Carilda y el peregrino regaño de don Casto

Carilda Oliver Labra sostuvo una enconada polémica con un sacerdote en Santa Clara. Historia inédita contada hace años por el declamador villareño Severo Bernal Ruiz.

Fallece poetisa cubana Carilda Oliver Labra

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Carilda Oliver Labra.
Carilda Oliver Labra. (Foto: Tomada del Internet)
Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
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30 Agosto 2018

«[…] La palabra del poeta se confunde  
con su ser mismo. Él es su palabra… »
(Octavio Paz)1  

¡La sangre hierve!: pregúntele a Carilda Oliver Labra, la poetisa de Matanzas. A mediados de 1955 protagonizó en Santa Clara, de manera pública, un sonado encontronazo cultural que, de inmediato, colocó en raya a fray Casto de Villavicencio2, un sacerdote capuchino, radicado aquí­.

Ese hecho, no abordado en toda su significación, surgió cuando el párroco de la iglesia de la Divina Pastora, ubicada en el parque de igual nombre aledaño a la estatua del patriota Miguel Jerónimo Gutiérrez,  envió juicios crí­ticos a las páginas del periódico El Villareño, El Diario de la Tarde, de la capital villareña, referidos a los versos que esa escritora firmó en un folleto editado por el Ateneo de la Mujer, una institución en la que figuraba   omo miembro permanente.

Casto Villavicencio, un hombre de unos 55 años por esa época, desde su sección «Apreciaciones », con salida semanal, relató sobre «hechos, cosas y personas, tanto de la localidad como de fuera, tanto de carácter profano como religioso... », y entre sus asuntos apareció una «Carta a una Doctora de Matanzas »3, texto que desató la polémica.

Un revuelo causó en cí­rculos literarios de la localidad, principalmente entre amigos y lectores que, desde entonces, ya conocí­an de las cualidades de una poesí­a, concebida desde Matanzas y dispuesta a dejar huellas en la Cultura Cubana.

Precisaba el sacerdote: «[...] Con fecha 8 de mayo de 1955 y editado por el "Ateneo de la Mujer", que preside la conocida Dra. Julia E. Consuegra, ve la luz un folleto y en el folleto una poesí­a que firma Carilda Aliver (sic). Tí­tulo de la composición poética: “Saludo a la mujer soltera.”

«[…] De verdad que si esas expresiones de glorificación de la muchacha, que es madre siendo muchacha, son exponentes de las convicciones de la escritora; si esas frases con el sentir y el pensar y el vivir de la respetada Dra. de Matanzas, si en su concepto vertido en la poesí­a en cuestión, la mujer que hasta hoy llamados todos mujer caí­da, mujer de la vida, es tan buena y tan digna madre, fuera de la esfera del matrimonio, es tan buena y tan digna como las demás, y ella aplica esa teorí­a a la propia vida, si la autora viera la muchacha que se tuteaba por todos «deshonrada », con las mismas deferencias que a la venturosa y le dice de verdad eso que le dice en sus versos;

                       "Puedes alzar los ojos. Tú también eras buena,

                                              Tú vientre es tan bonito como..."

Y estos otros de sabor blasfemo;

                       "Estás recién casada con Dios y ya es bastante";

«si esa madre soltera es el canon de su propia moral y es el que fija para nuestra juventud, entonces si es que hemos canonizado el vicio y le hemos dado al libertinaje la misma carta de honradez que hasta ahora sólo llevaba por especial privilegio la moralidad; entonces si que se le abrió ancha puerta al amor libre y se sacó a subasta, a cualquier precio, el pudor y la decencia.

«Por mi parte, PROTESTO en nombre de nuestra mejor juventud femenina. Y dejo bien sentado: La mujer que es madre sin casarse, es inmoral y merece la repulsa de las honradas, lo mismo que la merece toda la que ensalce y justifique esa irregular maternidad. »

Que recuerde, ese poema no lo recogen otros libros de Carilda, como tampoco las opiniones de Casto de Villavicencio. Pero todo no quedó ahí­. De inmediato la escritora saltó con una respuesta cortante. Años después Severo Bernal Ruiz, el Declamador Dilecto de Las Villas, afirmó cuando abordé el tema aparecido en la prensa villareña: «Todo lo conozco de primera mano, porque, de un modo u otro, fui partí­cipe indirecto de aquel acontecimiento histórico ». 4

«Dí­as después, a la casa llegó un sobre certificado con especificaciones y urgencias », aseguró, y mostró el texto que sigue:

