
Desafían lluvias, tormentas, temperaturas extremas, huracanes y cuantas adversidades aparezcan en el camino, para desempeñar un oficio digno en busca de la certeza, a sabiendas de que pronósticos son pronósticos y, en ocasiones, juegan una mala pasada.
Aun así, son hombres y mujeres amantes de su profesión, quienes imprimen talento y no pocos sacrificios cuando están de guardia, en momentos en que un familiar atraviesa contratiempos de salud o, simplemente, para sobreponerse a las preocupaciones propias del día a día.

Ahí están los necesarios observadores de las estaciones meteorológicas, vitales para realizar un pronóstico; los que bajo un impertinente aguacero tienen que salir a la plazoleta a fin de «auscultar» el comportamiento de las variables.
No faltan los administrativos, que realizan magia en estos duros tiempos; los indispensables innovadores, cuyas inventivas hacen que la ciencia no se detenga, o quienes desde otras profesiones abrazaron el camino y lo hacen suyo; los economistas con el timón de los saldos, presupuestos y cuentas; los choferes como parte indispensable del oficio, y todos los auxiliares que, independientemente de sus funciones, también hacen por la vida.
El reconocimiento para quienes sin pensarlo se convirtieron en comunicadores de todos los medios como servidores públicos, a los jubilados con su notoria experiencia y labradores de las sendas para las nuevas generaciones.
Y si bien las felicitaciones son para todos, permítanme una distinción a los nuestros, a quienes desde el Centro Meteorológico de Villa Clara también hacen por la existencia como incansables centinelas del tiempo y vigilantes del clima.