En el aniversario 64 de la nacionalización de la banca cubana, Villa Clara acoge el acto nacional por el Día del Trabajador Bancario, y Vanguardiacuenta las historias de tres de las integrantes del gremio.
Yenisley Martínez Rabuñal, gerente del área comercial de la sucursal 4001 de Bandec. (Foto: Cortesía de la entrevistada)
Mónica Sardiña Molina y Erwis Manuel Pérez Díaz (estudiante de Periodismo)
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11 Octubre 2024
11 Octubre 2024
hace 2 meses
Las paredes de las sucursales bancarias se erigen como testigos silenciosos de trayectorias arduas y sacrificadas, años dedicados a la gestión de recursos valiosísimos, la materialización de proyectos y la construcción de relaciones de confianza.
El fino uniforme, la sonrisa, la ecuanimidad en el tono de voz, la máxima concentración y la disposición a complacer resultan los mejores atributos visibles de un sector donde el rigor marca el ritmo, desde mucho antes de abrir las puertas hasta un buen rato después de atender al último cliente.
El corazón de la banca
En una época de profundos cambios para la economía cubana, Yenisley Martínez Rabuñal ha sido un ancla de estabilidad y comprensión para los clientes de la sucursal 4001 del Banco de Crédito y Comercio (Bandec), en Quemado de Güines.
«Siempre me cautivó la forma en que los trabajadores se desenvolvían en el sector, la organización del trabajo, la disciplina, la ética profesional», expresa mientras rememora una de las tantas visitas que realizaba de pequeña a la filial junto a su madre, Rita, quien ejerció como secretaria durante más de 30 años y siempre la apoyó en la consecución de sus sueños.
«Estudié técnico medio en Contabilidad y Finanzas, en Sagua la Grande, comencé a trabajar inmediatamente, con apenas 19 años, y me acogieron como una más. No fue hasta varios años después, y gracias al apoyo de mi familia, mis compañeros y la misma institución, cuando obtuve la licenciatura en la especialidad, al crearse las sedes universitarias en los municipios.
«Empecé como parte de un programa de adiestramiento, luego fui especialista de banca personal; seguidamente, supervisora bancaria, justo en el momento de la creación de dicha plaza; después, gestora B de negocios bancarios, y hoy me desempeño como gerente del área comercial. Al principio la idea era apoyar al banco desde esta posición durante seis meses, pero como puedes ver, se volvió una labor indefinida».
—Una trayectoria más que extensa.
—Así es, y me siento enormemente agradecida. Todas y cada una de las actividades de las que he sido partícipe han contribuido a la experiencia que poseo hoy y me resulta muy valiosa en un puesto con tanta responsabilidad. Es, sin dudas, la tarea más ardua a la que me he enfrentado hasta ahora, un área muy complicada, cuyo trabajo incide directamente en los resultados de la sucursal, pues ahí se genera la mayor cantidad de ingresos a través de los préstamos.
«Aunque no puedo olvidar las áreas de Banca Personal y Banca Electrónica, que tantos cambios han tenido en años recientes debido al proceso de bancarización, me gustaría seguir desempeñando esta labor, hasta que la mente me dé».
El bullicio, en el horario de la tarde, ya no resulta tan notorio, y el vaivén de clientes cesa un poco a partir del mediodía. No obstante, es un mundo agitado y en constante movimiento, sin margen para equivocaciones y todos los trabajadores son conscientes de su responsabilidad.
El ritmo de trabajo obliga a preguntarle cómo gestiona un ambiente laboral de esas características.
«Es tremendamente sacrificado. El trato con los clientes debe ser cercano a la vez que profesional. Citando a nuestra directora provincial, sin ellos el banco no existiese. Para muchos de ellos, en particular los que vienen de forma regular, somos su guía, el lugar, las personas a las que acuden para realizar sus transacciones y procesos económicos. Debemos ser muy cuidadosos, y uno se lleva muchas experiencias de ese trato humano a la vida personal, al día a día».
Al indagar por el sinfín de anécdotas que habrá acumulado en tantos años, asegura que no alcanza el tiempo para contarlas todas.
«Hemos adiestrado a muchos jóvenes recién llegados, hemos acudido a muchísimas localidades a entregar tarjetas multibanca a la población, buscando su comodidad; hemos sufrido desastres naturales y hemos otorgado subsidios a las personas; han sido tantas las tareas, que darían material para otra entrevista», bromea junto a algunas de sus compañeras, en un gesto de camaradería que refleja la unidad del colectivo fraguada por tantos años en el gremio.
«Un trabajador bancario no se forma de la noche a la mañana. Debe comprometerse con el sector hasta el punto de estar disponible cuando sea necesario, porque debemos cumplir con objetivos de trabajo que resultan fundamentales. De nuestro papel como dirigentes dentro de la sucursal depende no solo el resultado general de esta, sino la remuneración de todos nuestros trabajadores».
Entre los papeles y reconocimientos visibles en su despacho, unos pequeños objetos de decoración delatan la vida más allá del formalismo y la profesionalidad que imperan durante el horario laboral.
«Me gusta realizar manualidades y repostería con mi hija Shaina, la luz de mi vida. En el ejercicio físico encuentro una forma increíble de liberar el estrés y tengo un pequeño jardín en casa del cual me ocupo también. Más que un grupo de compañeros, somos una gran familia y compartimos fuera del banco, porque son muchos los sacrificios que se nos exigen, las horas extras para cumplir encomiendas, con horario de entrada, pero no de salida».
—Con 22 años de trayectoria, ¿qué consejos daría a jóvenes que optan por un futuro laboral en el sector?
