Dos productores de cultivos varios de los municipios de Quemado de Güines y Sagua la Grande cuentan sus quehaceres diarios para contribuir a la soberanía alimentaria en Cuba.
Roberto García Rodríguez, productor de cultivos varios del municipio de Quemado de Güines. (Foto: Ramón Barreras Valdés)
Mónica Sardiña Molina
@monicasm97
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22 Julio 2024
22 Julio 2024
hace 4 meses
Bien entrada la mañana, el sol bravo calentaba cada palmo de la finca El Coco, cerca de Quemado de Güines. Roberto García Rodríguez apenas se veía dentro del campo de yuca, mientras cosechaba los melones que intercaló, porque este guajiro no le da chance a la hierba, aprovecha cada pedacito para sembrar y asegura que «algo siempre se recoge».
El sudor le perlaba el rostro en tanto mostraba, también, los cultivos de boniato, pepino, ajonjolí, ají y plátano, distribuidos en las 7.5 hectáreas que heredó de su padre, en una época infestadas por el marabú, y que desde hace un tiempo vuelven a dar frutos gracias al esfuerzo de la familia para limpiarlas y la labor de tres trabajadores, en una rutina diaria de seis a once de la mañana y de tres de la tarde hasta casi las ocho de la noche.
Ante la pregunta de qué hace falta en Cuba para producir alimentos, Roberto no duda: «¡Trabajar! Con mucho esfuerzo y pocos recursos, pero vamos viendo los resultados».
Una de las batallas más complicadas la libró para obtener agua, pues de los cinco pozos que perforó, solo acertó con dos, que garantizan hoy el riego en la propiedad, bendecida con fértiles suelos rojos.
Para hacer frente al déficit de insumos, con el menor costo posible sobre los rendimientos productivos, combina recetas ancestrales e innovadoras, basadas en administrar bien «lo poquito que hay», plantar en el momento justo, luego de realizar las labores correspondientes a la tierra; aprovechar los beneficios de la fase de luna menguante, criar abejas para favorecer la floración, disponer de semilleros que aseguren la autonomía y la calidad de las futuras cosechas, entre otras prácticas.
A pie de surco lucha el campesino contra todas las variedades de escaseces y la tardanza para los pagos, que acecha como plaga burocrática, a pesar de haber sobrecumplido ya los planes de ventas del año.
«A veces tenemos que vender algún producto a terceras personas para comprar determinado recurso y seguir viviendo, y otros los buscamos “por fuera”, para lograr lo que se ve hoy en el campo, porque el Estado no puede garantizar lo que necesitamos. El combustible, malo, malo, malo, prácticamente no existe. Siempre lo pedimos, pero en la actual situación no es fácil conseguirlo. Vamos a ver si un día podemos tener algún paquete tecnológico, que también nos hace mucha falta», refirió.
En cada nuevo brote, este productor quemadense de cultivos varios encuentra inspiración para seguir adelante, y concentra sus esfuerzos inmediatos en garantizar el alimento de la casa, alcanzar una relación más ventajosa entre ingresos y gastos, construir una placita para la venta directa a la población de la comunidad donde reside y diversificar cultivos en menor escala, para que permanezca bien surtido el punto de venta.
«Se puede. Los que trabajamos tenemos que permanecer unidos y convencidos del bien que estamos haciendo; enfrascarnos y luchar por mantener lo que hemos conseguido, y esperamos que la tropita no se nos arrepienta», comentó entre risas mientras nos despedía.
Osvaldo Socarrás González lleva en sus manos las huellas de 46 años dedicados al campo, y con igual disposición se entrega todos los días al trabajo: guiando una yunta de bueyes, montado en un tractor, guataqueando en alguno de los surcos donde la vista se pierde antes de alcanzar el final, o dedicado a la cosecha de cualquiera de los productos que cultiva en su finca Bella Luisa, ubicada en la comunidad La Portilla, perteneciente a Sagua la Grande.
Casi al mediodía y bajo las primeras gotas de una llovizna, lo encontramos en plena faena junto a sus trabajadores, cargando un camión con el maíz recogido horas antes.
En el ranchón donde nos sentamos a conversar, se reúnen a diario los 17 obreros para iniciar la jornada con una taza de café, merendar a media mañana y almorzar, entre las dos sesiones de labor. Alrededor, contrastan los tonos verdes de las distintas plantaciones con el rojizo del suelo que las alimenta, y en medio se yergue la máquina de riego, que cubre 32 hectáreas de la superficie en usufructo, una joya que le permite realizar tres rotaciones de cultivos al año, sin pausa entre cosecha y siembra.
