Albores del movimiento clásico villareño

Apuntes de la Academia de Ballet Marta Anido, primera de su tipo que existió en la región central cubana.

Compartir

Luis Machado Ordetx
Luis Machado Ordetx
@MOrdetx
6446
03 Marzo 2019

Cuando comenzó la segunda mitad del pasado siglo la región central difundió un gusto incipiente por la danza clásica. De esos estudios, desde el punto historiográfico, cuentan los periódicos de entonces, programas y fotografí­as, y el testimonio presente tiende al olvido.

Marta Anido
Marta J. Anido Gómez-Lubián, investigadora y promotora cultural, creó la primera Academia de Ballet villareña. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Fue Mercedes Borges Bartutis, entonces colega de Vanguardia,  quien desbrozó el camino con los «Apuntes de Bailarinas », texto incipiente que encontró continuidad con el «Surgimiento y desarrollo de la Academia de Ballet Marta Anido », tesis de grado del Instituto Superior de Arte, elaborada en 2001 por Ana Iris Rojas Cangas. Hice en aquella época  labores de asesorí­a investigativa, razón por la cual ahora apelo a la memoria justo en momentos de recuentos.

Después hubo ¿silencios? en las escrituras relacionadas con el tema. Dí­as atrás Marta Josefina Anido Gómez-Lubián, artí­fice de muchos acontecimientos que vinieron después, ya octogenaria, recibió otro reconocimiento, premio ganado por la exactitud pedagógica y proyectos que la vinculan con la cultura e historia de la ciudad.

La Distinción Honorí­fica Lorna Burdsall, que entrega la Uneac, conferida a Anido Gómez-Lubián, debió llegar antes,   aunque se recibe a buena hora en medio del ajetreo incesante  que desencadena la infatigable mujer que, junto a otras niñas, allá por 1939 recibió clases de la joven rusa Nina Feodoroff cuando apasionada en amorí­os arribó a Santa Clara y enseñó los rudimentos del ballet clásico en improvisado programa de estudios.

Marta Anido junto Liuba Marí­a Hevia
Anido Gómez-Lubián junto a Liuba Marí­a Hevia y otros artistas. (Foto: Francisnet Dí­az Rondón)

Menos de una década duraron aquellas sesiones teórico-prácticas y presentaciones públicas, y nació el contagio con el arte y la cultura para una de las discí­pulas: Marta. Después vino por poco tiempo, en 1948, la Academia Alicia Alonso, con sucursales en Gí¼ines, Pinar del Rí­o, Matanzas, Cárdenas, Colón, Unión de Reyes, Santa Clara, Santo Domingo, Cienfuegos, Sancti Spí­ritus, Ciego de ívila, Camagí¼ey, Santiago de Cuba y Guantánamo, territorios que abrieron otras esporádicas improntas.

La investigadora (al centro) en labores de promoción cultural. (Foto: Ramón Barreras Valdés)

Por Camagí¼ey, recuerdo, apareció la escuela de Vicentina de la Torre, y en Sancti Spí­ritus la dirigida por Catalina Lara, y Silvia Cabrera estaba en Cienfuegos, o Lupe Vélis alumna de Alicia Alonso, llegaba a Santa Clara. Sin embargo, en octubre de 1950, recogieron La Publicidad, y también El Villareño,   periódicos de la capital de la central provincia, germinó en esa ciudad la Academia Marta Anido, segunda en orden cronológico, aparecida en el paí­s. Luego la joven que soñaba con el fomento de una cultura danzarí­a extendió clases a Sagua la Grande.  

Alumnos pequeños que apenas rebasaban los 7 años se sumaron al proyecto privado. En principio habí­a barras y espejos en un «tabloncillo » improvisado de una casona céntrica de una tí­a-abuela  en la calle Maceo, el recinto habitual de las familias Anido, en Santa Clara. Raro era encontrar en la Academia a un varón entre los discí­pulos, y los dúos, con vestuarios adecuados y zapatillas de punta, eran elaborados con hembras. La música acompañante se difundí­a por tocadiscos para reproducir los repertorios clásicos.

Presentación de alumnos de ballet en Santa Clara antes de 1960. (Fotocopia: Luis Machado Ordetx)
Programa de la terecera presentación de alumnos de la Academia. (Fotocopia: Luis Machado Ordetx)
Cursos de Verano que impartió en La Habana la Academia Alicia
Alonso en la década de los años 50 del pasado siglo. (Fotocopia: Luis  Machado Ordetx)

Nada de lo que vino después en el contexto danzario, de refinada ejecución plástica del movimiento corporal, resultó ajeno a Marta, quien dirigió su institución docente hasta principios de los años 60 del pasado siglo. Ahí­ está su Distinción Honorí­fica, no como deuda y sí­ en reconocimiento al legado histórico de la incansable mujer que desanda por nuestras calles.

Comentar