Algo distinto ocurrió aquel 18 de febrero de 1968, cuando tres jóvenes subieron guitarra en mano al escenario de la Sala Che Guevara de Casa de las Américas. Uno, con 21 años, después de ser desmovilizado del Servicio Militar, se había presentado en el programa Música y Estrellas y desde hacía pocos meses hacía el programa televisivo Mientras Tanto.
Otro, también con 21, trabajaba de auxiliar de investigación en el Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias de Cuba.
El mayor, de 24 años, había formado parte del Cuarteto de Rey y los Bucaneros y en varias de sus composiciones como en Tú mi desengaño y Estás lejos, se notaban aires del feeling, aunque con el paso del tiempo los estudiosos de la música situarían como su pieza más trascendental de esa época a Mis 22 años, considerada uno de los puntos de inicio de la Nueva Trova.
Aquellos jovencitos eran Silvio Rodríguez Domínguez, Noel Jorge Nicola Reyes y Pablo Milanés Arias, trovadores mal mirados por algunos burócratas que decían que interpretaban canciones «raras ».
Haydée Santamaría Cuadrado, Yeyé, les ofreció aquella sala, donde los tres cantaron temas con una poética que si bien era heredera de la canción trovadoresca tradicional, traían un lenguaje novedoso e incomprendido por muchos, a la altura de la sociedad que comenzaba a forjarse.
Aquel día, del cual se cumplen 50 años, Silvio, Pablito y Noel en su primer recital público estaban firmando, sin proponérselo, el acta del surgimiento de lo que sería la Nueva Trova.
Todavía Silvio no tenía las más de mil canciones que compuso después; Pablito y el difunto Nicola, no habían escrito los centenares de textos de sus prolíferas obras ni disponían de un manojo de canciones que resultaban insuficientes para un concierto que se extendiera más allá de hora y media.
Cuando los presentes comenzaron a pedirles más, confesaron que se les había agotado el repertorio. Uno de ellos hay quienes aseguran que fue Silvio expresó: «Se nos acabaron las canciones: o las repetimos o invitamos a unos amigos, que están en el público, y tienen también las suyas ».
Entonces subieron al escenario Eduardo Ramos, el creador de Su nombre es pueblo que nadie cantó como Sara González; Martín Rojas, autor de Siempre es 26, interpreta sin igual por la gran Omara Portuondo, y Vicente Feliú, a quien solo le hubiera bastado componer Créeme para ocupar un sitio entre lo mejor del panorama musical cubano.
Después de aquel suceso, al año siguiente se fundó el grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y el 2 de diciembre de 1972, en Manzanillo, la tierra que vio nacer a Carlos Puebla, surgió oficialmente el Movimiento de la Nueva Trova, que se mantuvo hasta mediados de la década de los 80 del pasado siglo, cuando en octubre de 1986 se constituyó la Asociación Hermanos Saíz (AHS), fundiéndose las brigadas Hermanos Saíz, Raúl Gómez García y El Movimiento de la Nueva Trova.
El recital de las tres figuras más reconocidas de la Nueva Trova, hace medio siglo fue la primera piedra de un camino que luego recorrieron decenas de trovadores con diferentes modos de decir: Vicente Feliú, Eduardo Ramos, Sara González, Martín Rojas, Belinda Romeu, Pedro Luis Ferrer, Augusto Blanca, Amaury Pérez Vidal, Santiago Feliú, Donato Poveda, Carlos Varela, Frank Delgado, Gerardo Alfonso, Marta Campos, Alberto Tosca, Lázaro García, Miriam Ramos, Raúl Torres y los grupos Moncada, Mayohuacán, Manguaré y Nuestra América.
De alguna manera el espíritu de aquellos jóvenes permanece en el quehacer de Eduardo Sosa, La Trovuntivitis, William Vivanco, Tony ívila y muchos más, porque como dice Silvio Rodríguez: «[…] siempre que se cante con el corazón,/habrá un sentido atento para la emoción de ver/ que la guitarra es la guitarra sin envejecer ».