Remembranzas de un concierto fundacional

El 18 de febrero se cumplen 50 años del primer concierto de Silvio Rodrí­guez, Pablo Milanés y Noel Nicola, precursores de la Nueva Trova cubana.

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 Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola
(Foto: Tomada de Internet)
Osvaldo Rojas Garay
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19 Febrero 2018

Algo distinto ocurrió aquel 18 de febrero de 1968, cuando tres jóvenes subieron guitarra en mano al escenario de la Sala Che Guevara de Casa de las Américas. Uno, con 21 años, después de ser desmovilizado del Servicio Militar, se habí­a presentado en el programa Música y Estrellas y desde hací­a pocos meses hací­a el programa televisivo Mientras Tanto.

Otro, también con 21, trabajaba de auxiliar de investigación en el Instituto de Etnologí­a y Folklore de la Academia de Ciencias de Cuba.

El mayor, de 24 años,   habí­a formado parte del Cuarteto de Rey y los Bucaneros y en varias de sus composiciones como en Tú mi desengaño y Estás lejos, se notaban aires del feeling, aunque con el paso del tiempo los estudiosos de la música situarí­an como su pieza más trascendental de esa época a Mis 22 años, considerada uno de los puntos de inicio de la Nueva Trova.

Aquellos jovencitos eran Silvio Rodrí­guez Domí­nguez, Noel Jorge Nicola Reyes y Pablo Milanés Arias, trovadores mal mirados por algunos burócratas que decí­an que interpretaban canciones «raras ».

Haydée Santamarí­a Cuadrado, Yeyé, les ofreció aquella sala, donde los tres cantaron temas con una poética que si bien era heredera de la canción trovadoresca tradicional, traí­an un lenguaje novedoso e incomprendido por muchos, a la altura de la sociedad que comenzaba a forjarse.  

Aquel dí­a, del cual se cumplen 50 años, Silvio, Pablito y Noel en su primer recital público estaban firmando, sin proponérselo, el acta del surgimiento de lo que serí­a la Nueva Trova.  

Todaví­a Silvio no tení­a las más de mil canciones que compuso después; Pablito y el difunto Nicola, no habí­an escrito los centenares de textos de sus prolí­feras obras ni disponí­an de un manojo de canciones que resultaban insuficientes   para un concierto que se extendiera más allá de hora y media.

Cuando los presentes comenzaron a pedirles más, confesaron que se les habí­a agotado el repertorio. Uno de ellos hay quienes aseguran que fue Silvio  expresó: «Se nos acabaron las canciones: o las repetimos o invitamos a unos amigos, que están en el público, y tienen también las suyas ».

Entonces   subieron al escenario Eduardo Ramos, el creador de Su nombre es pueblo que nadie cantó como Sara González;   Martí­n Rojas, autor de Siempre es 26, interpreta sin igual por la gran Omara Portuondo, y Vicente Feliú, a quien solo le hubiera bastado componer Créeme para ocupar un sitio entre lo mejor del panorama musical cubano.

Después de aquel suceso, al año siguiente se fundó el grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y el 2 de diciembre de 1972, en Manzanillo, la tierra que vio nacer a Carlos Puebla, surgió oficialmente el Movimiento de la Nueva Trova, que se mantuvo hasta mediados de la década de los 80 del pasado siglo, cuando en octubre de 1986 se constituyó la Asociación Hermanos Saí­z (AHS), fundiéndose las brigadas Hermanos Saí­z, Raúl Gómez Garcí­a y El Movimiento de la Nueva Trova.

El recital de las tres figuras más reconocidas de la Nueva Trova, hace medio siglo fue la primera piedra de un camino que luego recorrieron   decenas de trovadores con diferentes modos de decir: Vicente Feliú, Eduardo Ramos, Sara González, Martí­n Rojas, Belinda Romeu, Pedro Luis Ferrer, Augusto Blanca, Amaury Pérez Vidal, Santiago Feliú, Donato Poveda, Carlos Varela, Frank Delgado, Gerardo Alfonso, Marta Campos, Alberto Tosca, Lázaro Garcí­a, Miriam Ramos, Raúl Torres y los grupos Moncada, Mayohuacán, Manguaré y Nuestra América.  

De alguna manera el espí­ritu de aquellos jóvenes permanece en el quehacer de Eduardo Sosa,   La Trovuntivitis, William Vivanco, Tony ívila y muchos más, porque como dice Silvio Rodrí­guez: «[…] siempre que se cante con el corazón,/habrá un sentido atento para la emoción de ver/ que la guitarra es la guitarra sin envejecer ».

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