Aniversario 65 Hospital Pediátrico de Villa Clara. María de Jesús Évora de la Rosa: «Oficio sin papeles secundarios»

Una vida ejemplar entregada a la enfermería, así ha sido la historia de María de Jesús Évora de la Rosa, la «seño» que lleva 52 años de servicio.

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Ricardo R. González
Ricardo R. González
@riciber91
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21 Abril 2025

Vestir con uniforme blanco acompañado de una cofia distintiva, en el caso de las mujeres, no puede resultar modismo ni algo para adoptarlo como pasatiempo en la vida. Por ello a la Licenciada en Enfermería María de Jesús Évora de la Rosa le molesta cuando estas cosas se escudan detrás de la profesión ante una vida profesional, como la suya, plagada de vivencias.

«Profesión y oficio por encima de todo», define la Licenciada en Enfermería María de Jesús Évora de la Rosa su entrega. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

No es para menos. La «seño» lleva 52 años de servicio; de ellos, 46 en el hospital pediátrico José Luis Miranda, de Villa Clara, que anda de próximas celebraciones por sus más de seis décadas.

Los restantes transcurrieron en el «Celestino Hernández Robau». En cada caso siente su entrega por vocación y pasión, como algo que un día llegó para nunca apartarse de ese aprendizaje continuo marcado, también, por sus 18 años como jefa de enfermera de la institución sanadora de la infancia.

Un paso rápido por su trayectoria la hace detenerse en momentos que no puede olvidar, de los que impactaron, sobremanera, como aquella epidemia de dengue hemorrágico aparecida en 1981 cuando aún el centro no disponía de la nueva terapia intensiva y la que existía presentaba limitadas camas.

«Un verdadero desafío. Además de la atención requerida por niños muy graves primó el sacrificio, la entrega, el trabajo… Entrabas y desconocías a qué hora salías, tanto para los médicos como el personal de enfermería, auxiliares, en fin… porque además de atender la epidemia de dengue y crear una sala de terapia donde está Pediatría General, al margen de la que existía, se siguió trabajando en la atención a los pacientes con otras morbilidades. Solamente se operaban los casos de urgencia, pero lo demás siguió su curso».

María de Jesús hace una pausa, tal parece que quiere recordar cada detalle en días en que se olvidó el reloj y las contingencias en cada hogar porque en horas de la noche había que trasladar los pacientes que ya no tenían riesgos hacia otras áreas. 

«Nos apoyamos en el propio personal de enfermería y en un sistema de ambulancias. Un trabajo muy serio debidamente reconocido por su alta dosis de sacrificio entre los trabajadores de la institución hospitalaria».

El cansancio aparecía, las tensiones también, mas resultaba imposible detenerse. «Se trabajaba hasta las 11:00 o 12:00 de la noche, quizás más por parte del equipo de dirección, y otros tenían que dormir aquí ante el cúmulo de pacientes. Es el episodio que más recuerdo de los primeros años de permanencia en el Hospital».

Entre «IRMA» y otros sucesos

Hay fechas inolvidables. La licenciada Évora de la Rosa rememora aquel septiembre de 2017 cuando el huracán Irma descargó su furia sobre Santa Clara.

«Limitantes extremas de transporte, el personal no tenía en qué venir; sin embargo, nos dejaba una lección ejemplarizante ya que no había que mandar a buscar a nadie ni llamar a alguien. Esa es otra característica que siempre han tenido nuestros trabajadores que llegaban sin tener corriente en sus casas, con algunas edificaciones medio destruidas, ausencias prolongadas del hogar y así se trabajó el tiempo que fue necesario».

Y otro momento que marcó fue el terrible accidente ferroviario ocurrido, en abril de1991, en las demarcaciones de la provincia. Las personas volvieron a repetir que en estas circunstancias se olvidan profesiones, distingos y categorías ocupacionales para responder a cualquier misión.

«Llegaban a trabajar y preguntaban qué tenían que hacer. Eso lo he vivido aquí en cuatro ocasiones, sin distingo de nada, incluyendo al director del Hospital».

Bajo la óptica de María de Jesús cada uno de estos instantes, entre muchos, ha reforzado la disciplina colectiva, el sentido de pertenencia.  Profesión y oficios por encima de todo.

«Incluso en tiempos actuales. El hecho de sentir suyo lo que hacen se convierte en sello de identidad porque si llevas al Hospital como algo tuyo y lo quieres no hay cabida para papeles secundarios».

Lo piensa María de Jesús Évora de la Rosa, quien abrazó su carrera para nunca más separarse de ella, a pesar de las rudezas de constatar el llanto de un niño, de imponerse ante el pinchazo de un suero o de una inyección, o lo que es más duro: apreciar que al llegar a una sala el carrito que se desplazaba sobre una cama ya no está, o que el libro de cuento dejó de hojearse ante lo implacable de la vida. Aun así sigue apostando por la esperanza y la risa de un niño como reliquias, por suerte, mayoritarias. 

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