
La Organización Mundial de la Salud (OMS) proclama, cada 7 de abril, como Día Mundial de la Salud. Esta vez, y enhorabuena, toma como eje central la salud materna y la de los neonatos.
Para quienes serán madres es emprender la espera que se gesta en su vientre, mirar lunas interminables, hacer crucigramas, dedicarse al largo dilema del nombre o los nombres de la criatura, pensar en las complejas canastillas, y darle la bienvenida a no pocos amaneceres sin conciliar el sueño para luego constatar que los «sacrificios» valieron la pena.
Y en quienes ya lo son es llevar sueños a realidades con un propósito sagrado devenido en maternidad, no exento de las alegrías y de preocupaciones que aparecen en el camino.

Pienso, entre tantas cosas, en el equipo que enfrenta cada gestación, desde que es captada la embarazada, su seguimiento en las consultas, el ojo atento y oportuno ante determinada irregularidad que pudiera surgir, y el consejo a las particularidades de cada futura madre, y a la vez en aquellos que siguen el curso evolutivo de una criatura que crece y se procura sea sana.
Es el aporte de las instituciones hospitalarias, de representantes de la Medicina Familiar, de quienes ejecutan los programas de Reproducción Asistida para aquellas parejas que anhelan los encantos de ser padres y no han podido logralo, y de cada integrante que, mediante sus disimiles profesiones, coadyuvan a un regocijo que hace inmensa la vida.
Se hablará luego de lo vital que resulta la lactancia materna, de los esquemas de ablactación con la inclusión de nutrientes en su justo momento, y del rol que le corresponderá a la familia cuando reciban al nuevo componente de su núcleo.

Y en el largo sendero vendrá el regaño necesario como lección ante lo incorrecto, pero también el aprendizaje de que existe un sol que ilumina y una luna aparecida en las noches intercaladas con las enseñanzas de los maestros, de papá, de mamá, y de todos.
Llegará el primer día de clases. Sin dudas esperado y lleno de matices. Será bienvenida la lectura de cuentos y el apoyo a la hora de realizar las tareas. Indicar y educar para que se abracen al bien, que crezcan como personas dignas, que aprendan a descubrir un universo pleno de conocimientos en espera de ellos, y a saber que la vida también tiene muchos deslices llamados a enfrentar.
Que se identifiquen con las esencias martianas a partir de un Apóstol que los llamó «la esperanza del mundo» y con una juglar villaclareña, Teresita Fernández, maestra raigal que musicalizó el poemario martiano Ismaelillo e inculcó la pasión por la infancia, Con su magisterio llamó a buscar en las cosas feas un toque distintivo para convertirlas en bellas, y a velar el mundo que nos circunda con esa lección formidable del gatico Vinagrito en amor a los animales, o de cuidar la Vicaria, de saber quién es Tía Jutía, o de la historia de El Zunzuncito como puras muestras de aprendizajes.

Este año Villa Clara es anfitriona de las actividades centrales por la fecha. Según se ha reiterado por superar los dos años sin decesos maternos. Se llama al universo y a la vez a Cuba a abrazar el precepto: «Comienzos saludables, futuros esperanzadores», como convocatoria establecida para todo 2025 a fin de insistir en la salud de la madre y del recién nacido a escala mundial.
El universo arriba a otro 7 de abril. Padres, familia, maestros, escuela, comunidad tendrán el propósito compartido de constatar el privilegio de la maternidad y el placer de los hijos.