¡Gracias, Urbay!

El director de orquesta y trompetista Marcos Urbay en su cumpleaños 90, este 21 de octubre, recibió El Zarapico, máxima distinción cultural villaclareña.

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Marcos Antonio Urbay Serafín, director de orquesta y trompetista cubano.
«Soy un enamorado del arte que no se piensa rendir, un obrero de la música», confiesa Urbay, el «pico de oro». (Foto: SMB)
Claudia Yera Jaime
Claudia Yera Jaime
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22 Octubre 2018

Las piernas cansadas y las canas rebeldes en su cabello delatan el paso de los años. La profundidad de sus palabras no deja dudas de que se tiene delante a un catedrático sin dogmas ni ataduras, al gigante más modesto de la música cubana, a un mentor que no lo mueven la fama ni el dinero; a un hombre que se sabe í­ntegro y realizado, a un nonagenario que, trompeta en mano, rinde a estocadas musicales los desafí­os que le impone su tiempo.

Unos lo llaman maestro, otros, el «pico de oro de la trompeta cubana ».   En su carné de identidad reza Marcos Antonio Urbay Serafí­n.  

Preludio musical    

Marcos Antonio Urbay Serafí­n, trompetista cubano.
Marcos Antonio Urbay Serafí­n. (Foto: Cortesí­a del entrevistado)

«Mi padre lo fue, y es, todo: mi creador biológico y profesional, mi paradigma. Teniendo yo con apenas ocho o nueve años, puso un cornetí­n en mis manos y me empezó a enseñar nociones preliminares de música, solfeo y teorí­a, apenas lo elemental, y así­ siguió toda la vida, educándome para abrazar con talento la pasión de la música », asegura al comenzar la entrevista, en la que demostró contar con una excelente memoria para las fechas y sus detalles.  

«Gracias a sus acertados consejos, en el año 1943, con 15 años, ingresé en la Banda Municipal de Conciertos de Caibarién, de la cual papá era uno de sus directores. Allí­ estuve hasta 1949, cuando busqué nuevos horizontes y me atreví­ a conquistar la capital. Para mi fortuna, La Habana me acogió por más de 50 años », cuenta Urbay.  

«Periodista, se me nubla la vista y los recuerdos escuecen. Extraño a mis viejos amigos y compañeros, a los muchachos de nivel medio, hoy todos ya bastantes mayores, que integraron la banda que formé; visitar las escuelas de arte en las que ejercí­ como maestro de música, pues no encontré mejor manera de trascender que enseñar », y justo en ese instante me sentí­ en presencia de un hombre genial.  

Marcos Urbay, trompetista y director de orquesta,
Marcos Urbay, integrante de la orquesta Riverside.
Marcos Urbay, trompetista y director de orquesta.
(Fotos: Cortesí­a de entrevistado)

«A la capital llegó un guajirito cangrejero que buscaba triunfar, un muchachito que siempre se propuso darse a respetar por su talento, su arrojo y la seducción de un sonido propio », dice jocoso, como preámbulo de anécdotas.

«El 5 de mayo de 1952 estaba tocando en el teatro América con la Orquesta Cosmopolita y me avisaron que me esperaba el administrador de la Riverside para proponerme una oferta, que no dudé en aceptar. A las 9:30 de esa misma noche, entré al cabaré Tropicana para realizar las audiciones de la mejor orquesta cubana en la década de los 50.

«Me dieron la carpeta de primer trompeta con el repertorio y me indicaron tocar el número 14. La introducción era un solo de trompeta y, claramente, no era casualidad. Se trataba de una prueba de fuego que disfruté mucho, al igual que los demás retos a medida que fue pasando la noche, mi primera en la Riverside durante cinco años ».

Cansado de los viajes en carretera, de los peligros y el agotamiento que implicaba, pasó luego a trabajar en la Orquesta de Tropicana con el maestro Armando Romero. «Ya yo tení­a un hijo y me tocaba cuidarme más, distribuir mejor el tiempo y pensar en el futuro ».

Tras un lustro en esa agrupación, después del triunfo de la Revolución, integró la nómina de la Orquesta Sin ­fónica Nacional. «Fui elegido di ­rectamente sin pasar prueba de oposición, junto a dos trompetistas que siempre admiré: Luis Escalante y Nilo Argudí­n. Estuve 30 almanaques, dí­a tras dí­a », evoca Marcos Antonio.

