¿Cómo hablar «cubano » sin morir en el intento?

Esta vez, «Tengo la palabra» nos pone sobre el tapete un fenómeno mundial: vulgaridad vs popularidad. ¿Quién gana la batalla?  

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Yinet Jiménez Hernández
Yinet Jiménez Hernández
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24 Marzo 2019

Creo que con esta sección me tiré con la guagua andando. Sí­, porque escribir popularmente en las páginas de un periódico puede ganarse el rencor de los férreos vigilantes del idioma estéril e inmaculado.

Ilustración de Martirena
(Ilustración: Martirena)

Que tire la primera piedra el joven cubano que, encabrona’o, no se haya echado una cola de madre. O, por su parte, quien nunca jamás haya estado loco y sin ideas. ¿Cuánto hemos sufrido en estos últimos tiempos porque el pan está perdí­â€™o? Quiéranlo o no los ultracorreccionistas, la lengua cubana cobra vida por cada cubano que la habla. El dinamismo, la riqueza expresiva y la autoctoní­a de los dicharachos de última hora merecen un espacio en estas páginas.

Pero no queramos tapar el sol con un dedo. Las palabras y frases vulgares ya están de moda. Impulsadas por manadas de pseudocantantes, sustentadas por estilos de vida marginales, gran por ciento de esos falsos arquetipos de la popularidad lingí¼í­stica ganan la confianza de sus comunidades y alientan maneras de decir lastimosas.

Estas jergas, fragmentarias, crecen y crecen... El estruendo de escuchar a follankele (relativo al coito) en boca de un joven santaclareño en pleno parque Vidal me rompe los tí­mpanos. A la par, la creatividad lingí¼í­stica es chantajeada junto a la moral y ética ciudadanas, mientras la picaresca pega un grito de amenaza sin precedentes. Muchas bocas andan por ahí­ soltando flores como si por sí­ mismas connotasen autoridad y respeto.

Valga contarles algo. En 1492, Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana, escribirí­a en su prólogo el argumento perfecto para convencer a la reina Isabel de financiar aquella obra: «La lengua siempre ha sido compañera del imperio ». Cubanos, a buen entendedor, con pocas palabras bastan.

¿Cómo se popularizó a follankele si los medios de difusión masiva de este paí­s anulan ese tipo de discurso musical? ¿De dónde si no por otros canales comunicativos? Lo cortés no quita lo valiente, y si algo queda claro es que esas plataformas, perfectí­simas torcedoras de la lengua, tienen un gran peso en la variante lingí¼í­stica del español para muchos cubanos.

¡Alerta! Camarón que se duerme se lo lleva la corriente. La popularidad cubana nos define como pueblo. Lo vulgar nos mancilla y envilece. ¡Regresamos pronto! ¡Chao, chao!

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