A las limitaciones de combustible, maquinarias, servicios e insumos agrícolas —que ponen «dura la pelea» en cualquier porción de la geografía cubana— Osvaldo le hace frente con siete yuntas de bueyes, tanto en las tierras beneficiadas con el riego mecanizado, como en las de realengo, donde llega el agua por gravedad. «Lo que se ve aquí no es el resultado del combustible, sino de una tracción animal permanente», sentenció.
«Mantenemos la proporción del 50 % de viandas, el 30 % de granos y el 20 % de hortalizas. Ahora tenemos sembrados 17 productos: yuca, boniato, plátano, calabaza, frutabomba, habichuela, pepino, maíz... Aquí se producen alimentos los 12 meses del año. Se le vende a Acopio, para el consumo social, el abastecimiento de las placitas y mercados, y también concurrimos los fines de semana a las ferias agropecuarias», detalló.
—¿Cuánto trabajo se pasa?
—¡Oh!, es indescriptible, porque si fuera fácil, habría muchas más personas sumadas a esta tarea.
—¿Cree posible alcanzar la soberanía alimentaria en Cuba?
—Claro que se puede lograr. Si uno lo hace, otros también pueden; pero se necesita organización y base para crear los colectivos laborales.
Osvaldo responde desde la experiencia, porque ha nucleado una fuerza de trabajo heterogénea, estable y dispuesta a quedarse.
Jóvenes y experimentados, profesionales y obreros, se dedican, mañana y tarde, a los quehaceres del campo, y a muchos otros les gustaría sumarse, motivados por las ventajosas condiciones, que incluyen un contrato en regla —con el correspondiente pago de la seguridad social—, un salario medio que oscila entre 7000 y 9000 pesos, merienda, almuerzo, ropa y zapatos sin costo alguno, y una parte de las producciones para garantizar el autoconsumo de las familias.
—¿Qué más se requiere en el país para producir los alimentos que necesitamos?
—Hay que ayudar cada día más al campesino. Desde el campo se emprenden proyectos muy difíciles y hace falta acompañamiento por parte de entidades de la Agricultura y de otros sectores, del Partido y del Gobierno, porque un poquito más de apoyo y de control nos permitiría aumentar lo que conseguimos hoy.
Sin los paquetes tecnológicos, los altos rendimientos se han convertido casi en una utopía. Como alternativas —no milagros— toca sembrar siempre «un poquito más», acelerar la cosecha para adelantarse a las plagas y aplicar la ciencia, con la colaboración del Instituto Nacional de Investigaciones de Viandas Tropicales (Inivit) y del Instituto de Biotecnología de las Plantas (IBP), adscrito a la Universidad Central de Las Villas.
«Los profesionales del IBP me asesoran con cultivos como la piña, el plátano y la papa. Los sembramos, tomamos las experiencias y estudiamos los resultados», acotó.
Como premio a los resultados y un compromiso para mantenerlos, Socarrás González resultó beneficiado con la participación en un proyecto de colaboración internacional, a través del cual se establecerá, en Bella Luisa, una finca de semillas para abastecer al municipio de Sagua la Grande, con el equipamiento necesario, que incluye equipos de bombeo con paneles solares fotovoltaicos.
Asimismo, se ejecutará una reparación de la máquina de riego, para sustituir tuberías de la línea conductora y solucionar salideros y pérdidas de presión en distintos puntos, luego de 25 años de funcionamiento ininterrumpido, gracias a innovaciones y remiendos.
¿Cuántos productores como Roberto y Osvaldo necesitamos en cada municipio para extender las buenas prácticas, sacar el máximo provecho al campo y multiplicar las opciones en la mesa de las familias cubanas sin que los altos precios hagan mella en el apetito? Campesinos nobles, entregados al sacerdocio de tierra y sudor, complacidos con mostrar plantaciones vigorosas y proveer comida a otros, con el único anhelo de seguir aportando más, marcan la diferencia y la ruta.
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Cloris Isabel Arias Rubio
Miércoles, 07 Agosto 2024 18:13
Multipliquemos a Roberto y Osvaldo . Gracias, hermanos ustedes si son lo que son campesinos de verdad que aman el campo y saben que la tierra lo dá todo. de todo corazon para ustedes y sus colectivos y familias por supuesto BENDICIONES CON MAYÚSCULA.
Miércoles, 07 Agosto 2024 18:13
Multipliquemos a Roberto y Osvaldo . Gracias, hermanos ustedes si son lo que son campesinos de verdad que aman el campo y saben que la tierra lo dá todo. de todo corazon para ustedes y sus colectivos y familias por supuesto BENDICIONES CON MAYÚSCULA.