Constatamos que le desagradan los sobrenombres grandilocuentes; mas, dejar de mencionar que era nombrado por sus contemporáneos como el «pico de oro de la trompeta cubana », serí­a un descrédito imperdonable.

«Un amigo jodedor un buen dí­a me llamó así­ refiriéndose a la calidad de mi sonido en la trompeta. Modestia y aparte, siempre trabajé por lograr una cadencia brillante, pero no escandalosa, con aristas, melosa, redonda, afinada, tentadora. Mis compañeros de trabajo y el público pedí­an que realizara solos de trompeta, pero ello no justifica el epí­teto, pues más temprano que tarde, el ser humano asume lo que se le dice, y yo no querí­a ahogarme en la presunción y el engreimiento, los peores enemigos de un artista ».  

Notas para sinfoní­as docentes  

Marcos Antonio Urbay Serafí­n, director de orquesta.
(Foto: SMB)

Más de tres décadas estuvo Urbay vinculado al magisterio en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y el Instituto Superior de Arte (ISA), donde se desempeñaba como asesor nacional en la enseñanza de la trompeta. Hoy, a punto de cumplir 90 años, se sabe realizado y orgulloso al haber formado a varias generaciones de trompetistas y músicos que enaltecen el pentagrama musical cubano, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Se especializó en trompeta, solfeo, armoní­a, contrapunto, orquestación y dirección, e hizo un aporte invaluable a la bibliografí­a musical: escribió el folleto Estudios complementarios para trompeta, texto vigente actualmente en los niveles elemental y medio de la especialidad.

Algunos premios y distinciones concedidos a Marcos Antonio Urbay Serafí­n  

Distinción por la Cultura Cubana
Medalla Raúl Gómez Garcí­a
Medalla Alejo Carpentier
Premio Nacional de Cultura Comunitaria
Premio de Honor Cubadisco
Premio Nacional de Enseñanza Artí­stica
Premio Ser Fiel 2015  

Su propuesta metodológica amplió estudios que no estaban en el método tradicional del francés Jean-Baptiste Arban para los estudiantes de trompeta, corneta y otros instrumentos de viento-metal. Urbay intercaló los ejercicios técnicos de este autor con los propuestos por otros grandes músicos y compositores, como el galo Charles Colin, el norteamericano Herbert Clarke y otros. Logró así­, gracias a la sistematización de conocimientos y los aportes de la experiencia de décadas entrañablemente unido a la boquilla, un métodos de interpretación ordenado y completo.

«Tocar la trompeta tiene su maña y demanda cierto fenotipo. Se inicia con el calentamiento labial y el control de la respiración. Luego, prima lograr una adecuada posición del cuerpo, el dominio de la función de cada parte del mecanismo de su instrumento y de una correcta interacción con él. Después, se comienzan a emitir sonidos que se perfeccionan al trabajar con la técnica y la tesitura.

«Mi padre me empujaba los cachetes con la batuta, me poní­a en firme y velaba celosamente por que la respiración fuese diafragmática. Exigí­a que mantuviese la boquilla en una posición firme junto a los labios, sin presionarla, y que hiciera un uso correcto del golpe de lengua.

«Dominar un instrumento musical demanda entereza e imperturbabilidad. Dí­as, semanas, meses, transcurren antes de lograr una nota medianamente buena, pero quien quiere sobresalir en este mundo debe someterse a la paciencia que demanda el arte. El talento innato es importante, mas el estudio diario y el sacrificio son los motores que aseguran un despliegue por todo lo alto ».

Marcos Antonio Urbay Serfí­n con su trompeta.
(Foto: SMB)

Muchos trompetistas bebieron de su sapiencia, dentro de ellos, el también pianista cubano de jazz Arturo Sandoval, ganador de nueve premios Grammy, seis premios Billboard y un premio Emmy.

«El arte no conoce de fronteras ni ataduras, las notas de una trompeta salen del alma y no tienen que ver con el dinero en el bolsillo o el lugar de residencia », sentencia Urbay.

«A Sandoval lo recuerdo con particular orgullo, fue alumno mí­o, le di clases tres años en la ENA. Era un estudiante genial y un ser humano con condiciones para la trompeta como nadie. Yo le indicaba materiales de estudio y en la clase siguiente los traí­a revisados al dedillo.

