Una preferencia, no muy difundida en investigaciones, sintió siempre Nicolás Guillén por los frecuentes recorridos al territorio villareño. Unas veces vino en misión político-ideológica de los comunistas, y aprovechó las circunstancias para hacer periodismo militante. En otras, era el poeta que ofrecía el rostro de la palabra cargada de metáforas. De regreso del exilio, en enero de 1959, decidió que en Santa Clara haría el sexto y séptimo de los recitales públicos. Así fue.
Antes hubo otras historias de cercanías. Aparecieron crónicas con «una naturaleza ríspida, dura, de nervio de animal sacado al sol », como decía. Los textos que lo aproximan a la ciudad están carentes de estudios, y se esconden en páginas de Noticias de Hoy, donde cimentó una columna periodística que nombró Motivo, así de simple, para describir sucesos nacionales.
De aquellos relatos relacionados con Santa Clara destacan la celebración de la III Asamblea Nacional del PCC en el teatro La Caridad, cuando en enero de 1939 dirigió el programa artístico-cultural que representó por vez primera en Cuba la pieza Mariana Pineda, de Federico García Lorca. Era la versatilidad propia de Guillén.
Por esos días intervino en protestas contra la discriminación racial que acontecía en el parque Vidal. Las crónicas del camagí¼eyano calaron en particularidades de la Escuela Luz y Caballero y el Centro de Cultura Popular José Martí, así como en el Puente de los Buenos.
No faltó el reconocimiento a Celestino Hernández Robau, joven galeno a quien acompañó en recorridos por el Condado, «tierra de nadie », como indicó. También escrutó en Los Grifos, «con menos negros, pues predominan los blancos pobres » y donde la muerte por enfermedades rondaba a cada instante.
Al amigo Garpar Jorge García Galló dedicó otro de sus Motivo, y lo definió como un «self made man; es decir, un hombre hecho por sí mismo […]; pichón de libanés y cubano por los cuatro costados », añadió.
Narró los viajes en compañía de Jesús Menéndez por Santa Clara-Motembo-Corralillo-Sierra Morena-Rancho Veloz-Sagua la Grande. Válido aquel elogio del poeta-periodista, al decir de Carilda Oliver Labra: «garganta original […] sin adulteraciones histriónicas, sin alardes efectistas […], con su nimbo sagrado de gracia ». Sería ese encuentro del Ateneo de Matanzas, de noviembre de 1952, uno de los últimos momentos de Guillén en Cuba. Después se fue por Europa y Sudamérica, al exilio obligado.
Dos momentos posteriores, siete años después, acercan más al poeta a Santa Clara. Ambos ocurren casi simultáneos, con horas de diferencia. Uno tiene que ver con la Universidad Central «Marta Abreu » de Las Villas (UCLV) y, al menos solo en periódicos, la indagación resulta pormenorizada. El otro, lo involucra con el Casino Español de la localidad, entonces rancio asiento burgués y discriminatorio, ocasión en la cual un poeta negro «escaló » la tribuna pública para hablar de la integración nacional.
Aquí realizará, respectivamente, la quinta y sexta lecturas de poesía luego de su regreso al país. El primer recital que ofrece el escritor en un alto centro de estudios cubanos se efectuó en la mañana del domingo 26 de abril de 1959 en el teatro universitario. Todo tiene un vínculo con el Che Guevara, quien lo invitó y lo presentó en el campamento de La Cabaña ante soldados casi analfabetos que desencadenaron la invasión guerrillera a territorio villareño.
El viernes 20 de febrero, después del retorno, Guillén hizo allí su reaparición pública. Conoció de cerca a hombres que fomentaron la guerra por llanos y montañas, y le recordaron otra vez a Santa Clara. Al paso de dos meses estaba en la capital de esta provincia cubana. De auditorio tendría a profesores y alumnos de la universidad. Silvio de la Torre Grovas fue el presentador.
En el intermedio de febrero-abril solo ofreció cuatro recitales en Santiago de Cuba (Teatro Cuba, Colegio de Maestros y la Galería de Artes Plásticas), y otro en Manzanillo. El primero en una universidad de nuevo tipo fue en Santa Clara. Luego vino, a finales de mayo, el efectuado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de La Habana. En junio se presentó en similar centro docente en Oriente. Son seis décadas, y los reportes de prensa no mienten. Al menos, aunque ya pasó el tiempo, la UCLV tiene una probada inspiración para festejar desde el recuerdo ese suceso histórico y literario.