
Quién no se conmueve ante el llanto desconsolado de una criatura, frente a ese dolor que hiere el alma adulta al verse reflejado en un niño, o a las angustias de una madre que junto a su pequeño sufre y le pide a Dios y a la ciencia que salve a su hijo.
Son escenas vividas en la historia de estos 65 años próximos a cumplir el hospital pediátrico universitario José Luis Miranda, de Villa Clara, que también acumula diversos capítulos de satisfacciones regaladas por el talento al servicio de la vida.
Independientemente de su ejercicio profesional al Dr. Oscar Armando Fernández Alegret, le ha correspondido asumir la guía de la institución hospitalaria en dos momentos. Uno, de 2010 hasta 2014; el otro, hace apenas un año en que retomó su segunda incursión directiva.
No por gusto vive feliz ante el colectivo que se inscribe como insignia de la Pediatría en Cuba, y piensa que sus trabajadores merecen la medalla de la dignidad al enfrentar, contra vientos y mareas, las coyunturas complejas siempre aferrados al sentido de pertenencia, el que les ha permitido ganar la mayoría de las distinciones habilitadas como reconocimientos.
«La historia se ha escrito mediante grandes retos desde que el comandante José Ramón Machado Ventura, entonces Ministro de Salud, fundó la institución aquel 31 de julio de1960, aunque los primeros servicios iniciaron casi un mes antes».
El tiempo ha pasado, muchos de los rostros que se mantienen ofreciendo su sabiduría muestran las huellas de los años; sin embargo, nadie duda de las capacidades intelectuales, de la pasión regada con verdadero amor, sin pedir nada a cambio a pesar de las innumerables necesidades que puedan tener.
«Las personas que trabajan aquí poseen algo común que los identifica, sobre todo los que acumulan mayor tiempo, aunque los que se van incorporando deben seguir el sendero, sin apartarse de la ética, rescatando esos valores perdidos, y la entrega de una continuidad distintiva dentro de la propia Pediatría como pilares elementales para sumarse al camino».
El Dr. Fernández Alegret tiende la mirada a esos servicios que resultan referenciales. «Cuatro de ellos son regionales: el de Oncohematología, Neurocirugía, Cirugía Pediátrica y Nefrología, con alcance a las provincias de Cienfuegos, Sancti Spíritus y Villa Clara, sin dejar de prestar atención a casos residentes en otros territorios que necesiten de la sapiencia y potencialidades disponibles».
El especialista de II Grado en Administración de Salud, máster en atención integral al niño y pediatra, junto a las de asistencia por largos períodos, incluso en tierras lejanas, recuerda que en estas colaboraciones interprovinciales existen diversas anécdotas y casos que van más allá de los límites villaclareños.
«Equipos nuestros de Otorrinolaringología con aparato auxiliar no han dudado en viajar a Ciego de Ávila para extraer un cuerpo extraño en una sala de Terapia Intensiva, sin pensar en hora, molestias o condiciones particulares que quedan en el hogar. Una mezcla de sacrificios y humanismo sin límites porque rige el principio de que por un niño, todo».
No son dioses en este mundo, pero sí salvadores apoyados en la inteligencia colectiva dentro de un universo que muchos prefieren anonimatos o como se dice ahora «bajo perfil» porque sí hay reconocimientos que lleguen a partir de la gente.
«No estamos exentos de problemáticas, sería inútil tapar el sol con un dedo, incluso con las dimensiones de una mano. A pesar de las dificultades y campañas tejidas desde el extranjero, el Hospital se erige a base de trabajo, profesionalidad y distingo en la enorme misión de salvar vidas. La máxima es recuperarnos porque la infancia no admite esperas».
— Entonces ¿para trabajar con los niños hay que amar a los niños?
— Ese amor es vital en el tratamiento que pueda dispensar un pediatra acompañado de su sabiduría.