«Una noche se iba a realizar un acto muy importante donde se presentarí­an alumnos destacados en las distintas especialidades y le orienté presentar un fragmento estudiado. Sandoval no se limitó a tocar lo que habí­amos ensayado en clases, sino que se atrevió e interpretó de maravillas la parte que tení­a que aprender en la próxima lección. Desde joven fue un trompetista fuera de serie; tení­a tecnicismo, devoción e ingenio creativo ».  

Pentagrama con sabor a sal  

La Banda Municipal de Conciertos de Caibarién debutó el 20 de mayo de 1905 y en pocos años alcanzó prestigio en toda la nación. Roberto Urbay Carrillo, el viejo, como lo llama su ya longevo hijo, comenzó en ella siendo apenas un muchacho y ya en la década de los 40 asumió su dirección. Marcos Antonio siempre tuvo claro que mantendrí­a la tradición y serí­a consecuente con las últimas voluntades de su progenitor.

Marcos Urbay, director de orquesta cubano.
Marcos Urbay fue continuador de la obra de su padre como director de orquesta. (Foto: Cortesí­a del entrevistado)

«A inicios de la década de los 70, mi viejo se sentí­a en decadencia falleció en 1979 y me dijo: “Quiero que nunca abandones ni dejes de darle la mano a la banda nuestra, y si tienes tiempo, y puedes, haz una banda infantil”. Su pedido, desde ese dí­a, definió mi futuro. Cuando me llegó la jubilación, de inmediato partí­ para mi Villa Blanca y tomé los estribos de su más antigua institución cultural vigente.

«Querí­a que papá se sintiera orgulloso y le puse redoblado empeño a mi labor como director y docente ».

 

En lo alto de la pared de la sala, desde un enorme cuadro, Urbay padre, batuta en mano, parece escuchar con atención las palabras de su hijo, quien le regala un guiño cómplice casi imperceptible. «Ya en 2010 empecé con la banda de los bisoños, que es la cantera, el relevo, el futuro asegurado, mi perpetuación.

Marcos Urbay, trompetista cubano.
(Foto: S;MB)

«Regresé a casa a heredarme en mi tierra, a compartir el bien más preciado que conseguí­ con los años: la pericia de la experiencia. Además, cuando uno está entrado en años le hacen falta retos para no caducar. Dirigir una institución musical es un desafí­o enorme, pues los resultados del trabajo dependen del nivel e interés de tus músicos para ofrecer lo que se les pide ».

«Para que una banda alcance un alto nivel y resultados musicales meritorios, se debe guiar con exigencia y táctica. No todos los integrantes tienen la misma categorí­a y hay que hacer trabajo diferenciado, forzar sus lí­mites, conocer, ir tanteando y escoger con perspicacia el repertorio », asevera el experimentado director.

Además, el ritmo inevitable de la vida y la situación socioeconómica golpean fuerte cuando de dirigir se trata, y más en un municipio de cercanas ofertas tentadoras.

«Muchos de mis músicos evaluados y de nivel han muerto, otros se han jubilado o se han ido para el extranjero. Varios de los mejores retoños que forjé se encuentran en los cayos, impulsados por mejoras materiales, dentro de ellos, dos primeros trompetas, excelentes ejecutantes y lectores.

«Mas, yo estoy orondo de saber que me recuerdan en cada vistazo al pentagrama. Soy un obrero de la música. Viví­, vivo y viviré entre oberturas, fantasí­as, pasodobles, marchas, danzones y boleros, verdadera música cubana que mientras existan las bandas municipales nunca quedará en el olvido.

«Soy un apasionado por la enseñanza y la dirección, un ciudadano caibarienense normal, común y corriente, que busca el pan, hace una cola, se toma un café, conversa con los amigos en la esquina y discute de pelota. Soy un enamorado del arte que no se piensa rendir », concluye nostálgico.

Talentoso, lúcido, brillante, elegante, locuaz; extraordinariamente humilde, profesional y ético. Así­ es Marcos Antonio, el maestro, el pistolero implacable de notas de trompeta. Pequeño de estatura, pero enorme en espí­ritu, raciocinio y complicidad con su Caibarién y quienes disfrutan y agradecen sus enormes aportes al panorama musical cubano. Esos, que desde todas partes del orbe,  en su  cumpleaños 90 este 21 de octubre, le decimos con devoción: ¡Gracias, Urbay!

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