Nadie puede calcular a la familia cubana en las fiestas de fin de año. Hay un alboroto alegre, pero inusual en casa. Todos se divierten, o casi todos…
¡Claro está! Es entendible: «Tantos pega’os que no aportan nada a la causa, tantas bocas que alimentar y tan pocas manos para trabajar. ¡Qué va! » Y no lo digo yo, lo dice María, que el pasado 24 de diciembre perdió dos veces la chaveta (en resumen, se arrebató).
Ahí estaba Alberto, que andaba semiescondido de su esposa, chupándole el rabo a la jutía (emborracharse). A él lo matan, pero él goza. Por eso, tomaba precauciones y, de reojo, velaba a su mujer para que no detectara el hedor alcoholizado.
María, que amanece con el moño vira’o cada vez que se forma el guateque en casa, no hacía más que velar si se empinaba o no de pico a la botella. El sandieguense, que no se quiere la vida, se envalentonaba y ¡pum! , dos cañangazos, dos plomos más (tragos).
¡Ave María purísima! Se soltó la fiera. «Violenta », sale dispara’ para el patio donde están asando el bendito animal y al final… No pasa nada. La mujer, iracunda compañera de vida, solo le tira a Alberto una mirada aplastante y unas palabritas de aparente tolerancia: «la presión, Alber, la presión ».
Pudiéramos decir, en buen cubano, que la gentil señora de delantal en cintura, es fiel a las frases criollas «perro que ladra no muerde », «es más rollo que película y más agua que fa’ »: todo junto. «Le zumba el merequetén », se dice entre dientes. «Que una tenga que estar dándole a la manigueta (trabajando), mientras los machangos gozando la papeleta… » ¿Los machangos? Es que nadie, ni María, calcula a las parientes que de vez en cuando le sacan un sable.
La música en la radio. Un corito femenino de «Hasta abajo », «Hasta abajo »; «Pillín, pillín, ¿dónde está Pillín? ». Alberto «dándola toda », seminconsciente, le mete fuego a la lata (ir adelante sin importar las consecuencias). Meneíto por aquí, meneíto por allá.
Escandalizada, la pobre señora salió de la cocina como el perro que tumbó la lata (rápidamente). Alberto, en su contentura provocada, sigue dando cintura porque el alcohol le borra la mente y olvida en qué parará la graciesita. «Ay, mami, no me pongas carita. ¡Goza pelota! ».
El final de esta película no lo sé. Pero me imagino la tragedia.
Y si yo logré infundir un sentimiento de compasión hacia el cincuentón contento o la esposa abnegada, no os dejéis provocar. ¡Inocentes! Es solo una broma de fin de año para los lectores más fieles y colaborativos de Tengo la palabra.
Así, queremos agradecerles a todos los que, desde el anonimato, estuvieron en el alma de cada una de mis crónicas. Espero muchos correos para, desde este espacio, seguir enriqueciendo la lengua cubana. Caballero, 2019 se fue tumbando. Feliz fin de año y cosas requetebuenas.