Santa Clara mediterránea, elegante, auténtica

A 335 años del nacimiento de la gloriosa villa de Santa Clara, historia, patrimonio, cultura y tradición se funden para celebrar los valores de una ciudad auténtica y proyectarla hacia el futuro. 

Compartir

Parque Vidal y Biblioteca Provincial Martí.
(Foto: Ramón Barreras Valdés)
Mónica Sardiña Molina
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
81
15 Julio 2024

La magia del buen relato nos traslada a una Santa Clara en ciernes, 335 años atrás. Sentimos el hostigamiento y saqueo de corsarios y piratas sobre San Juan de los Remedios, compartimos la decisión de los hijos de la Octava Villa de Cuba de ponerse a buen resguardo, lejos del litoral[1]; apreciamos la zozobra por las contradicciones internas entre quienes no querían abandonar su asentamiento y los que optaban por el traslado, pero pugnaban sobre un destino u otro.

Asistimos a la misa fundacional, junto a las primeras familias remedianas, el 15 de julio de 1689. Avanzamos hasta el cayo de monte conocido como los Orejanos, en el hato de Antonio Díaz, trazamos, en las cuatro leguas planas concedidas, el futuro emplazamiento urbano, y no tardamos en vestir de madera y guano las primeras veinte casas, la iglesia y el cabildo, abrazadas por los ríos del Monte (Cubanicay) y de la Sabana (Bélico), a la sombra de bosques vírgenes y con la loma de Capiro como centinela natural.

Con tal precisión pasea el primer historiador, Manuel Dionisio González, por las páginas de la Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción, donde nos vuelve partícipes de la gestación, parto y crecimiento de la Gloriosa Santa Clara.

Historia, leyenda y tradición

Justo en su posición geográfica mediterránea, la historiadora, Hedy Águila Zamora, encuentra características que han guiado el devenir de la ciudad por más de tres siglos.

Parque El Carmen.
Parque El Carmen, lugar donde se fundó la villa, hecho que, según la tradición, se produjo  al pie de un tamarindo. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

La fortificación militar que le impuso el gobierno español durante las guerras de independencia de 1868 y 1895, para evitar que la insurrección se extendiera a la región occidental del país, confirma el carácter estratégico de la localización.

Al tratarse de una ciudad de tránsito, todo viajero que se movía de este a oeste o en sentido contrario pernoctaba en los pequeños hoteles que abundaban, la Carretera Central la atraviesa, y hoy persiste una elevada población flotante.

En una región ganadera y donde proliferó la actividad agrícola en pequeñas parcelas, la lejanía de las costas impidió el desarrollo de la industria azucarera, pero el permanente trasiego hizo florecer el comercio, primero, en las calles de los Oficios (hoy Tristá) y Santa Elena (actual Independencia) y después en todas las tiendas que surgieron en el centro histórico.

Foto de la antigua plaza de Santa Clara. Foto de la plaza de Santa Clara cuando aún conservaba la parroquial mayor. iVista aérea del parque Vidal, de Santa Clara.
La antigua plaza, donde se encontraba la parroquial mayor. se convirtió en el parque Vidal, que sigue siendo el centro de la ciudad. (Fotos: Tomadas de Internet y Carolina Vilches Monzón(

Águila Zamora señala otra distinción en la confluencia de historia y leyenda, desde los orígenes de la villa, capaz de confundir a quien no sea un investigador avezado. Uno de los mitos más extendidos se relaciona con el tamarindo fundacional.

Aunque ningún documento prueba que dicho árbol diera cobijo a los presentes en la reunión inicial, alguien lo sembró años después, en el costado norte de la iglesia de nuestra Señora del Carmen, para simbolizar la fundación, como hizo el padre Conyedo cuando proyectó la construcción del templo a pocos metros del sitio de la primera misa, por lo que la tradición del tamarindo enriquece el imaginario popular y el patrimonio intangible.

Otro fenómeno que genera curiosidad, a juicio de la historiadora santaclareña, lo protagonizan las aves del parque Vidal, plaza que constituyó el primer centro urbano de la villa, dividido hoy a la mitad por la línea recta que forman la estatua de Marta Abreu, la Glorieta, el Obelisco y la fuente del Niño de la Bota Infortunada.

«Los pajaritos son un espectáculo. Bien temprano en la mañana, parece que se están contando lo que soñaron en la noche, deciden a dónde irán y vuelan en cuanto aclara. Por la tarde, entre las seis y las siete, vuelven con su algarabía, hasta que se acomodan, y una vez que oscurece, puede pasar de todo el parque, que ninguno se mueve de los árboles», comentó.

Las fiestas reales y religiosas también guardan mucho del patrimonio inmaterial que caracteriza a la ciudad. La Verbena de la calle Gloria, considerada la celebración más antigua, concentra gran parte de esa riqueza.

Hedy Águila Zamora sitúa lo antecedentes en 1695, con la llegada de la imagen de Santa Clara de Asís y el compromiso de los pobladores de venerarla todos los años con el oficio de la misa y la posterior procesión.

La Verbena de la calle Gloria.
La Verbena de la calle Gloria, una fiesta popular que regresó al agosto santaclareño. (Foto: Tomada de la CMHW)

Cuando los primeros dos cuerpos de bomberos ocuparon sus posiciones en la calle Gloria y asumieron como patrona a Santa Clara de Asís, se ocuparon de la conmemoración, cada 12 de agosto, y la festividad religiosa se fue volviendo pagana y popular, una oportunidad para compartir bebidas y dulces originarios, juegos tradicionales, artesanías y otros elementos que caracterizaban al ciudadano común. «Como santaclareño, me siento muy orgulloso de mi ciudad, por su valor histórico. Aquí tenemos los orígenes del primer cuerpo de bomberos en Cuba. Hubo grandes incendios en Remedios, provocados por los corsarios y piratas, y también en la nueva villa que se expandía, con edificaciones de madera y guano, sin condiciones de seguridad. Por ello, se hizo necesaria la organización de una fuerza para extinguirlos», comenta el teniente coronel Ernesto Lima Guevara, jefe de Operaciones del Cuerpo de Bomberos en la provincia e Hijo Ilustre de la ciudad de Santa Clara.