  «Octubre 4 de 1955

Querido   Severo Bernal:

                                                                                                                                         No sabes que alegrí­a me ha dado tu simpática carta. La lealtad es virtud que no brilla actualmente; así­ el servicio de afecto que me has hecho te lo guardo en el corazón.                                                              

Carta suscrita por Carilda Oliver Labra.
Carta suscrita por Carilda Oliver Labra. (Foto: Archivo personal del autor)

Me he divertido bastante con las «Apreciaciones » de Don Casto. Son deliciosas sus tonterí­as. No sé ni por qué las contesto. A lo mejor es que me gusta mover un poco el ambiente. Es una buena oportunidad para lograr un poco de distracción al margen de nuestro cotidiano tedio…

                                                                  Agradecí­ infinitamente que me mandaras, hace algún tiempo, aquel programa de una exposición donde figuraba un adefesio mí­o (que no sabí­a yo que andaba en tan peligrosas manos…), y no me acuerdo si te escribí­ dándote las gracias o no. Lo muy cierto es que estoy avergonzadí­sima contigo, porque, como recordarás, aquella noche quedaste contratado por López Luis para actuar por cuenta de la Cultura Cubana y yo quedé pendiente de la cuestión económica. Pues, bien, cuando, a los quince dí­as, le traté el asunto, me dijo descaradamente que a la Institución no le interesaba el espectáculo y otras cosas por el estilo. Le recordé que la iniciativa habí­a partido de él y me respondió que ya habí­a cambiado de idea. Me molesté mucho y le expliqué que yo era una persona responsable y que iba a quedar mal contigo, pero no le importaron mis razones. Y me quedé tan apenada que no sabí­a ni qué decirte; de ahí­ mi silencio.

                                                                  Bueno, querido Severo, muchas gracias por tu bondad. Dale ese artí­culo al director de «El Villareño ». No entraré en polémica: ese es el primero y el último.

                                                                    Hugo y yo te abrazados, Carilda Oliver Labra ».5

PD: Enví­ame cualquier nota que se publique sobre el asunto. Mi contestación… ¿verdad que está demagógica y piquita…? ».6  

La réplica fue entregada inmediatamente a Armando A. Machado y Pérez de Prado, director de El Villareño, con redacción en la calle Luis Estévez, número 161, Santa Clara. Así­, Bernal Ruiz precisó: «Cumplí­a el encargo en idéntica forma en que suministré a la poetisa el comentario escrito por el sacerdote ».

 Allí­ recalcó Carilda: «[…] Tarde me entero, por un buen amigo, de cierta carta pública [...] Después de leerla en El Villareño, del 29 de septiembre, por segunda vez, me quedo más perpleja que la primera; pues realmente el desentendimiento es recí­proco: Ni Fray Casto comprendió los versos que escribí­ para una madre soltera y que tanto le ha indignado ni yo le adivino la entraña constructiva que debe tener toda crí­tica… Así­ las cosas, no deberí­a responderle, pero le respondo […] El sol no se defenderí­a si alguien dijera que no brilla; pero si le parece conveniente aclarar el punto de vista que sostiene la poesí­a en cuestión sobre la madre soltera; ya que con ellos haré a muchas mujeres un servicio de justicia y de ternura.  

Réplica de Carilda Oliver Labra a Fray Casto.
Réplica de Carilda Oliver Labra. (Foto: Archivo del autor)

«Las madres solteras, querido padre, lo son más que las otras. A las casadas llega el hijo con orgullo y gozo, como un fruto de felicidad; a la soltera: casi como si fuese una venganza terrible de la Naturaleza, una señal de los clandestinos amores, la evidencia en fin de una conducta privada que la sociedad condena y sin embargo esta mujer soborna su venganza con el sagrado ministerio de la maternidad, sujeta sus lágrimas, que las más de las veces no brotan en homenaje a su propia desgracia, sino por el niño que viene sin protección, sin apellido, sin padre. Esa mujer se levanta ante todos con su grandeza que dan los enormes dolores y decide no malograr el hijo que empieza a germinar en ella, sino salvarlo a costa de su propio deshonor […] »7

La contrarréplica se puso en marcha, y Casto de Villavicencio retomó el tema a los pocos dí­as:

«[…] cuidados inaplazables a enfermos, aunque a lo mejor no lo crea, no me han dejado espacio para la respuesta […] Mañana D.m., entremos en materia; pero hoy permí­tame usted unas anotaciones previas que presumo van a ser de notable interés para el susodicho esclarecimiento.

