Una artesana de las plantas

El trabajo de la mujer se vuelve imprescindible para el sostén de un hogar, y es el herbario de Mislady García Ramírez un ejemplo de ello.

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Mislady García Ramírez, creadora de un huerto y vivero en Vega de Palma, Camajuaní.
Es Mislady una de esas mujeres con alma de flor. (Foto: Ricardo Javier González Betancourt)
Ricardo Javier González Betancourt (estudiante de Periodismo)
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05 Marzo 2025

El estudio autodidacta de la Botánica le abrió las puertas a Mislady García Ramírez, quien, muy alejada de la Ingeniería Eléctrica, encontró en las plantas su mayor pasión. El paso de los años le permite conocer todos los secretos de los cultivos que tiene en sus tierras, en Vega de Palma, Camajuaní.

El hecho de vivir en el campo y las ventajas en cuanto a localización en armonía con el trabajo doméstico y, sobre todo, la crianza de sus hijos, le hicieron incursionar en el mundo del injerto.

Cactus.
Los cactus son, de las plantas ornamentales, las más vendidas. (Foto: Ricardo Javier González Betancourt)

Su primera experiencia fue con cuatro incrustes de aguacate, después de leer e indagar sobre el tema. «Yo pensaba que sabía mucho, pero no estaba al tanto de lo inmenso que es ese mundo. Con mucha dedicación, empecé a estudiar, leyendo libros y enciclopedias digitales, para integrar los conocimientos al trabajo. Terminaba a las once de la noche las labores de la casa y mi gusto era sentarme frente a la computadora a buscar información, para probar al otro día. Esto me nutrió mucho. Es una riqueza inmensa que disfrutaba tanto.

«Este empezar fue un proceso lento. Antes tenía una cría de cerdos, pero era trabajo muy intenso y la idea del vivero demanda mucho conocimiento y dinero. Cada cosa la aprendí por mi cuenta, equivocándome, arreglando, haciendo».

Posturas de mango.
El mango es de las especies de mayor variedad y mejor reproducidas en el vivero. (Foto: Ricardo Javier González Betancourt)

Es su marido quien le ayuda en la atención a la tierra y a los animales. La cría de carneros y gallinas garantiza el estiércol, lo que permite cierta sostenibilidad cuando cada día se encarecen más los fertilizantes. Esto se vuelve una salida más rentable y ecológica.

Con el comercio de sus injertos apoya la economía hogareña,  que fue su principal propósito al incursionar en este mundo. «Me gusta tener responsabilidad con la parte económica de mi casa, me gusta aportar».

Mislady García trabajando con las plantas.
De sus manos sale todo este impresionante trabajo. (Foto: Ricardo Javier González Betancourt)

Todos los domingos en la Feria Agropecuaria de Camajuaní, Mislady vende un trocito del trabajo de sus manos: sus plantas. Además, es importante ponderar la contribución social y medioambiental de esta labor, el apoyo a la reforestación, la agricultura y la ornamentación, dentro y fuera del municipio.

«Anteriormente teníamos una huerta con distintos vegetales que contribuían a la alimentación del hogar y hasta del barrio, ahora buscamos ampliarla para comercializar los productos.

Huerto.
La siembra del huerto es el trabajo en que está enfocada ahora mismo. (Foto: Ricardo Javier González Betancourt)

«Todo ha sido muy artesanal, rústico. El vivero es mío, mi marido me ayuda, pero soy una mujer, con todo eso, una casa y una mamá enferma. Nunca he llegado a donde podría llegar, todo está, pero a pequeña escala» Sin embargo, el reto se multiplica bajo la difícil situación energética que vive el país: «Muchas veces tengo que regar de noche, porque es cuando tengo tiempo y electricidad».

Esta verdadera amante a los desafíos ha logrado coleccionar más de mil especies, entre ellas, unas 70 exóticas. «Entre las flores, es la Adenium obesum (rosa del desierto) la más compleja de injertar, pero todo lo que sea aprender, lo que implique un reto creativo, de esfuerzo y donde encuentre satisfacción en lo que logre, me gusta.

Rosas del desierto.
«Son las rosas del desierto un reto, pero el mejor reto.» (Foto: Ricardo Javier González Betancourt)

«Quiero seguir en esto. Lo único que pediría es un poquito más de tiempo y repartir las labores domésticas, ese duro trabajo invisible que tenemos la mayoría de las mujeres. Pero hay patrones muy difíciles de cambiar, y más en el campo».

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