«La tradición supera los 300 años y está latente en el corazón de las personas. Ser bombero entraña un alto valor, humanismo, sencillez y disciplina. Es como una llama que llevamos encendida dentro y nos da ese sentimiento de pertenencia, el hábito de preocuparnos siempre por lo que podría ocurrir y tomar medidas para evitarlo», afirma quien, en 37 años de servicio, transitó por la fuerza auxiliar, fue bombero voluntario, se formó como profesional, dedicó años a la actividad de rescate y salvamento en los más complejos escenarios, se desempeñó como jefe de pelotón y de compañía, dirigió el comando de Sagua la Grande y la unidad especializada de la provincia, hasta convertirse en el segundo jefe del Cuerpo de Bomberos de Villa Clara.

Elegancia de la piedra al alma

(Foto; Ramón Barreras Valdés)

Como una ciudad más dada a la renovación que a la conservación, describe a Santa Clara el arquitecto Guillermo Jesús Pérez Alonso, director de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos del Centro Provincial de Patrimonio Cultural de Villa Clara. A diferencia de otras villas, como La Habana, Trinidad o Remedios, que preservaron sus centros históricos homogéneos y se extendieron más allá de sus límites, aquí siempre ha habido acciones de reposición. «Hemos sido diferentes, y hay que valorar esa excepcionalidad. Claro, sin desestimar que se ha invalidado el recorrido visual histórico como elemento tangible, más allá de las fotografías.

«Todos los edificios que rodean al parque Vidal sustituyeron a otras edificaciones también importantes. Hasta las primeras décadas del siglo xx, nuestro centro histórico era más homogéneo, con un carácter muy elegante dentro de una arquitectura neoclásica. Luego, el eclecticismo fue muy respetuoso con ese orden, hasta que, en los años 50, empezaron a aparecer construcciones que crearon una ruptura con lo que tradicionalmente se veía, y uno de los ejemplos es el propio hotel Santa Clara Libre», profundizó el especialista.

Entorno del Parque Vidal sin el hotel Santa Clara Libre,
El centro histórico de Santa Clara se fue transformando con nuevas construcciones que sustituyeton a las anteriores, como es el caso del actual hotel Santa Clara Libre, en la zona del parque. (Fotos: Tomadas de Internet)

El parque Vidal con el hotel Santa Clara Libre.

Sobre el deterioro y la pérdida de valiosos inmuebles y espacios, también se proyecta Pérez Alonso, e insta a «no vivir con la ciudad a las espaldas, sino de frente a ella», evitar que lo emergente mate lo importante y conceder, entre las dificultades, una prioridad a la preservación de la riqueza patrimonial de todas las épocas. Para ello, apela a una política común, integral, que involucre a todos los actores que componen, viven y disfrutan de Santa Clara.

«Sin ser una ciudad grandilocuente, y con tantos problemas como otras muchas en el país, la nuestra no deja de ser atractiva y aporta valores excepcionales, que contribuyen a que tengamos varios sitios con categoría de Monumento. Tuvimos el primer edificio de tres plantas de la región central (El Billarista), fuimos una de las primeras ciudades con electricidad y con plantas purificadoras de agua, gracias a doña Marta Abreu de Estévez. La preocupación histórica por la educación de los ciudadanos nos ha permitido tener una de las mejores universidades del país, importantes escuelas de arte, y convertirnos en una plaza cultural a la cual todo artista nacional e internacional quiere venir.

Planta eléctrica construida por el aporte de Marta Abreu.
Santa Clara fue una de las primeras ciudades cubanas con electricidad. (Foto: Tomada de Internet)

«Esos antecedentes sostienen la celebración de eventos únicos en el país, como Exuberarte, Para bailar en casa del trompo, Longina, entre otros, y la existencia de un centro cultural como El Mejunje, que nos convirtió, además, en una ciudad inclusiva. Todo eso constituye belleza, no solamente las calles o los edificios en plenas condiciones, sino también lo que nosotros aportamos como ciudadanos».

Y en ese faro cultural que ilumina de manera especial, hace 40 años, encontramos a Ramón Silverio Gómez, quien fundó una nueva Santa Clara entre paredes de ladrillo y al abrigo de los framboyanes.

Asegura que son los habitantes quienes definen la ciudad, sus ambientes, sonidos y olores, y la hacen tan auténtica, elegante, cosmopolita, libre, que enamora y encanta a todo visitante y mantiene cerca a muchos cubanos de buena voluntad.

El Mejunje, en Santa Clara.
El Mejunje. (Foto: Archivo de Vanguardia)

«Gracias al Mejunje, un centro de referencia cultural y política que ha roto, ha dado el salto y no ha pedido permiso, y al acompañamiento de otras instituciones, la urbe ha adquirido nuevas maneras de pensar y de proyectarse. No por hacerme un autoelogio, pero considero que Santa Clara sin El Mejunje sería otra. «Esta es una ciudad especial y única. Por mi trabajo, he tenido la suerte de viajar a todo el país, desde los destinos más conocidos hasta la Cuba profunda, y no me reconozco viviendo en otro lugar».

 

[1] Estudios posteriores revelaron el interés económico como móvil de la fundación de la villa de Santa Clara, sin descartar la incidencia del temor al corso y la piratería.

Comentar