«Hablamos de plantear mañana un problema y tal no haya necesidad, porque, a lo mejor, no existe tal problema.

«Que usted sea religiosa, no cabe dudarlo. […] En tal caso pregunto ¿Plantear usted el problema con criterio religioso, o no? Si exclusivamente lo mirara usted con ojos humanos, no hay tema […]

Contrarréplica de Fray Casto a Carilda Oliver Labra.
Contrarréplica de fray Casto a Carilda Oliver Labra. (Foto: Archivo del autor)

«Mi buena doctora, usted está sentida conmigo. Se trasluce en sus primeras lí­neas un gesto de contrariedad. Con un tono, si es o no es despectiva, cuando dice «sin encomendarse a nadie me ha endosado un fraile ».

« ¿Por qué se pone usted así­? He sido correcto, le dispenso toda deferencia. En mi no hay reticentes ni ironí­as. El asunto era grave y puse palabras claras y serias, sin sentido figurado. Sólo me ensaño con los malos y con los torcidos, no, porque, si no, se espantan y no se enderezan. Usted ha tomado para sí­ lo que se dirigí­a a su principio o teorí­a. Así­ no.

«[…] ¿Se figura mi buena Doctora que yo me meto con su poesí­a por maní­a de fastidiar? No lo crea así­. Lo que pasa que para construir un gusto en firme, y como me pareció y parece que su teorí­a sobre la madre soltera es extremadamente movediza, traté de remover hasta encontrar el firme. Eso es todo ».8

A la calle San Vicente, número 14, esquina Merced, en Pueblo Nuevo, Matanzas, fue de inmediato el despacho certificado de Bernal Ruiz. En su contenido, el texto de la contrarréplica. En unos dí­as el sacerdote publicó otro comentario, menos agresivo que el anterior, abdicando un poco de su posición, denotando un sentido más religioso y comprensivo. Así­ terminó la cosa.9

Muchos amigos de Carilda, principalmente Carlos Hernández López, Enrique Martí­nez Pérez, Sergio Pérez Pérez y otros, quienes disfrutaban desde Santa Clara de su hechura lí­rica y desenfado para asumir la realidad y la vida, de cierta manera, sintieron alegrí­a porque ese asunto quedara cerrado de la mejor forma posible.

Desde muchos antes de aquel hecho, indicó Bernal Ruiz, «disfruté con entereza de su calibre de persona: todaví­a recuerdo cuando, previo al 3 de marzo de 1955, en ocasión del Dí­a del Poeta, en honor al natalicio de Bonifacio Byrne, ofrecí­, por invitación de Carilda Oliver Labra y la Peña Literaria de Matanzas, un recital en recordación a Emilio Ballagas Cubeñas, fallecido en septiembre del año anterior ».

«Ya ella viví­a en Tirry 81, sitio en que la visité en los instantes en que se organizó el  primer tributo público que se rindió en Cuba al autor de Sabor eterno. La gestión se debió a Carilda, admiradora de ese poeta, y el encuentro, en el cual intervino Agustí­n Acosta, Néstor Ulloa Rodrí­guez, Gaspar Jorge Garcí­a Galló y otros amigos, llenó de admiración a escritores y artistas reunidos en la Atenas de Cuba ».

Meses después, otra vez en Matanzas, al terminar el programa de declamación, la poetisa, en privado, argumentó Bernal Ruiz, «detalló parte de la historia de una amiga, estudiante de Medicina, que enfrentó a la familia, la sociedad y los tabúes de la época, y sola, al costo de los riesgos, decidió el reto del embarazo y la crianza del hijo: era precisamente las reales lecciones que inspiraron el “Saludo a la mujer soltera”, el antológico texto que atrajo en Santa Clara la ardorosa querella entre un sacerdote y una escritora ».

«Con el tiempo se continúo departiendo de aquello no en tono de chismografí­a, pues desanudó insensatas posiciones sociales que lastraban la conducción de la vida y del feminismo », añadió el declamador cuando décadas atrás, antes de fallecer en 1989, tuve el privilegio de revisar su amplia papelerí­a.

