Más de un siglo en el corazón del pueblo dominicano

El Teatro Doménech, hoy Pedro Julio Marcelo, del municipio Santo Domingo ha constituido durante más de un siglo unas de las instituciones culturales más importantes de ese territorio.

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teatro «Pedro Julio Marcelo»,
El centenario teatro «Pedro Julio Marcelo», otrora «Doménech», del municipio Santo Domingo, Villa Clara. (Foto: Francisnet Díaz Rondón)
Cecilia Mederos y Francisnet Dí­az Rondón
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13 Septiembre 2019

Una de las instituciones que prestigia al pueblo de Santo Domingo es su teatro municipal, testigo excepcional de cientos de espectáculos, conciertos, puestas en escenas teatrales, actos, asambleas solemnes, y disí­miles actividades de carácter cultural y social.

Dado su paulatino deterioro, ya se planifica una oportuna inversión para rescatar un inmueble que representa un orgullo para la urbe dominicana, la cual celebrará sus 200 años de fundada el próximo mes de octubre.

Cuando en 1913 la prensa catalogó la inauguración del teatro Doménech como «el mayor acontecimiento cultural del municipio desde su fundación » lejos estaba de imaginar que aquel edificio arribarí­a a más de un siglo de existencia.

Ciento seis años después, el teatro hoy «Pedro Julio Marcelo » constituye un colosal edificio colmado de historia por su arquitectura, la memoria documental, el fluir cultural que transpiran sus paredes y los sucesos allí­ acaecidos hasta la actualidad.

teatro  «Pedro Julio Marcelo »
En la institución se han realizado disí­miles actividades de carácter cultural, polí­tico y social. (Foto: Francisnet Dí­az Rondón)

Ubicado en la antigua calle Jiquiabo hoy Fructuoso Rodrí­guez, una de las más concurridas de Santo Domingo, abrió sus puertas el 2 de noviembre de 1913 con el nombre de Teatro Doménech, por acuerdo unánime de la Junta Directiva de la Sociedad Liceo (1899), en honor a su presidente y promotor de su construcción, el doctor Guillermo Doménech

El empresario tuvo la original idea de rifar un caballo que posibilitó la recaudación de mil pesos para pagar el costo inicial. Ese dinero se sumó luego a las ganancias derivadas de cenas y festejos que organizara la Sociedad Liceo, con sede en edificio adjunto existente desde 1910, hoy Casa de Cultura Jorge Arche Silva.

La institución teatral se erigió con un estilo neoclásico, columnas del orden corintio, muy parecido al jónico, capiteles adornados con formas vegetales, y en el piso del portal la inscripción del año de su terminación (1913). Contaba, además, con dos plantas y un amplio vestí­bulo con hermosas escaleras que permití­an la entrada de mil personas, quienes se podí­an sentar en veintiséis lunetas, treinta y seis palcos, y cuatro grillés. Era, también, un espacio de difusión cinematográfica.

Comenzaba el municipio su bregar artí­stico por el siglo XX, con el talento de personalidades y agrupaciones locales como: Enrique Hernández Ordoqui (1891-1962) pionero del teatro dominicano; Kirico, un divulgador peculiar, Eduardo Franco, Oscar Abreu, Manolo Alván, Carlos González, la escala Artí­stica Dominicana, la Academia Ramí­rez y la Compañí­a Dominicana de Zarzuelas, entre otros, mostraron el diapasón de la creación dominicana, que dieron vida a un movimiento que sentó las bases de una tradición teatral en el pueblo.

Por la escena del Doménech desfilaron las más importantes compañí­as teatrales del paí­s. Los programas impresos de la época revelan el paso por este escenario de figuras de la talla de: Ramón Spigul, Alicia Rico, los Arredondo, Mario Martí­nez Casado y Blanquita Amaro, entre otros.

Ví­ctima de un incendio en 1948, el edificio se reconstruyó gracias a la contribución de Antonio Marí­a González Jiménez, su arrendatario. El Doménech reabrió sus puertas en 1949, pero sin los palcos y los grillés, para dar paso en las dos plantas a cuatro lunetarios divididos al medio por sendos pasillos, arriba y abajo.

Fue el doctor Noel González Jiménez, quien convertido en empresario en 1956, tras la muerte de Antonio Marí­a, dotó de nuevos aires a la institución. En los programas de mano, donde antes decí­a «Doménech: el teatro del pueblo », comenzó a aparecer el eslogan: « El teatro del pueblo y el pueblo nunca se equivoca ».

Con el triunfo de la Revolución y la fundación del ICAIC, el ya cine teatro «Pedro Julio Marcelo » no detuvo su quehacer cultural y lo mejor de la cultura nacional comenzó a desfila por ese escenario, desde el ballet hasta lo más popular de la música cubana.

teatro  «Pedro Julio Marcelo »
El lobby del teatro «Pedro Julio Marcelo » ha devenido espacio para exposiciones de artes plásticas. En la imagen, el artista dominicano Rolando Quintero con una muestra personal. (Foto: Francisnet Dí­az Rondón)

En 1980 recibió una restauración capital que multiplicó varias veces su costo inicial, y cinco años después sufrió los embates del ciclón Kate. No fue hasta 1989 que, con un gasto superior a los 113 mil pesos, reabrió sus puertas el 27 de diciembre; dejó de ser una institución del ICAIC para formar parte del sistema institucional de la cultura.

Tení­a 430 lunetas, cabina de proyección, de luces, y de audio, pantalla cinematográfica móvil, bambalinas, hombros y camerinos. La reapertura ese año sí­ fue un verdadero acontecimiento cultural para el municipio, a partir de esa fecha vendrí­an mejores años para su existencia y razón de ser.

Santo Domingo arribó a la última década del siglo XX con un espacio teatral en perfectas condiciones, y un proyecto artí­stico que supo aprehender la herencia dejada por sus predecesores y darle continuidad histórica a lo mejor de sus tradiciones.

Desde el escenario del Doménech el grupo Alastablas influyó en la esfera social dibujándose como una ventana a través de la cual se puede medir el impacto cultural de una década de tanta escasez, pero en la que el teatro se convirtió en un auténtico foco cultural.

Desde la llegada del nuevo milenio la edificación descansa desnuda y agonizante. Solo ha visto algunas reparaciones mal llamadas menores, y que no tienen en cuenta el verdadero valor de uso de la edificación. Varios de sus espacios cobran vida para funciones ajenas a la manifestación, y sólo a veces, olvidando la periodicidad necesaria para el mantenimiento de una tradición, el escenario despierta de su postrimerí­a.

Muchos talentos han emigrado de la escena dominicana, tanto aficionados como profesionales, para desarrollar su quehacer en otros lares. Toca ahora a los artistas, funcionarios y habitantes en general recobrar y preservar al centenario teatro, que lleva dentro de sí­ gran parte de la historia cultural y social de todo un pueblo.

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