Enhorabuena traemos «Tengo la palabra» a la red de redes, una sección que surgió en Vanguardia para revalorizar la lengua que hablamos todos los cubanos.
Cuando Cristóbal Colón, en 1492, zarpó de Puerto de Palos, trajo a América, por errónea matemática e inocente geografía, un «bando » de marinos hambrientos, el Evangelio colonizador y la lengua española. Entintados de sangre de pies a cabeza, poco faltó para que los castizos exterminaran por completo la raza e influencia taínas.
Mas poco duraría la pureza de aquel «paquete » colombino. A paso de conga llegarían los negros a esta Cuba, con ífrica sobre los hombros y la ruta del esclavo tatuada con verdugones en la espalda. Tiempo después, el ajiaco nacional comenzó a rebullir como cosa buena. ¡Lo partimos! Gritaron, en pleno fandango, el día que lograron la mezcla perfecta para inventar al criollo.
Por su parte, ni Pepe Antonio ni la férrea lealtad de la Isla a la Corona española pudieron espantar las influencias no hispánicas. Como si no fuera poco, a punto de caramelo se puso el remandingo nacional cuando, en busca del sueño cubano, macheteando cañaverales y salpicando de creole el Oriente, arribaron los hermanos haitianos, que nunca estuvieron tan cerca. Caribeños de las Antillas mayores y menores se sumaron a la fiesta.
Y muchos tuvieron chinos detrás en el tiempo en que llegaron bandadas y oleadas de hijos del gigante asiático. En suma, un fuerte entrometimiento de nuestros más cercanos vecinos norteamericanizaron, por medio siglo, la tierra patria. ¡Éramos pocos y parió Catana!
Pero aquel arroz con mango no es cosa de un pasado ancestral. Una época auténticamente so-viética legó a esta Cuba más que decenas de Sashenkas, Aliuskas y Vladimires. Desde ese entonces, Cuba ha ido por el mundo y a Cuba ha venido el mundo de tal manera que ya de Colón ha quedado poco.
Ni siquiera la lengua se estuvo quietecita por estos siglos, sino que, lentamente, comenzó a fraguarse en el revuelo de la historia nacional. Y en ese proceso, infinito, la variante cubana del español estará cambiando «hasta que se seque el malecón ».
Expresiones populares de gran pegada; malentendidos lingí¼ísticos, errores hechos regla; palabras robadas, reajustadas o inventadas por el joven cubano; todo ello y mucho más están en el catauro de cubanismos «a pululu ».
En uno de esos días en que la cosa lingí¼ística parece calmarse, aparece un Chocolate, salido de la nada, creyendo tener el agua tibia y nos tira una «bajanda ». Para hablar de lengua cubana denme la potestad de decir: «Tengo la palabra ». Así, una vez al mes escribiré sobre alguna picardía o curiosidad de lo que hablamos los cubanos.
Sí, también tú puedes hacerlo, porque siempre estás «arriba de la bola ». Embúllate y revela alguna historia, plantéanos dudas o sugiérenos temas a través de los comentarios en nuestra página web o del correo electrónico yinet@vanguardia.cu. Con ello exhortamos a cuidar la lengua cubana, que desde la tradición o la inventiva popular, traza el camino de un español cubano, no inferior ni superior, simplemente nuestro. ¡Regresamos pronto! ¡Chao pesca’o!