La cultura villaclareña y cubana amaneció con la infausta noticia de la muerte del reconocido pintor y maestro de las artes plásticas Arnaldo Arnulfo Sarduy Guedes, en la madrugada de este 14 de febrero, víctima de un infarto cardíaco a los 87 años de edad en su natal Santa Clara.
Hablar de su vida, trayectoria profesional y aportes a la cultura no alcanzaría para una publicación periodística. No obstante, de él podría hablarse de manera sencilla, humilde y honesta, cualidades que siempre le caracterizaron, independientemente de su grandeza humana.
Nacido en Santa Clara el 1 º de noviembre de 1930, Sarduy fue el mayor de cuatro hermanos, y logró ser el primer artista profesional dentro de su familia. Se formó como pintor en la Academia de Artes Plásticas Leopoldo Romañach de la entonces provincia de Las Villas, de la cual egresó avalado como primer expediente entre todos los graduados en el año 1953.
Por su brillante trayectoria como alumno de la Academia continuó allí en calidad de profesor, y se consagró a la formación de generaciones de artistas en los niveles elemental y medio durante más de 50 años. Al triunfo de la Revolución fue uno de los fundadores de la enseñanza artística en el territorio, y fungió como director de la Escuela Vocacional de Arte Olga Alonso por varios años.
Su entrañable amigo y también exprofesor de la Academia «Leopoldo Romañach, Rafael Alemán Ruiz, lo recuerda entrañablemente:
«Dicen que no existe la perfección, pero podría decir que Sarduy la alcanzó en su persona. Fue un hombre tremendamente honesto, sincero, honrado, humano, un caballero en toda su dimensión y todo lo bueno que una persona pidiera ser en la vida. Siempre se preocupó porque las cosas se hicieran bien, y si alguien no lo hacía, él mismo se ocupaba »
«En los trabajos de la agricultura también era el número uno, nunca se quedaba atrás. Participó en la zafra de los Diez Millones y en muchísimas jornada laborales, siempre dando el ejemplo », manifestó.
Durante su quehacer artístico se destacó como grabador y plumillista, técnica en la cual fue un verdadero maestro. En cada uno de sus paisajes dejó una impronta y sello únicos, en los que buscó la perfección de la línea, haciendo hincapié en los detalles de los claroscuros y la luz.
Sarduy también será recordado dentro de la historia de la provincia por ser el autor de los escudos de la ciudad de Santa Clara y de Villa Clara, responsabilidad que le confió el gobierno del territorio cuando se decidió renovar estos símbolos distintivos luego de la división política administrativa efectuada en el país en 1976.
Y aunque muchos quizás no lo sepan, también se destacó en el diseño y decoración de carrozas en las parrandas de Camajuaní, Vueltas, Buena Vista y Zulueta, así como en los carnavales de Santa Clara, principalmente la carroza del sector de la Construcción.
Durante sus más de cinco décadas como formador de generaciones, estuvo siempre vinculado a la enseñanza, incluso después de su jubilación en los años 90. Su misma casa se convirtió en taller donde acudían aprendices pertenecientes a la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), el Fondo Cubano de Bienes Culturales, los Instructores de Arte, e incluso persona que solo querían aprender, quienes recibían los consejos y sabiduría del maestro.
Arnaldo Sarduy fue miembro de la Uneac y fundador del Comité Provincial de esa organización. Perteneció a varios organismos y organizaciones de masas como el Partido, la CTC, Educación y los CDR, de este último fue presidente de comité por 30 años.
Durante su fructífera vida recibió disímiles distinciones y reconocimientos como la medalla Raúl Gómez García, de la CTC, los CDR, de la Educación, el Sello Laureado, del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Cultura, y por el Aniversario 50 del Triunfo de la Revolución.
Fue una gran ironía que muriera el Día del Amor y la Amistad, pues su vida estuvo llena de ambos sentimientos. Junto a su inseparable esposa, la pintora Adela María Suárez, su hija Elizabeth, yerno y nietos, construyó una familia basada en los mejores valores humanos.
Sobre su padre dijo Elizabeth:
«Más que padre era el mejor amigo que uno pudiera tener, y una de las personas más maravillosas que he conocido en mi vida. Nunca levantaba la voz y siempre tenía un consejo para todos. Un patriota como pocos, y muy fiel a todo en lo que creyó y consecuente con su vida ».
Ofrendas florales del Buró Provincial del Partido, el Gobierno, y organismos y entidades culturales fueron enviadas. Varios familiares, amigos, compañeros y autoridades de la Uneac, la Dirección Provincial de Cultura, el Centro Provincial de Artes Visuales, el Fondo Cubano de Bienes Culturales, la Enseñanza Artística, entre otras instituciones, acompañaron los restos del destacado intelectual hasta el cementerio de la ciudad:
En la despedida de duelo, el profesor y artista Amílkar Chacón, uno de sus tantos alumnos, expresó:
«Arnaldo fue de esas personas que ayudó a fundar y a refundar una escuela. Yo particularmente me siento deudor de él, y así nos sentimos todos los que tuvimos el gran honor de ser sus alumnos, y a la vez nos consideramos sus hijos. […] »