Su presencia podría pasar desapercibida en cualquier sitio. La mesura que la acompaña le impone un carácter muy propio, surgido de la seriedad y el aplomo. Aunque su talento es evidente, se considera enemiga de la autosuficiencia y la ostentación; entre sus pretensiones nunca ha estado conquistar el reconocimiento público ni los grandes escenarios.
Tal vez sus amigos y vecinos, en el natal Corralillo, no imaginaron que el nombre de Mónica Sardiña Molina se convertiría tan pronto en un referente de la prensa villaclareña. Tal vez su madre sí encontró algún indicio en la niña preguntona que quería saberlo todo. «¿Tú eres policía o periodista?», le espetó en una ocasión cansada de la insaciable curiosidad. La respuesta de Mónica fue tan segura que parecía una declaración de principios: «Yo soy periodista como mi tío».
Motivada por el ejemplo de aquel familiar que trabajaba en la agencia Prensa Latina, la corralillense aprobó el examen de aptitud de la carrera y comenzó los estudios en la Facultad de Humanidades de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV). La llegada a la ciudad de Santa Clara representó un cambio radical para quien nunca había salido de su casa. Más de 100 kilómetros la separaban de su humilde pueblo y su gente más querida, pero ella se empeñó en su anhelo con voluntad y pasión.
La preparación universitaria resultó esencial, pues no solo adquirió los conocimientos puramente periodísticos, sino que amplió su cultura general con otras asignaturas de gran valor como Filosofía, Economía Política y Literatura. Sus profesores se convirtieron en referentes que despertaron el afán y la curiosidad: «Todos aportaron a mi formación como periodista y a lo que yo quería ser, en algún momento, si me hubiera animado a desempeñarme como docente», asegura.
Ávida del ejercicio reporteril, Mónica no dudó en su respuesta cuando le propusieron vincularse a la Dirección de Comunicación Institucional de la UCLV. «Allí fue donde comencé a hacer comentarios y notas informativas, que a veces son escasas en la carrera; me estrené como gestora de las redes oficiales de la Universidad en Facebook y Twitter; asumí coberturas de primer nivel, y aprendí a trabajar en equipo», afirma.

Durante su tercer año recibió una noticia que la dejó sorprendida: la designación como invitada al X Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba. La experiencia en este evento le permitió compartir con reconocidos profesionales del gremio en nuestra provincia y el país. La entonces estudiante vivió los polémicos debates de sus futuros colegas y reflexionó con los análisis sobre la necesidad de un nuevo modelo de prensa. Cuando regresó de la capital traía tantas anécdotas como expectativas.
Mónica estaba convencida de que su mayor pasión era el periodismo impreso. En él veía la posibilidad de realizar un ejercicio reposado, investigar todas las aristas de un tema y describir los sucesos más complejos en las páginas de un periódico. «Soy amante de la prensa escrita, y siempre dije que la voz y la imagen no iban a ser mis instrumentos de trabajo», confiesa.
Ese amor por la pluma encontró su cauce en el semanario Vanguardia. Al terminar sus estudios en la UCLV, la joven colega comenzó la vida laboral en este medio y se convirtió en una sagaz reportera. «Desde septiembre de 2020 he tenido oportunidades para hacer lo que he querido. Agradezco muchísimo al colectivo, el cual me dio responsabilidades desde que llegué, pero también libertades para crear y adentrarme en temas que, a veces, creía que me superaban», expresa.
El crédito de Mónica ha aparecido en trabajos de disímiles géneros periodísticos; sin embargo, asegura que sus preferencias «están entre el comentario y el reportaje». Sin reservas, considera que no nació con la sensibilidad para escribir crónica y que aún actúa como eterna aprendiz de este oficio.
«A mí siempre me ha gustado hacer más periodismo de soluciones que de catarsis. A veces, promover la llaga o colocar el dedo sobre aquello que a la persona le duele o molesta no es todo lo constructivo que pudiera hacer falta», afirma. Bajo esa premisa le ha tocado hablar de los temas más diversos, aunque reconoce su reticencia hacia el deporte y la cultura por la especialización que requieren.
Aun cuando para muchos resulta retador, Mónica ha asumido también el tratamiento de los asuntos económicos. Gracias a su talento y pericia, las páginas de Vanguardia han exhibido profundos reportajes sobre aspectos polémicos del contexto financiero cubano. Ella asegura que le apasiona indagar en busca de respuestas a los problemas más acuciantes del pueblo. Cuando escribe se coloca en la piel del anciano jubilado al que no le alcanza la pensión o piensa en la madre soltera que tanto lucha para alimentar a sus hijos.
Pero la periodista no solo se quedó en la letra impresa; aunque no le gustaban las redes sociales digitales, asumió la responsabilidad de incursionar en las nuevas plataformas. «En agosto de 2021, durante pleno pico pandémico de la COVID-19, tuve que asumir la gestión de la página oficial del semanario en Facebook. El contenido fundamental era epidemiología: los casos activos de la provincia, los fallecidos, las altas médicas, el proceso de vacunación. Tuvimos que combatir mucho la infodemia que proliferó en los meses más crudos de la enfermedad», recuerda.
Desde entonces camina siempre con teléfono en mano, pendiente de cualquier información de interés para los usuarios. En su experiencia, extendida también a X (antes Twitter), acumula el tratamiento de crisis sanitarias, energéticas y meteorológicas, accidentes y hasta desastres naturales, momentos difíciles para generar comunicación que han requerido su coherencia y perspicacia.
Mónica integra hoy una redacción periodística mayoritariamente femenina, donde ha logrado un buen equipo. Su juventud y su condición de mujer no le han impedido llegar hasta el surco, las fábricas o los barrios en complejas situaciones sociales. Quienes han subestimado su aptitud, al verla callada o introvertida, se han sorprendido después ante la valiente reportera que no titubea para entrar a un hospital de campaña ni se impresiona frente a una fuente complicada.

Su entrega profesional le ha permitido recibir varios galardones y distinciones, entre ellos el reciente premio provincial Ifraín Sacerio Guardado por la obra del año. «El premio siempre es importante porque constituye el reconocimiento de un jurado experto a determinados valores que debe tener ⸺y tiene⸺ tu trabajo, pero el mejor resultado es la fidelidad de los lectores», afirma.
Mónica es consciente de que el periodista debe estar donde haya un conflicto, y confiesa que muchas veces se siente frustrada por no encontrar las soluciones que demandan sus audiencias. A su parecer, este oficio es «la permanente búsqueda de equilibrios entre la razón y la emoción», así como «la oportunidad de apreciar la grandeza desde el lugar más discreto posible».
Desde las páginas de Vanguardia y ahora también como colaboradora de Juventud Rebelde, esta joven colega aporta a diario valiosas lecciones de humildad. Aunque ha crecido en la profesión y en la vida, Mónica Sardiña no pierde las esencias de la muchacha preguntona que se admiraba cuando veía a su padre leyendo la prensa. De seguro, él estaría muy orgulloso hoy porque, como Ryszard Kapuściński, su hija cumple a cabalidad aquella encomienda de que «para ser periodista, hay que ser, ante todo, buena persona».