15 años Brigada José Martí. Un sueño en el corazón de muchos
Cuatro protagonistas del gran sueño de Fidel de formar instructores de arte para salvaguardar y esparcir cultura, expresan su sentir a propósito del aniversario 15 de la Brigada José Martí (BJM), a celebrarse el este 20 de octubre.
A la distancia de 15 años aún nos ilumina el sueño de Fidel de crear una legión de instructores de arte con la misión de llevar, transmitir y salvaguardar la cultura en todos los rincones de la isla. Aquel 20 de octubre del año 2004, en la primera graduación efectuada en la plaza Ernesto Che Guevara, de Villa Clara, Cuba mostraba al mundo cuánto se puede hacer por el arte, la identidad de un país y el bienestar espiritual del pueblo.
Más de 3200 jóvenes, que años después se multiplicaron, de las distintas especialidades de Música, Teatro, Artes Plásticas y Danza, salían plenos de las aulas para diseminar sus conocimientos por escuelas, casas de cultura, círculos de abuelo y comunidades.
La Brigada José Martí, el «ejército de la cultura », como la catalogó el Comandante en Jefe, estaba lista para irradiar luz en la sociedad cubana. Instrumentos musicales, pinceles y colores, vestuarios y títeres, bailes y coreografías fueron sus principales y únicas armas.
Cuatro testigos y protagonistas del proyecto aún se emocionan y estremecen al recordar los años en que formaron parte de aquel hermoso sueño.
La educadora Anita Poza, hoy miembro de la Dirección Municipal de Educación de Santo Domingo, estuvo durante varios años en la Escuela de Instructores de Arte (EIA) Manuel Ascunce Domenech. Su vivencia en el centro marcó profundamente su vida profesional y personal.
« ¿Qué fue para mí estar allí? Primero, un orgullo, porque después de apreciar el trabajo con los instructores, las cosas bellas que fueron sucediendo, los primeros estudiantes, las exposiciones de los alumnos, entre otras razones, te involucraban de tal manera que te enamorabas de todo eso.
«Los contactos del grupo nacional con Fidel, las constantes visitas de personalidades al centro, el cual se convirtió en referente de las demás escuelas de instructores de arte, nos impactaban. Trabajar con el director Pedro Díaz fue magnífico y los muchachos eran muy talentosos. Las primeras graduaciones estuvieron formidables. Llegaban niños sin ninguna preparación, y de buenas a primera, te sorprendían con su arte.
«La EIA devino una experiencia tremenda. En el ejercicio de la dirección pude aplicar los conocimientos adquiridos en mis estudios, pues soy especialista en Educación Artística. No obstante haberme retirado de la escuela, me he mantenido vinculada directamente con la BJM, en el trabajo comunitario en Santo Domingo, y he contribuido con los demás metodólogos y con los jóvenes. Y ayudarlos a ellos a hacerse grandes ha sido de verdad maravilloso. Me hizo crecer ».
En cada una de sus apariciones en el programa Palmas y Cañas o en la radio, muchos aún ven en Antonio La Villa al simpático niño que le cantó al Comandante en Jefe en la inauguración del centro. Jiquí, como cariñosamente le llaman los amigos, ha cantado cientos de décimas y tonadas, pero ninguna con la emoción con que lo hizo ante el líder de la Revolución:
«Ese momento marcó una pauta en mi persona, desde el punto de vista espiritual y de la creación. Tener a Fidel ese día enfrente siendo yo un niño fue algo impresionante. Cambió mi vida totalmente ante la sociedad, mis compañeros de estudio y luego de trabajo. Tengo ese recuerdo siempre grabado, no se me olvida nunca. Algo muy especial, que solo comparo con el nacimiento de mi hijo.
«A la Escuela de Instructores de Arte le debo todo lo que soy. El perfeccionamiento artístico que, modestamente, poseo; la ejecución de la guitarra, el canto, entre otras habilidades, las adquirí allí. Otros estudiantes no aprovecharon esa oportunidad, pero a mí la EIA me dio un bagaje creativo que contribuyó a mi desarrollo profesional ».
Zaida de la Cruz Mederos fue la primera subdirectora de la EIA. Con total dedicación y amor contribuyó a encaminar el nuevo centro.
«Una experiencia inolvidable. Ha sido uno de los proyectos más humanistas que ha tenido la Revolución cubana, con la dirección del compañero Fidel Castro, quien lo soñó y lo llevó a cabo en todo el país para el beneficio de los niños y adolescentes. En su máxima aspiración estaba el hecho de formar ciudadanos cultos, capaces de apreciar las artes y expresarse a través de ellas.
«Recordemos que el proyecto nace, precisamente, a raíz de la Batalla de Ideas iniciada luego del secuestro del niño Elián González, que marcó una vivencia muy importante para Cuba.
«Como villaclareña constituyó un hecho trascendental. Trabajamos en una de las mejores escuelas, donde materializamos la idea de nuestro Comandante en la provincia. Estas son de las cosas que no debemos dejar de mencionar. Fue un sueño hecho realidad, y me honra haber formado parte de él ».
Igualmente, Leonardo Montiel, quien fuera el alumno más integral de aquella histórica graduación, hoy vuelca su aprendizaje en murales y obras escultóricas. Ser instructor le otorga un sello distintivo: hacer arte con el corazón.
«Estos días, sobre todo por las redes sociales, muchos instructores conmemoran aquel 20 de octubre. ¿Qué te puedo decir después de quince años? Formar parte de la Brigada y aún ser instructor de arte es un privilegio. Quince años después seguiremos siendo instructores. Para mí ha significado un camino de agradecimiento, estudio, sacrificio, esfuerzo, de experiencia tanto pedagógica como profesional.
«Son tiempos de que este mensaje llegue, incluso, a los que fueron en su momento instructores de arte y decidieron escoger otros caminos. Pero, estoy seguro de que en el corazón de muchos ausentes aún sienten esta fecha, porque todos recuerdan la vieja escuela que tantos buenos momentos históricos nos dejó: Fidel en su inauguración, en sus visitas y luego en la graduación el 10 de octubre en la plaza.
«El domingo va a ser un día de mucha significación, sobre todo por el reencuentro. Anécdotas, remembranzas y recuerdos, incluso tristes, por la caída accidental del Comandante, que marcó muchísimo esa graduación. No obstante, recordaremos más su noble gesto de llamarnos desde la ambulancia y pedirnos, con una paternidad inmensa: “No suspendan la actividad por mi culpaâ€. Nosotros vamos a llevar a Fidel siempre en el corazón ».