Travesía por tierras negras y arenosas

En Cascajal la producción viandera, y en especial el cultivo de arroz, junto a la ganadería, tienden a aumentar las potencialidades agrícolas de ese territorio. El cereal en la mirada de los cosecheros.  

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Vanguardia - Villa Clara - Cuba
Campo de arroz. La panícula, llamada espiga, es sensible a las adversas condiciones ambientales, y está influida por la temperatura y la disminución de la duración del día. (Foto: Luis Machado Ordetx)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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05 Septiembre 2024

El erudito Bachiller y Morales pondera en «El trigo en Cuba» (1848), según artículo de la Memoria de la Sociedad Económica de La Habana, los resultado de los cosecheros de Villaclara durante el cultivo de ese cereal, uno de los más importantes en la nutrición humana. Afirma que hacia la región del noroeste, junto a zonas de Matanzas y occidente, figuran en el mapa geográfico de las producciones  que se acometen en terrenos negros y arenosos de veneros. Ese el centro geográfico del país llevaba la delantera en los acopios de un grano que luego se convertía, con la molienda, en harina.

Todavía por aquí quedan vestigios de aquellos tiempos.  Manuel Dionisio González lo refrenda con exactitud en la Memoria Histórica de la Villa de Santa Clara y su Jurisdicción (1858), y planteó con agrado las palabras que, casi un siglo antes, dijo José Martín Félix de Arrate, cuando señaló que la región nombrada «Pueblo Nuevo, situada en la más fértil y rica territorio de la isla […] produce también algún oro y da con abundancia cosechas de trigo, higo, rosas y otras plantas…». Del trigo y sus siembras, con el tiempo y el cambio climático, apenas queda guardado en anales del recuerdo.

El trigo de San Narciso de Álvarez, las lagunas de Mordazo y Cascajal, principalmente, tal como indicó Antonio Bachiller y Morales,  quedó suplantado por otro cereal de la familia de las gramíneas: el arroz. Ese grano está considerado como alimento básico en muchas culturas, y después del maíz es el más cultivado en el mundo. En las dos últimas comunidades del actual Villa Clara crece el fomento del arroz. Hacia la periferia, visible desde la Carretera Central, y también al interior de asentamientos rurales, las producciones para uso comestible alcanzan magnitudes significativas.

No por gusto los especialistas aseguran que el arroz se cultiva en suelos de amplia gama, con variedad de texturas que van desde lo arenoso a lo arcilloso, y en llanuras inundadas y deltas de ríos, con materia orgánica y suministros de otros nutrientes. Los informantes del erudito cubana Bachiller y Morales tenían una precisión agrícola, tal como ahora se corrobora con el paso del tiempo.

Días atrás…

«Por muchos lugares aparece un “conuquito” de arroz, y poco a poco se incorporan hectáreas al cultivo y eso se aprecia en el aprovechamiento de los suelos, la disponibilidad de agua, los sistemas de riego y el empleo de la tracción animal», acotó en reciente recorrido por esos territorios Osnay Miguel Colina Rodríguez, miembro del Comité Central del Partido y primer secretario en la provincia.

Colina Rodríguez en diálogo con el campesino Batista Peña. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Ante las adversidades económicas de asignaciones de combustibles y de insumos químicos, el agua y la tierra en usufructo, junto a medios biológicos, constituyen una alternativa para consolidar plantaciones de arroz —renglón con mercado seguro—, disminuir los precios de venta a la población, y determinar las posibilidades de autoabastecimiento territorial como consigna la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Ley SSAN), precisó Colina Rodríguez. Todo refuerza el impacto del volumen de arroz en los mercados y, por tanto, en la solvencia y precios de venta.

En Santo Domingo, de manera aislada, hay desde pequeñas hasta vastas extensiones del cultivo, y se puede producir tanto arroz como el plantado y cosechado en zonas de la costa norte (Encrucijada, Sagua la Grande, Quemado de Güines y Corralillo), hecho que «facilitaría también la disminución de los volúmenes de importación del grano que en la actualidad se hacen», añadió.

En ese territorio hay identificadas 225 hectáreas con posibilidades de siembras, pero solo están contratadas 118,88 ha, aseguraron autoridades del territorio.  «No solo se trata de localización; es vital comprometer a los cosecheros, emplear semillas de calidad con variedades tempranas o tardía, y aumentar superficies allí donde sea posible aunque los rendimientos no sean los óptimos», destacó Colina Rodríguez.

Desde que el grano se siembra hasta la cosecha, según variedades, transcurren de 95 a 250 días, según criterios de especialistas. Ya hoy no se planta «al vuelo», como dijo Bachiller y Morales,  sino al moteado, como sugirió,  para evitar pérdidas de semillas, una práctica ancestral que gana adeptos entre cosecheros privados y estatales.  

El país, de acuerdo con cálculos económicos, puede producir entre el 80 y el 90% del arroz que se consume. Tierra y agua existen a pesar de los regímenes de lluviosos, y otras limitaciones de insumos. Muy lejos estamos de aquellas 304 000 toneladas que se alcanzaron en 2018 cuando existió mayor bonanza de suministros químicos y abastecimientos de combustibles y piezas de repuesto para la maquinaria.