Por su parte, Casto Villavicencio persistió su labor parroquial y la publicación de comentarios en El Villareño, mientras La Publicidad, otro diario de la ciudad, incluí­a en sus páginas algunos de los más significativos poemas escritos por Carilda, entre los que destacan «Elegí­a por Mercedes », tal como puede contrastarse en la prensa villareña republicana.10

Una nueva invitación llegó por correo certificado, y traí­a la rúbrica de Carilda, así­ dijo Bernal Ruiz:

                                «Matanzas, 18 de Noviembre de 1957.

                                Querido Severo Bernal:

                                                            ¡Cuánto me gusta saludarte!... ¿Cómo estás? Enrique Martí­nez me ha alcanzado tu deseo de venir pronto a Matanzas, que yo aprovecho para invitarte con toda formalidad a la velada del siete de diciembre aquí­ en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento. Son cincuenta pesos los disponibles para ti y no puedo pasarme de esa suma. Tú dirás…

                                                            Necesito respuesta rápida para ordenar los programas. Si tienes estudiado el «Canto a Maceo », de Navarro Luna, o el mí­o, nos gustarí­a oí­rlos, o uno de ellos; así­ como aquel fragmento de «West Indies », que dijiste tan maravillosamente en la Biblioteca «Gener y del Monte » a puertas cerradas. Yo creo, sinceramente, Severo, que eres colosal en ese género de interpretaciones y quiero con tu presencia empapar de emoción a los matanceros. El programa se reducirá a cuatro interpretaciones musicales por la Banda Municipal y tres poemas por ti, alternando con aquellas, amén de un breve panegí­rico de Maceo.

                                                             No te escribo más. Estoy en este momento trabajando en el Ayuntamiento. No olvides mencionar los poemas que escojas para anunciarlos por anticipado, y si tienes una fotografí­a enví­amela.

                                                                Cariños. Cariños. Cariños.

                                                                                                     Carilda.
                                                    Tirry 81,
                                                    Matanzas. »11

Después arribaron otras misivas, cortas, muy cortas, pero con el recuerdo latiente. En algunas vení­an versos escritos con la impecable caligrafí­a de un mecanógrafo de pulcro oficio: la amistad no se apagaba. De esa papelerí­a exhibida durante trabajos investigativos, mostró el declamador: «â€Dónde están tus manos”, que, en la segunda estrofas, refiere: “ ¿Dónde de estarán en este momento en que me cruza/ como una flor dorada por la imaginación?/ ¿Dónde estará su mezcla de alcuza y corazón?/”, mientras puedes ver  â€œAl niño que vende berros”, y expresa: “Te encontré esta mañana al doblar de la Audiencia/ y ¡qué golpe me ha dado tu infeliz inocencia!/”. Desconozco si luego Carilda los publicó en alguno de sus libros, pero lo cierto que en aquel momento, al evidenciar queja, denuncia, y también frustración espiritual, llevaban los ribetes inéditos. El primero está fechado en 1958, y el segundo tres años antes ».

«Quiero detenerme en un largo texto, también de 1958, donde estampó al final: «Mi último poema, Severo, Carilda Oliver Labra », añadió Bernal Ruiz: Su tí­tulo:    

Cosas

Haremos un disparate,
por ejemplo:
pasar bajo las nubes juntos.

Entonces
(pero ¡qué entonces!)
será probable
que nos sintamos pobres y profundos.

Yo te diré:
uno y dos son cinco;
tú no sabrás de cuentas:
tendrás los ojos fijos
en un canario
chico.

Yo te diré:
no se te cae el pelo,
te crece,
 con cuidado,
la frente.

Tú lavarás el tiempo con cerveza
para confundirlo conmigo…
Y pelearemos por todo y por nada:
por una coma,
por lo roto,
porque te conocí­ tarde,
porque eres católico.

Tú le llamarás inevitables nombres
a mis espejuelos,
a mi tristeza.
Insultados a bordo de la estrella…

Solos,
incorrectos,
muriéndonos…

Pronunciaré la palabra amigo
para salvarme,
y tú dirás
como pisando tonterí­as
o como para que yo no escuche lirios:
no seas seria,
acuéstate conmigo…

Pero, ay, no, no,
que aún puedo alzarte versos,
pedirte un latigazo,
enfermar si te veo…

¿Qué si estoy enamorada?
Acaso:
creo en mi mejilla porque la tuviste,
amo los domingos,
ayer pensé que el viento no era el viento;
además, siempre excuso tú diente amarillo.

Esta tarde a las seis,
parecí­as un hipocampo triste.
Estabas de memoria en el frí­o.
Te hubiera profanado con mis senos,
y sin embargo,
ya ves:
te dedico un cementerio.

