Estamos a pocas semanas de las premiaciones de los Oscar, todo un evento que año tras año hace eco en la cinematografía del mundo entero. Tratar de predecir resultados de la Academia Norteamericana de Cine equivale a jugar a la ruleta rusa, no obstante, muchos concuerdan en que La forma del agua es la cinta favorita para alzarse cómo Mejor Película en esta 90 edición de los premios.
Con 13 nominaciones el filme del director mexicano Guillermo Del Toro, constituye un fuerte candidato a alzarse con la estatuilla dorada en el apartado de mejor película. Entre los otros apartados a los que aspira que para muchos significan un «indicio innegable de calidad » se encuentran los de mejor dirección, guión original, fotografía e, incluso, banda sonora.
En los Globos de Oro la película había sido galardonada en mejor dirección y banda sonora lo que confirma su validez como peso pesado entre las nominadas a los Oscar. Del Toro ha realizado una cinta que goza de la aprobación mayoritaria de la crítica y, a la vez, la aceptación del público.
La forma del agua nos transporta a los años 60 en Estados Unidos. Elisa (Sally Hawkins), incapacitada del habla, labora a cargo de la limpieza en un centro del gobierno, donde conoce a un ser no humano, híbrido entre hombre y anfibio (interpretado por Doug Jones) quien ha sido encerrado a la fuerza en la instalación. Elisa creará con la criatura un vínculo amoroso, pero se ven hostigados por el implacable verdugo del hombre anfibio.
La trama de Elisa y su amante se podría considerar una especie de cuento infantil con momentos adultos: desnudez parcial, referencias sexuales, violencia y (aunque sin gran profundización) crítica social. Para abarcarlo todo, La forma del agua se debate en contarnos la historia particular de cada personaje de forma entremezclada, haciendo que todas las subtramas se concatenen y sirvan a la trama principal.
Cabe destacar la actuación de Sally Hawkins en el papel protagónico, actuación que le ha valido una nominación a la categoría de mejor actriz en los Oscar. Hawkins logra la comunicación con la audiencia a través de sus expresiones, gestos y movimientos como si de una actriz de cine mudo se tratara.
El filme se desarrolla a un ritmo correcto y apropiado, haciendo que en sus dos horas de duración el espectador no pierda interés en lo que Del Toro nos cuenta para llegar a un final feliz y, desafortunadamente, predecible.
No impresiona que tantas nominaciones técnicas rodeen a la cinta pues se encuentra bien dotada en lo que a fotografía, montaje, banda sonora y mezcla de sonido respecta. La ambientación de la película es excelente, recrea muy bien la época en la que toma lugar la trama y si a eso le sumamos un empleo destacable de la música, no nos cuesta trabajo transportarnos en tiempo y espacio para ser partícipes de la historia de Elisa.
Del Toro dota a sus películas de un imaginario fantástico y lo trastoca con la realidad, por momentos cruenta, en la que se desenvuelven sus personajes, una fórmula ya utilizada en su aclamadísima El Laberinto del Fauno. La inclusión en ambas películas de un casual narrador a lo «cuentacuentos » o que Elisa y Ofelia, en las respectivas historias sean referenciadas como princesas, es una manifestación más de que Guillermo del Toro se aferra a su estilo.
El filme alberga una historia sencilla, un tributo a las películas de terror de serie B, al cine mudo, a la literatura pulp, a los cuentos de hada y las historias de romance. La simplicidad de su argumento es interrumpida poquísimas veces por alguna que otra escena fuera de lo convencional, pero nada más que eso.
El director deja entrar muchas de sus influencias, dándole al filme cierto valor referencial, sin embargo, como toda buena película en la mira de muchos ojos, desató polémica al ser acusado de plagio por la estrecha similitud con un corto de 12 minutos de duración del año 2015 llamado The space between us. Hasta ahora el director se mantiene airoso, pero el parecido es más que obvio.
La forma del agua es una película bien lograda por la parte técnica con un argumento fácil de digerir. No posee grandes recovecos en su trama, ni detalles que hagan romperse la cabeza al público, cumple sobremanera con el propósito de entretener dejando moralejas y enseñanzas que, por desgracia, hoy día son clichés explotados hasta el cansancio.
La película no es transgresora, no innova ni nos sorprende, aunque sí convencional, con una muy buena realización y un punto de encuentro entre crítica y taquilla. Queda esperar la noche de la ceremonia de la entrega de las estatuillas el 4 de marzo. Tal vez la caprichosa e indefinida forma que puede tener el agua se concrete en el Oscar a Mejor Película.