 Villa Clara, un tiempo atrás, dispuso de unas 13 000 ha para el cultivo del cereal. La cifra en la actualidad es mayor, y entonces sumó unos 1000 cosecheros en diferentes municipios. De la producción total, declaraban informes, existían imprecisiones con fugas del grano, sin importar contratos, hacia otros destinos  alejados del autoabastecimiento territorial.

El contingente político-productivo Félix González Viego, integrado por cosecheros de Encrucijada, Sagua la Grande y Corralillo, tiene el propósito de plantar volúmenes superiores a las 3000 ha, y acopiar más de 7000 toneladas de arroz cáscara húmedo por año. «Eso constituye un estímulo en las labores agrícolas de los dominicanos que, por tradición, también cultivan arroz», dijo Luis Herrada Peñate, presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Rubén Martínez Villena, de Cascajal.

Herrada Peñate, a la izquierda, junto al campesino Batista Peña, velan los destinos seguros de la producción de acuerdo con los contratos estatales. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Camino a La Tartaria   

Así nombran a la comunidad próxima a Cayo Bejuco, y allí agua, agua, agua, junto a buenos suelos, sirven de asiento al desarrollo arrocero de Cascajal, dijo Herrera Peñate.

Allí está, con 67.1 ha, la finca de Ernesto Batista Peña, asociado a la CCS, quien dedica la mitad de esa superficie al cultivo de granos, principalmente de arroz, destinado al autoabastecimiento de la localidad.

El resto de las áreas las emplea en la ganadería vacuna, con aportes de leche y carne según ventas contratadas, y a la siembra de mango acogida al proyecto internacional de Resiliencia climática en ecosistemas agrícolas de Cuba (IRES), implementado por el Ministerio de la Agricultura y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y financiamiento del Fondo Verde del Clima, con incidencia en los municipios villaclareños de Santo Domingo, Quemado de Güines y Corralillo.

Batista Peña, con buenos rendimientos en el cultivo del  arroz, también frijol y maíz, es un productor de puntería en abastecimientos a los mercados de la provincia, y sus contratos siempre son rebasados más allá de las planificaciones.

«Aunque este año, por la escasez de lluvias, creo que los rendimientos del cereal no serán los acostumbrados, pero  en la comercialización con la parte estatal siempre estará mi apoyo guajiro. De pedir algo, solo sería electrificar el pozo que permite el riego de agua a las plantaciones, y ya usted ve, Colina, el primer secretario del Partido facilitará su concurso para involucrar a organismos y buscar una alternativa ante la escasez de petróleo. Por  lo demás no me quejo: vamos para adelante igual que otros cosecheros y eso anima a pensar en incremento de áreas para siembras de arroz», declaró.

La electrificación es una vía posible, a pesar de las carencias materiales, para sustituir obsoletos sistemas de riego y gasto de combustible fósil. (Foto: Luis Machado Ordetx)

Con 818, 62 hectáreas la CCS Rubén Martínez Villena emplea el 52,45% en la ganadería vacuna. Tiene contratados 324 600 litros con la industria  y 11 000 con Comercio, y el resto de la superficie agrícola se destina a la siembra de cultivos varios, resaltó Herrada Peñate.

En Cascajal, como en todo Santo Domingo, el cultivo del plátano constituye una constante en la producción viandera. (Foto: Luis Machado Ordetx)

De arroz tienen 107,36 hectáreas, pero pueden incrementar la cifra en otras 40,26 ha, con lo cual formarían un pequeño polo productivo para la obtención del cereal. El rendimiento actual del grano, antes del molinado, promedia las 3 tn/ha, y con la parte estatal tienen convenido entregas de un volumen que supera las 322 toneladas/cáscara húmeda, significó.

Hoy la cooperativa, con 242 socios, está diversificada, con aseguramientos, además, al mercado El Memey, sitio que vende las producciones acopiadas a precios inferiores a los topes establecidos. «Aquí tenemos 3 productores que cosechan arroz, pero podemos triplicar esa cifra. Junto a campesinos de las Cooperativas de Producción Agropecuaria Nelson Veitía y Mariana Grajales, ubicadas en Cascajal, claro que formaremos un polo productivo porque tierra, agua y voluntad para crecer sobran en los predios de la comunidad», aseguró Herrada Peñate.

Lejos, lejos de la capital provincial está Cascajal, pero al incursionar camino tierra adentro, el visitante se percata que, a pesar de limitaciones en aseguramientos de combustibles, maquinaria y fertilizantes químicos, hay deseos de crecer en las producciones y escalonar cultivos, con ciencia y técnica, que permitan mayores ofertas, a precios inferiores de venta. Entonces la ruta trazada por la historia, en aquel sentido de popularizar el trigo según Bachiller y Morales, estará expuesto hacia el arroz, esencial en la alimentación de todos.

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