Yancey Machín junto a sus obras. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)
Francisnet Díaz Rondón
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28 Junio 2018
28 Junio 2018
hace 6 años
Aún sin tener conciencia de lo que hacía a los tres años de edad, Yancey Machín Quevedo ya mostraba un oculto talento a través de sus pequeñas manos. Los pedazos de plastilina que le traía una tía maestra, y luego en el aula de preescolar, se convertían en graciosos animalitos y figuras de todo tipo, una señal que auguraba el artista que dentro de él ya emergía.
Ahora, a sus 19 años, Yancey es todo un maestro por las hermosas creaciones que salen de su mente, manos y corazón. Jamás ha pasado un taller de creación o ha sido instruido en una casa de cultura, y mucho menos ha matriculado en una academia de artes plásticas. Todo lo aprendió a base de talento, constancia y mucha práctica.
En su casa, ubicada en el kilómetro 32 y a uno de distancia del poblado de Falcón, municipio de Placetas, el muchacho tiene un pequeño y rústico taller. En un carretón trae el barro desde Manajanabo, que liga con jaboncillo y lo cuela en un guayo hasta hacer la masa. También, su papá le ayudó a confeccionar un horno de ladrillos con el cual «quema » las obras para luego pintarlas y darles el acabado final.
Graciosos sapos tocando instrumentos musicales, lagartos, cotorras, pozos de agua, aves, aviones, autos, barcos veleros y otras creaciones forman parte de su colección. Incluso, Yancey es capaz de reproducir con asombrosa exactitud fusiles AKM o pistolas, que bien pudieran usarse de adornos en unidades militares o entregarse como una especie de reconocimiento o estímulo.
Parece increíble que este muchacho sea capaz de crear piezas en serie como si fuese una fábrica. Cada figura le lleva unos quince minutos, y en una semana pudiera hacer hasta cincuenta aproximadamente. Dice que solo le basta fijarse en una imagen para luego reproducirla de forma manual.
«Las obras son ideas que se me ocurren. No he aprendido ninguna técnica, y trato de hacer cada una mejor que la anterior. Busco la manera de que lo realizado, por ejemplo algún animalito, se acerque lo más posible a la realidad », manifiesta.
Cuando se observa de cerca las figuras de Yancey se puede apreciar un nivel de detalles increíble. Las plumas de las aves, las escamas en la piel de los lagartos, la aspereza de los troncos de árboles, etcétera, resaltan por su nivel de realismo.
«No tengo instrumentos profesionales. Uso cosas tan simples como un tenedor plástico, bolígrafos viejos, lápices y alambres, entre otros objetos, con los que doy forma a las piezas », explica.
Para demostrar en vivo su destreza, toma un pedazo de barro, lo moldea y lo rueda sobre la mesa hasta estirarlo. Una parte queda fina y la otra gruesa, a la que comienza a darle forma hasta convertirla en poco tiempo en un lagarto parado encima de un tronco de árbol.
Yancey no ha tenido la oportunidad de hacer una exposición personal. También le gusta pintar y desea ser reconocido como artista artesano del Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) y de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) en cuya última asamblea se habló de la necesidad de introducir jóvenes miembros en sus filas.
Creadores como Yancey demuestran que el talento no solo está en las ciudades, sino en cualquier rincón de la geografía cubana. Y mientras sueña con que sus obras sean apreciadas por el público, continúa allí en su modesto taller haciendo maravillas como el más grande de los magos.