Pocas veces, quizá, hayan confluido en un mismo espacio de diálogo temas de música e historia de la nación. El ensayista Ernesto Limia y el popular cantautor Raúl Paz echan por tierra cualquier prejuicio al respecto y demuestran que ambas materias pueden imbricarse perfectamente en una conversación retroalimentada.
De recorrido por la isla, protagonizan una especie de taller itinerante, sobre todo, con el público joven, artistas o no, para conocer sus proyectos y la manera en la que se piensa en la Cuba de hoy fuera del ambiente capitalino. No obstante, lo hacen rompiendo esquemas preestablecidos, en una charla anecdótica, sin convenciones ni tapujos al hablar. Aprovechan el periplo para presentar el libro Cuba, ¿fin de la historia?, de Limia, y para ofrecer conciertos en cada ciudad que visitan.
En Santa Clara, estuvieron ayer junto a los jóvenes creadores y esta noche se presentarán en el teatro de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas .
Un chance pa ´ los jóvenes artistas
Raúl Paz nunca perteneció a la Asociación Hermanos Saiz. Sin embargo, quiso conocer en las provincias que visita acerca del trabajo de la organización y conversar con sus miembros acerca de sus respectivas manifestaciones artísticas.
«Yo viví mucho tiempo fuera de CubacuentaPero hace nueve años que estoy aquí. Es difícil saber sobre lo que se está haciendo fuera de La Habana, sobre todo, porque la articulación de la información no siempre es la misma, y porque la capital acapara mucho la atención.
«Todo lo poco puedo ser hoy se lo debo a una Casa de Cultura en un pueblo de Pinar del Río, donde un día, por arte de magia, llegaron unos instructores de arte que nos salvaron la vida a toda una generación de muchachos que estábamos perdidos allí. Revolucionaron el pueblo. Había empezado a tocar violín y mi papá no dejó que siguiera, en parte por el ruido que hacía en la casa. Era una cultura muy rural. Todos fuimos actores, locutores, músicos, pintores. Creo en la comunidad de artistas y en lo que son capaces de hacer cuando se unen ».
Después de estudiar en el ISA, Raúl partió fuera del país. Muchos aún recuerdan su actuación en el filme Hello Hemingway, de Fernando Pérez. Desde que sus temas comenzaron a sonar en Cuba se hizo sumo conocido y aclamado por el público joven.
«De niño siempre decía que me iba a ir del país, pero no por razones políticas ni económicas, sino porque tenía ganas de conocer el mundo, de hacer amigos, de aprender, de ver nuevas caras, como mucha gente » .
En el conversatorio con los jóvenes miembros de la AHS, Raúl los convidó a aprovechar las oportunidades, a crear antes que todo. Allí muchos de ellos compartieron sus experiencias y las trabas para lograr su ansiada profesionalización en el arte.
«En ningún país del mundo un estudiante de arte solo estudia arte. Se dedican al mismo tiempo a trabajarexplicó Raúl. No existen instituciones que te permitan vivir solo de ese arte. A veces perdemos la idea y nos autoproclamamos artistas, pero hay que hacer un esfuerzo para empujarnos. Se trata de trabajar hasta el cansancio, sobrevivir en este mundo del arte, que es complicado. Que no funciona todo, a veces, como debería, pero tenemos que luchar contra eso.
«En La Habana está entrando con fuerza el mercantilismo y algunos de mis amigos no dan un paso si no les pagas. Entras en ese delirio, aunque debe pagárseles a las personas para que trabajen, claro está, pero se olvidan de que son artistas ante todo. No se puede dejar una cosa por la otra. Es la idea de “tú me pagas y yo matoâ€, y así.
«Ocurre también que muchos consagrados no ayudan a los de abajo, y hay que darle chance a los jóvenes para hacer cosas, para revolucionar al arte. Se ha creado un espacio entre la élite y el pueblo, y cuando llegan arriba dicen “esto es para míâ€. Eso también nos lastra. El futuro son los jóvenes y hay que darle paso a que se equivoquen también. Así es como único se evoluciona, el arte es evolutivo. El momento de este país es este, con todas las dificultades, no es tiempo de rendirse. Cuba tiene la oportunidad de tener un pueblo culto.
«Hay que poner de moda el pensamiento para acabar con la chabacanería. Cada cual está en su nicho, en su trinchera, y la gente se une cada vez menos para hacer cosas. El esfuerzo y la calidad de lo que hacemos es lo que nos va a salvar. Es importante salir de las plazas, llevar la música a los teatros porque quien va a allí es porque quiere ir ».
La historia «sin teque »
Cuando Ernesto Limia cursaba el séptimo grado quiso buscar una manera para «escapar del trabajo en el huerto escolar todas las tardes y tener una novia », como cualquier adolescente. El teatro le abrió las puertas para aplicar más tarde el arte de las tablas a los conocimientos literarios. Fue también la víctima de una historia lineal que no le sedujo al principio. Un poco después se adentró en la vida militar y comenzó un proyecto sobre la historia de Cuba en cuatro tomos, de ellos, dos publicados: Cuba entre tres imperios: perla, llave y antemural y Cuba Libre: La Utopía secuestrada.
«Se han hecho muchas concesiones al academicismo. Me gusta acercarme más a la espiritualidad del ser humano. Para entrar a la razón hay que hacerlo primero con el corazón. Sin conexión emocional no se siente la historia. Empecé a aprenderla después de los 30 años de edad. El teatro me ayudó porque la manera en que aprendí a escribir fue a través del estudio de una época, de un personaje, de cerrar los ojos y representarlo en mi cabeza. Mi esposa sabe cuando estoy llorando o molesto con alguien por el sonido de las teclas de la computadora.
«La historia cubana está llena de arte y literatura. Hay poesía, hay décima mambisas. Así somos los cubanos. Un gran defecto que tiene la historiografía es que las personas son muy especializadas: cuando eres economista, pues das una visión económica, si eres politólogo, das una visión política…En mis años de militar traté de hacerme analista e integrar la vida social, cultural, económica. La historia que escribo se parece un poco a eso.
«Yo tengo obsesión por sacar las ideas de los libros, por llevar la historia a la vida de la gente, por intercambiar. Creo que el rechazo al conocimiento de la historia, no solo entre los jóvenes, se debe a la manera en que se le ha contado, con los códigos de los años 70.
¿Cómo contar una historia para que emocione a los lectores? «Hay que hacerlo desde el ser humano, de lo que pasó en realidad. Durante mucho tiempo le dimos un enfoque político, y los historiadores tienen patria, pero la historia fue una y se presenta tal como es. Después, se puede hacer un análisis a partir de lo que pasó desde el punto de vista particular. El intercambio con las personas me ha permitido escribir, descubrir esos códigos ».