—Deben prepararse para un trabajo bien exigente, que demanda concentración, rapidez, ética, para lograr la satisfacción y cumplir con las necesidades de cada cliente sin violar las normas establecidas, y superarse día tras día para enfrentar las nuevas tareas en un oficio que se halla en constante actualización, sobre todo, con las nuevas tecnologías. Muy importante, trabajar sin miedo, pero ser muy cuidadosos con cada operación.
Un banco, una familia
Alicia Mesa Zaila ha convertido el Banco Popular de Ahorro (BPA) en un miembro más de su familia, al cual permanece unida desde el 1.º de septiembre de 1983, cuando, con 18 años y recién graduada de Contabilidad, comenzó a trabajar en la sucursal santaclareña 4302, como operativo de ahorro.
Meses después, ocupó una plaza fija de especialista de crédito en el banco ubicado en la esquina de Cuba y Candelaria, en la capital provincial, donde se mantuvo hasta el año 1995. Regresó a la sucursal que le dio la bienvenida para ocupar el cargo de subgerente, y desde 2018 asume la responsabilidad de gerente de efectivo.
Muchos cambios monetarios y tecnológicos ha vivido Alicia desde los días en que cada operación se marcaba en las libretas que registraban las cuentas de ahorro, hasta hoy, con tarjetas magnéticas y canales electrónicos de pago. Transformaciones que han demandado de los trabajadores bancarios agilidad, conocimiento, disciplina y sensibilidad para garantizar el éxito.
«Durante la Revolución Energética nos pidieron un esfuerzo extraordinario, a fin de formalizar todos los créditos para el pago de los equipos electrodomésticos de cada familia, cuando los submayores de las cuentas de ahorro se escribían a mano y trabajábamos hasta la madrugada.
«La digitalización, en el año 2013, fue un proceso un poco brusco, porque tuvimos que llevar todo el sistema a un nivel de desarrollo más avanzado. También nos robó muchas madrugadas de trabajo, pero lo logramos; mientras haya amor y dedicación, todo se puede».
Entre las jornadas difíciles, suma las posteriores a la despenalización de la tenencia y el uso del dólar durante el período especial, y la recepción del peso cubano convertible (CUC) luego de que se determinara su desaparición, como parte del ordenamiento monetario; así como las fechas próximas al fin de año, cuando muchas personas extraen sus ahorros.
Desde una posición de liderazgo, concede vital importancia a la relación con los trabajadores, basada en el respeto, el vínculo consolidado por los años y la premisa de dejar los problemas fuera de la sucursal.
Entre tantos roles, prefiere el trabajo con el efectivo, al cual se ha dedicado durante casi 30 años. Sin embargo, con la elevada demanda de dinero en mano y una circulación monetaria que escapa de las instituciones, satisfacer a los clientes se vuelve un desafío diario.
«Resulta difícil, cada vez que las personas deciden cerrar sus cuentas, pero no disponemos de fondos y les pedimos su contacto para avisarles en otro momento; cuando no aceptan los billetes de baja denominación, que es lo que tenemos; o si no podemos pagar de manera inmediata la suma en efectivo de una transferencia en divisa. Algunos clientes confían y entienden, pero otros no. Siempre me presento, les explico la situación, les aseguro que los voy a llamar y trabajamos para complacerlos en el menor tiempo posible.
«El régimen bancario requiere sacrificio, disciplina e integridad, porque en las cajas 2 + 2 siempre tiene que sumar 4, y todo está escrito. El BPA es un banco más personal y cercano, y eso me enorgullece. Si mañana me volvieran a preguntar dónde quiero trabajar, comenzaría todo de nuevo».
En la casa de los cambios
Esther María Llorens Escalona conoció el gremio de la banca desde la distancia, como cuadro profesional del Sindicato de la Administración Pública. En 2005 se incorporó a la sucursal de Cadeca en Santa Clara, como supervisora bancaria, fue jefa de Casa de Cambio, directora de sucursal y, desde 2011, asumió la subdirección provincial de la entidad.
«En estos 19 años he apreciado los cambios en la cartera de servicios, según las políticas del país y las necesidades de la sociedad en cada momento. Antes existía una mayor dependencia del público, porque aquí se concentraba el mercado cambiario, con la compra-venta de la moneda libremente convertible, el cambio del CUC y el pago de las remesas que llegaban a través de la Western Union.
«Tras la desaparición del peso cubano convertible, nos insertamos en un mundo más bancario, al dedicarnos a otros servicios que ya se prestaban, aunque en menor medida, como las extracciones y depósitos en las tarjetas magnéticas y el pago a jubilados».
A raíz de la bancarización, se han incrementado las operaciones para la obtención de efectivo. Si bien esta tendencia no concuerda con la aspiración de que casi todas las transacciones se realicen por los canales electrónicos, Esther es consciente de que las personas necesitan el dinero, y hacia la satisfacción de esa demanda se proyectan también las casas de cambio, con el límite que impone la escasa liquidez, para beneficiar a un mayor número de personas.
«Me encanta mi trabajo, el contacto con el cliente, supervisar que se preste un servicio eficiente y de calidad, la organización y la dinámica del día a día. El trabajador bancario es muy dedicado, pone su labor por encima de necesidades personales —que las tenemos todos— y se consagra durante años al sector. A las personas que llegan al banco les cuesta trabajo irse; es un ambiente muy acogedor».
Yenisley, Alicia y Esther miran el porvenir con la misma determinación que en sus inicios, confían en que la banca cubana seguirá evolucionando, adaptándose a las necesidades de la sociedad y jugando un papel fundamental en el desarrollo del país, porque más que números, constituye un espacio para construir sueños, relaciones y futuro.