicte?
—He dedicado dos tercios de mi vida a la Universidad Central y a la ciencia, incluso, desde la dirección de un centro de investigación que cerraba ciclos, y no me imaginé una reacción tan positiva del sector productivo y de servicios. Ha sido satisfactoria la respuesta a la demanda creciente de las empresas, que no están exentas de problemas económicos, y muchos clientes repiten.
«Contamos con el respaldo de la universidad con más amplio perfil del país, que nos permite convocar a profesionales de varias facultades para dar respuesta a los problemas más complejos. Se ha incrementado, de manera notable, la cifra de contratos, y aunque ahora firmamos una menor cuantía, son más integrales, con fondos de hasta un millón o un millón y medio de pesos.
«Sin embargo, todavía quedan reservas. El pasado año recibieron remuneración por trabajar en proyectos 800 profesores, investigadores y estudiantes, pero esa cifra representa sólo el 40 % del claustro de la universidad, y un reducido grupo de centros concentra el 70 % de los contratos.
«Recientemente, iniciamos un recorrido por todas las facultades, para explicar los resultados de Sicte, cómo se vio implicada cada una y cómo deben proyectarse para este año. Asimismo, realizamos visitas a varios municipios para darnos a conocer aún más».
—¿Se ha multiplicado la experiencia en el país?
—Sí, y lo hemos logrado relativamente rápido. En cuanto expusimos resultados positivos al presidente de la República, a mediados de 2021, nos pidió extenderlos a los lugares donde existieran condiciones para ello. A partir de las primeras dos empresas, han surgido otras seis y la séptima está en proceso; todas, asesoradas por nosotros.
«Las nuevas entidades enlazan centros de investigación y universidades de Mayabeque, La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Sancti Spíritus, Camagüey y Ciego de Ávila, Moa y Holguín, y Santiago de Cuba y Guantánamo. Próximamente, el Ministerio de Educación Superior nos financiará un proyecto de investigación para crear la red de interfaces».
—Una palabra clave asociada a Sictees la innovación. ¿Cómo debemos innovar en Cuba?
—En la literatura aparece la fórmula I+D+i, el ciclo cerrado de investigación, desarrollo e innovación. Mientras no lleguemos a la i «chiquita», no habrá impacto sobre el desarrollo económico y social del país. Últimamente, he hablado de añadir a la i una s, porque no basta con llegar a ella sin hacerla sostenible en las condiciones tan cambiantes de Cuba.
«Ese empeño es muy complejo hoy. Puedes tener un muy buen resultado, que transitó por todas las etapas y se introdujo, pero después no se hace sostenible en el modelo económico cubano. Hay que lograr sinergias con todos los actores de la economía, incluido el sector privado, y aprovechar esas prerrogativas que no tiene la empresa estatal».
—¿Cómo se ha proyectado la sociedad interfaz de la UCLV hacia la sostenibilidad de las innovaciones?
—Hemos buscado variantes. Un caso positivo resulta la producción del mortero seco entre el Cidem y una mipyme privada, puesto que no contamos con el cemento para hacerlo en nuestra planta. Cuando se interesaron en fabricarlo, evaluamos sus condiciones, la calidad de la materia prima y el cumplimiento de los requisitos establecidos en el dictamen técnico. Se licenció la producción, ellos nos informan cuánto facturan por la venta del material y nos pagan el 5 %. La mitad de esa ganancia se destina a los investigadores que desarrollaron el producto.
«Otro negocio, con Geocuba, permite que uno de los grupos más importantes del país en el desarrollo de autómatas aéreos (drones) o navales comercialice sus productos y servicios. La empresa contrata a nuestros especialistas y, de lo que genera, nos paga el 7.5 %. En ambos casos estamos aplicando resultados científicos y todas las partes ganan. De otra manera no podríamos hacerlo.
«No hemos logrado la sostenibilidad en el desarrollo de la caja decodificadora cubana, con mayores prestaciones que la china, know how constituido, tres prototipos que funcionan y han pasado todas las pruebas; pero no hay financiamiento para producirla en Cuba. En tanto, la fábrica de cemento que se diseñó como una réplica 40 veces más grande que la planta de la universidad, y que se pretendía ubicar en Remedios, no se ha instalado aún.
«Entonces, hay que unirse y apostar por modelos de negocios que introduzcan lo que se ha demostrado que es factible hacer, ajustado a las condiciones económicas del país».