El 6 de enero de 1959, Día de Reyes, el pueblo de Santa Clara se volcó a las calles para recibir el mayor regalo de su historia, la ansiada libertad, la cual llegaba de la mano de Fidel, quien venía al frente de una caravana cargada de sueños y esperanzas.
Aquel día de gloria, la ciudad todavía olía a pólvora y metralla. Días atrás, aquí se había librado por el Che y sus hombres, una de las batallas decisivas para que cayera el oprobioso tirano que durante tantos años había ensangrentado al pueblo de Cuba.
«Esta vez sí entraron los mambises a El regalo de la libertad
Santiago; ahora sí llegaron los barbudos a Las Villas, pero debemos tener la convicción de que nadie puede atribuirse los méritos de todo un pueblo, ni de millones de seres anónimos que hicieron y hacen su aporte a la sociedad. ¡Esta es la hora grande y feliz!», sentenció el líder de la Revolución al dirigirse a la multitud que lo aclamaba frente a la sede del gobierno provincial.
Los jóvenes que venían desde el oriente cubano, con Fidel al frente, llegaron cansados por los duros combates librados durante los últimos días de diciembre y las agotadoras jornadas vividas al paso de la caravana. Mas, se mostraban eufóricos por la victoria obtenida, la cual había sido alcanzada al precio de muchos sacrificios.
Cuentan los moradores de esta urbe, que nunca el pueblo santaclareño experimentó iguales sentimientos en sus muchos años de existencia. Dicen también que aquel 6 de enero apenas se podía avanzar por la enorme multitud concentrada a ambos lados de la carretera y frente a la sede del Gobierno Provincial. Todos querían escuchar lo que tenía que decir el joven barbudo, que tres años atrás había jurado que seríamos libres o mártires. Y cumplió.
Hubo aplausos, y hasta lágrimas que humedecieron las mejillas de muchos de los hombres y mujeres agrupados en áreas del Parque Leoncio Vidal, a quienes Fidel reiteró su confianza: «... estaba seguro de que íbamos a ganar la guerra. Sencillamente por una cosa, por una razón: ¡porque creía en el pueblo».
Y con su pensamiento visionario, Fidel también habló de lo difícil que sería todo en adelante, para lo cual lo que había que hacer era «trabajar y cumplir con el deber mientras tengamos energías, mientras tengamos aliento y mientras tengamos vida», dijo el joven rebelde a la multitud allí reunida.
Ese llamado, que parece acabado de decir, es el que impulsa ahora mismo al pueblo villaclareño para tratar de vencer los múltiples obstáculos que hoy se interponen en su camino hacia el porvenir. Como en aquella jornada este 6 de enero está la certeza de la libertad conquistada.