Si. Hoy callabas:
Aproveché tú silencio:
hice mentiras y te las puse en la lengua quieta,
y tú, pues, sin saberlo,
dijiste:
amor mí­o… »12

Nadie negará la belleza intrí­nseca de esas metáforas.

Después, en 1966, por esas raras desventuras que depara el destino, «tras la realización de un recital que di en Matanzas, convocado por una institución cultural de allá, dialogué por última vez con la cálida y siempre fraterna amiga Carilda Oliver Labra. Entonces, inmerso yo en las faenas tipográficas y algún que otro acto de declamación entre villareños, dejé de verla », alegó.

«Siempre la recordé, desde el silencio de aquellos instantes candorosos de la juventud, cuando comulgó con los versos, y de pronto en la encrucijada, surgió como una aparente destemplanza el peregrino regaño de Don Casto, instante ese que la irguió, aún más, hacia la cúspide de su soberbia poética », precisó por último Bernal Ruiz.    

Notas                

1- Octavio Paz (2003): El Arco y la Lira, Sección de Lenguas y Estudios Literarios, p. 45, Fondo de Cultura Económica, México.

2- Casto Luly de Villavicencio: [Valladolid, España, 1901- ¿?]: Miembro de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Predicador. En 1952 fue nombrado Consiliario del Consejo Diocesano de Las Villas, párroco de la iglesia de la Divina Pastora, según acuerdo de la iv Asamblea Diocesana de Caballeros Católicos de la Rama A. Fue alumno del primer curso (1952-1953), en la aún no oficializada Escuela Profesional de Periodismo y Artes Gráficas «Severo Garcí­a Pérez », radicada en la ciudad. Después de creado ese centro docente por  Decreto Presidencial número 500, de 1954, el sacerdote  estuvo en la nómina de los estudiantes, y sus colaboraciones periodí­sticas fueron sistemáticas en los diarios «La Publicidad », «El Villareño », «El Heraldo de Las Villas » y «El Pueblo », todos de Santa Clara, así­ como «El Fénix », en Sancti Spí­ritus, y «La Correspondencia » y «El Comercio », de Cienfuegos. Abandonó Cuba en 1960.

3- Fray Casto de Villavicencio: «Carta a una Doctora matancera », sección Apreciaciones, periódico El Villareño, El Diario de la Tarde, Santa Clara, Las Villas, vii (221):2; jueves 29 de septiembre de 1955.

Cfr. Urbano Martí­nez Carmenate (2004): Carilda Oliver Labra: La poesí­a como destino, pp. 204-207, Editorial Letras Cubanas, La Habana.

4- Carta desde Matanzas, de   Carilda Oliver Labra al declamador Severo Bernal Ruiz, residente en Santa Clara, martes 4 de octubre de 1955. [Inédita]. El Autor dispone de fotocopia.

5- Carilda Oliver Labra: «Carta a Fray Casto de Villavicencio », en El Villareño, El Diario de la Tarde, Santa Clara, Las Villas, viii (221):2, sábado 8 de agosto de 1955. V. Carilda Oliver Labra (1997): «Carta a Fray Casto de Villavicencio », en Con tinta de Ayer, pp. 75-77, Ediciones Capiro, Santa Clara, Villa Clara.

6- Carta al declamador villaclareño. Op. cit.

7- Idem.

8-   Fray Casto de Villavicencio: «A una Dra. Matancera: Respuesta en dos tiempos: Hoy el primero », en El Villareño, El Diario de la Tarde, vii (233):2, Santa Clara, Las Villas, viernes 14 de octubre de 1955.

9- El declamador mostró el recorte de prensa, correspondiente a: Fray Casto de Villavicencio: «A una Doctora matancera: respuesta en dos tiempos. Hoy el segundo », en El Villareño, 7(235): 2; Santa Clara, Las Villas, lunes 17 de octubre de 1955. En el Archivo Histórico de Villa Clara el número correspondiente a esa edición no aparece registrado.

10- Carilda Oliver Labra: «Elegí­a por Mercedes », en La Publicidad, 52(76):10; Santa Clara, Las Villas, viernes 30 de noviembre de 1956.

11- Carta desde Matanzas, de   Carilda Oliver Labra al declamador Severo Bernal Ruiz, residente en Santa Clara, lunes 18 de noviembre de 1955. [Inédita]. El Autor dispone de fotocopia.

12- El autor dispone de una fotocopia de esos originales.

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