La profesora Isabel Díaz de la Torre ha dedicado más de 40 años de labor a la formación de profesionales de la música y el arte en general. (Foto: Francisnet Díaz Rondón).
Francisnet Díaz Rondón
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12 Diciembre 2017
12 Diciembre 2017
hace 6 años
Pocos músicos de academia en Villa Clara no han pasado por las manos creadoras de la profesora Isabel Díaz de la Torre, toda una institución dentro del sistema de la enseñanza artística. Con 44 años de labor, mantiene un entusiasmo y pasión inagotables cuando de música se trata. Reconocida con la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Provincial de Cultura Comunitaria, entre otros lauros, Isabel se entrega en cada clase de la asignatura Apreciación Musical, a la que ha dedicado su vida.
«Llegué al mundo de la música en mi propio hogar, pues mi madre era profesora de esa disciplina en el kindergarten, y uno de mis hermanos, cantante profesional. Ese ambiente me hizo amar la música desde muy pequeña y que me condujeran a aprender. Comencé a estudiar piano desde los cinco años y cantaba… Entonces se estudiaba en academias particulares, pero al poco tiempo se abrió la Escuela de Música Olga Alonso la primera en Santa Clara de tipo seminternado y becas donde matriculé en 1964, en quinto grado.
¿Qué especialidad cursó?
Se hacían dos: piano y acordeón. Tomé este último, pero no se impartió más y lo dejé. Seguí con el piano hasta sexto grado, e hice la secundaria en horario nocturno hasta el décimo, que era el último año de ese nivel de enseñanza. Al concluir el curso me preguntaron si quería ser monitora de Apreciación Musical, pues la profesora de entonces iba a jubilarse, y mi mamá enseguida respaldó la propuesta. Un día visitaron mi clase unos especialistas de La Habana y me proponen evaluarme en la Escuela Nacional de Música, en 1973, y aprobé. Comencé como profesora, aunque debía continuar superándome para alcanzar el nivel medio.
Llama la atención que, teniendo usted talento para ser músico, se dedicara a la docencia.
Me incitaron a escoger la asignatura, pero siempre pensé derrumbar ese mito. El profesor de Apreciación Musical es un artista y un intelectual como cualquier otro, aunque en la parte teórica de la música. Y no es solo dar clases, también conferencias, investiga, tiene proyectos, dirige, organiza…, posee muchas ramas. Solo que las personas nada más ven la parte docente. Además, mi clase es mi taller y me nutro de las personas a quienes he impartido la asignatura, desde niños hasta mayores que yo. Ellos me abren los horizontes para crear, y para que cada clase sea mi obra de arte.
Recuerdo en primaria las clases musicales en la radio de Cuca Rivero, La profesora invisible, y María ílvarez Ríos. ¿Considera un error la eliminación de la materia en ese nivel de enseñanza?
Es una de las pérdidas fundamentales que tiene en sí la cultura. Años atrás, en el círculo infantil estaban las educadoras de música, que tocaban guitarra y piano, cantaban, acompañaban…; después se escuchaban las clases de música en la radio, tan instructivas. Quienes cursaron aquella etapa lo recuerdan con mucho agrado. Eso se ha perdido. La Apreciación musical debería impartirse en todos los niveles de enseñanza. Cualquier persona puede recibirla, sin ser músico, porque le hace la vida más plena y feliz al alcanzar otra capacidad para disfrutar la música a la hora de bailar, de escucharla, elegir, buscar, sintonizar o al ver un video, porque lo hace con otra percepción auditiva.
Hábleme de su proyecto El Músico en el Barrio, con el cual obtuvo el Premio de Cultura Comunitaria.
Comenzó hace poco más de diez años, a raíz de las investigaciones de las alumnas que estudiaban mi propia carrera, que se daba en la Escuela Profesional de Arte Samuel Feijóo. Un día se me ocurrió socializar esas investigaciones con la gente del barrio donde residía el protagonista, para que las personas conocieran a ese músico, su trayectoria, su obra.
«En ese momento pensé mucho en Maykel Elizarde, que vivía en Condado Norte. Quise que la gente de allí supiera quién era él, su trabajo y con él hice el primer El Músico en el barrio, que ya cuenta con 110 ediciones. Es un proyecto itinerante y hay que investigar a un músico cada mes, hacer las coordinaciones, convocar a la gente.
«Las actividades siempre son diferentes, porque los barrio no son iguales, y cada artista se relaciona distinto con su barrio. Me gustaría ir más a los municipios donde hay muchos valiosos artistas, pero he podido hacer solo dos, con Tony Guzmán, en Rancho Veloz y Maritza Llerena, en Manicaragua, porque no cuento con la logística para ello, para esas actividades fuera de la ciudad hace falta recursos.
«Recientemente tuvimos la gran satisfacción de que el proyecto fuera escogido para participar en el décimo tercer Congreso de la Asociación Internacional para el estudio de la Música Popular – Rama Latinoamericana, que tendrá lugar en Puerto Rico, del 11 al 16 de junio del 2018.
Profesora, ¿qué ha sido para usted ser una trabajadora de la cultura y profesora de tantos alumnos?
Ser trabajadora de la cultura ha sido un gran honor. He defendido la cultura a través de todas mis investigaciones y aspiraciones profesionales, mis clases y proyectos como el Concierto dominical, en la Uneac, que conduzco y dirijo hace 20 años, y seguiré defendiéndola siempre, desde la perspectiva de la música.